miércoles, 10 de diciembre de 2014

MAYORÍA SILENCIOSA O INMENSA MAYORÍA

Vivimos en un país donde se prostituye continuamente el lenguaje, manoseando las palabras hasta límites insufribles para nuestros oídos. Donde la derecha rancia hace suyos vocablos que otrora llenaban el blanco inmaculado de las pancartas que abrían las manifestaciones (progreso, cambio, etc...), y la izquierda miope abandonando las trincheras ideológicas, emplea palabras en un afán baldío y equivocado de monopolizar al conjunto de la sociedad (ciudadanía, reforma, etc...)

Siendo muy gráfico, cuasi tan contundente como una viñeta de El Roto, equivaldría a decir que la derecha con tal de seguir hegemonizando nuestra sociedad sería capaz de quemar sus naves por captar incluso el voto de los presos políticos del entorno abertzale, y que la izquierda (al menos una parte sustancial de ella), no dudaría en gastar toda su artillería pesada con tal de captar el voto en los aledaños e incluso en las confortables moradas de los Florentinos Pérez, los Amancios Ortega, Botines, Koplowitzs, y puestos ya, hasta en la mismísima Zarzuela.

Atrás quedan, en una orilla, la defensa de la clase "obrera" como bandera de la izquierda, y en la otra, el respeto de lo que decidan los "votantes" como seña de identidad en el mensaje martilleante de la derecha. Por ambos términos, "obrera" y "votantes", ha pasado como un ciclón el vértigo con que se suceden los acontecimientos políticos y sociales en nuestro país. Ahora ambos bandos, izquierda y derecha, en un tótum revolútum, andan a la caza de los respetabilísimos "ciudadanos". Es la moda que se ha impuesto este último año en la "Fashion week" de nuestra manoseada política nacional.

Pero el panorama es más desolador y nauseabundo, si giramos nuestra vista buscando refugio en los medios de comunicación, ese que dicen cuarto poder, cuyos periodistas adoctrinados a lo sumo que aspiran es a ser los lacayos y limpiabotas del capitalismo patrio.

Es del todo punto de vista infumable, la retahila de sandeces y frases huecas del coro de grillos que engrosan la caverna mediática (los Inda, los Marhuendas, los Rojos, los Losantos, los Herreras, las San Sebastian, las Durán, etc...), con tal de conservar su parcela de privilegios en unos medios de "desinformación" masiva, que están en manos del poder económico y financiero más canalla y cruel, que a su vez también es el manijero implacable que rige los torpes movimientos de un gobierno de la nación acartonado y petrificado, encantado de haberse conocido.

Entre la inmensa mayoría que defiende Julio Anguita, con su paciente mensaje buscando parcelas de convergencia social y política, y la mayoría silenciosa que se reclama para sí el ínclito Mariano Rajoy, es donde hay que buscar las respuestas y los resortes para encauzar unas dignas salidas a esta crisis económica y de valores que aqueja a nuestra sociedad, la cual con las recetas y paños calientes de la Troika, es incapaz de superar la patología de languidecimiento crónico que está padeciendo.

Desde mi humilde punto de vista no son buenos tiempos para ese segmento de la sociedad que actúa como si con ellos no fuese la cosa, esos miembros de una clase media que empieza a resquebrajarse, que la única revolución a la que están dispuestos, es aquella que tienen a su alcance desde el sofá, la mesa camilla y el refrigerador. Triste muestra lamentable de esa mayoría silenciosa, que sin mover un dedo están acostumbrados a que otros les saquen las castañas del fuego.

Tampoco son buenos tiempos para otro segmento social, que solo alza la voz en las barras de los bares y en los recintos deportivos de los espectáculos de masas, pues están cuidadosamente narcotizados con polémicas estériles alentadas por unos irresponsables medios de comunicación, que con tanto despropósito y manipulación, inducen a una violencia que a veces tiene como colofón el trágico resultado acaecido la semana pasada en los aledaños del campo de fútbol del Vicente Calderón, con un aficionado al que se le ha segado la vida de forma trágica e injustificable. ¿Qué hacemos con los culpables? La cárcel debiera ser su único sitio.

En cambio, si son buenos tiempos para ungirnos con nuestro mejor atuendo de dignidad, y salir a nuestros barrios, para llenar sus calles de decencia, justicia y solidaridad. Son unos magníficos tiempos para seguir apoyando sin fisuras las Marchas de la Dignidad pidiendo algo tan revolucionario como pan, trabajo y techo. También apoyando a todas las Mareas Ciudadanas que luchan por el mantenimiento de los servicios públicos en sectores como la sanidad, la educación, los servicios sociales, la dependencia, etc. Apoyando la plataforma Stop Desahucios que están al lado de los seres más vulnerables de nuestra sociedad haciendo una labor colosal.

Todo lo que sean nuevas estrategias y herramientas de lucha contra la barbarie capitalista, bienvenidas sean (facebook, twitter, etc...). El fenómeno Podemos al que sigo con diligencia y entusiasmo, pero también con la exigible y necesaria distancia, percibo pueda estar cayendo en cierto grado de autocomplacencia con su imparable militancia virtual (Ágora Voting).
Observo con preocupación cierto desdén desde las filas de esa militancia virtual hacia la militancia tradicional, la de las fábricas, la de los tajos de trabajo, la del surco y el jornal. Pienso que es un error mayúsculo, que confío sepan atajar a tiempo desde la inteligencia, habilidad y astucia de sus cuadros dirigentes. Ambas militancias no pueden ni deben estar enfrentadas, sino que deben retroalimentarse la una de la otra y encajar como las piezas de un puzzle.

No hay que sonrojarse ni pedir perdón por estar en las viejas trincheras de la lucha social. Para nada están obsoletas. Soy de los que piensan que el ser humano como mejor siente en sus propias carnes los valores de la solidaridad, la fraternidad, la justicia, la libertad, es cuando camina codo con codo al lado de su semejante, al lado del que ningunean y esclavizan, al lado del que desahucian y enajenan, al lado del que arrebatan su dignidad, al lado del que le embargan hasta sus sueños.

La militancia virtual sin rostro humano, sin el latir caliente de la sangre, corre el riesgo de subir como la leche en el fuego, pero también de desmoronarse como un castillo de naipes. No sabría muy bien donde ubicar este fenómeno social mediático, sin precedentes en nuestra historia reciente.

Tiene señas de identidad propias de la mayoría silenciosa que debieran combatir, pero también está ampliamente impregnado de las singularidades que definen a la inmensa mayoría. Apuesto firmemente por su encuadramiento y afianzamiento en esta última. La mayoría silenciosa, mejor dejarla rumiando su cobardía y su complicidad con el aumento de la pobreza de este país, e incluso con los muertos que provocan los criminales desahucios. Allá su conciencia, si la tienen.

Detrás del teclado de un ordenador es muy fácil demostrar indignación y movilización. Lo difícil viene siempre cuando desde nuestra vida en precario, casi a precio de saldo, hay que salir a la calle a mostrarnos cara a cara, a enfrentar a nuestro banquero, a nuestro jefe, a nuestro alcalde.

Conozco a muchos gallitos, algunos perros ladradores, a los que a la hora de la verdad se les va toda la fuerza por la boca, para finalmente en espantada, salir corriendo con el rabo entre las piernas. Lo difícil es hacer nuestros sin dobleces, a plena luz del día, con luz y taquígrafos, aquellos versos de Gabriel Celaya que dicen:

"A la calle que ya es hora
de pasearnos a cuerpo,
y mostrar que pues vivimos
anunciamos algo nuevo".


¡Ay!, si en hacer esto último invirtiésemos lo mejor de nosotros. Con toda certeza, otro gallo cantaría las cuarenta a este sistema capitalista salvaje, criminal y genocida.

viernes, 28 de noviembre de 2014

CAYETANA DE ALBA Y LA MEMORIA HISTÓRICA

Un 20 de noviembre se provocó la expiración del dictador Francisco Franco, desenchufándosele los aparatos que le mantenían artificialmente con vida vegetativa. Se hizo tal día porque en la misma fecha, en un 20-N de treinta y nueve años atrás, había sido fusilado, por una torpísima decisión republicana, José Antonio Primo de Rivera, el líder del fascismo de la historia europea más fracasado en las urnas y más victorioso por la sangrienta ruptura de las mismas. Otro 20-N, este último, se desconecta en Sevilla a Cayetana Fitz-James Stuart, ciudadana igualmente española. Se ignora de quiénes ha sido la ocurrencia macabra de hacer coincidir de nuevo la fecha de fallecimiento.

La muerte parece que ha estado bien escenificada. Por encargo de la familia, fue el alcalde de Sevilla, perteneciente al Partido Popular, el juez de profesión Juan Ignacio Zoido, quien diera la noticia a la ciudadanía sevillana convocándola al Salón Colón (antes Salón de los Borbones) del Ayuntamiento de la Ciudad, salón que la corporación municipal ofrecía, como su mejor espacio, junto a toda la parafernalia municipal, para que se le rindiesen los debidos honores al féretro de la duquesa antes de trasladarlo a la Catedral para oficios presididos por un cardenal y una infanta.

Se ignoran las razones de esta deuda ciudadana. Y son en cambio conocidos unos deméritos, bien que acallados por virtud de la desmemoria histórica. La interfecta fue notoriamente titular de no sé cuántas grandezas y noblezas y de un inmenso patrimonio urbano, rural y financiero, como hija y heredera del Duque de Alba, quien a su vez fuera, no menos notoriamente, financiador y embajador del golpe de Estado del verano del 36 y de las subsiguientes guerra y dictadura. Ahí radica la verdadera deuda. Júzguese si es merecedora de honores ciudadanos. La familia Alba actual es árbol de esa raíz.

Se vengaba de la República el Duque de Alba por haber tenido la osadía de cuestionar la legitimidad de patrimonios como el suyo desde el punto de vista tanto histórico como social.

Históricamente, la forma como en la España del siglo XIX se habían efectuado la abolición de los señoríos, la desvinculación nobiliaria, la liberalización mercantil y financiera, y las desamortizaciones municipal y eclesiástica no sólo salvó literalmente de la quiebra a dinastías como la de Alba, sino que potenció su capacidad económica, en particular de cara a un campesinado despojado por dichos procesos.

Socialmente, la consecuencia mayor fue, en especial para Andalucía y Extremadura, la degradación del campesinado hasta extremos de miseria con la consiguiente supeditación y abaratamiento, casi servidumbre, del trabajo rural.

Todo ello, también la historia, se tuvo bien en cuenta por la República para poner justamente en cuestión la legitimidad de unos grandes patrimonios. Había comenzado con la misma Constitución republicana, aboliendo la nobleza en aplicación estricta del principio de no-discriminación. El precio de la recuperación de aquellos patrimonios fue la dictadura; el premio a su apoyo, privilegio social y sinecuras financieras, de las que Alba sacó buen provecho. Añádase algo: no hay a estas alturas del siglo XXI signo alguno de conciencia, ya no digo de arrepentimiento, ni de disposición a la reparación por parte de la familia Alba. Jesús Aguirre, el segundo marido de Cayetana, intelectual de profesión, ayudó al blindaje del patrimonio, no a la toma de conciencia.

El patrimonio disfrutado por la Casa de Alba es inseparable del auxilio prestado por el entonces Duque a la sublevación franquista y a la posterior dictadura.

Solo una lamentable desmemoria ciudadana explica que episodios como el sepelio de la Duquesa, o ciertos festejos y celebraciones, conciten adulación pública, sin asomo siquiera de censura por parte de la oposición de izquierdas.

El problema último sigue radicando, para España toda, en la desmemoria histórica, tan profunda que hace que las apologías retrospectivas del terrorismo franquista pasen desapercibidas.

Por internet pueden revisarse los programas especiales de radios y televisiones, también de las públicas, del último 20-N, así como las abundantes páginas de prensa del día siguiente. El tópico más repetido es el de la popularidad de Cayetana por causa de su llaneza, esto es, por no tomarse en serio ni las cosas serias y así vivir la vida ligera, no diré que loca, con sus espaldas bien cubiertas. Hasta un exvicepresidente del gobierno, socialista para más señas, se ha deshecho en el elogio de Cayetana la llana y del patrimonio de la casa de Alba.

Duquesa de los toreros, también se le dice reiteradamente, como mérito a sumar. Entre tanta frivolidad y banalización como campea, es difícil encontrar durante estos últimos años en España un personaje público no improvisado tan frívolo y banal como el de la susodicha duquesa. Agréguese a esto el agravante de la responsabilidad social de ser titular de un patrimonio saturado de sangre española no tan remota para la memoria histórica de signo demócrata.

Regresemos a Sevilla. Últimamente son muchos los sevillanos que han tenido motivos para avergonzarse de ser ciudadanos de Sevilla. Sin ir más lejos, hace un par de meses, en setiembre, el barrio del Porvenir, fue tomado por la Cofradía de Jesús de la Victoria y Virgen de la Paz para la celebración de su 75 aniversario. Háganse las cuentas: La fundación, formalizada canónicamente en 1939, había sido iniciativa de Gonzalo Queipo de Llano, el general más sanguinario de los sanguinarios generales del golpe contra la República encabezado por Francisco Franco y Emilio Mola. Tampoco hay visos de conciencia en esta efeméride cofrade.

El Ayuntamiento se puso al servicio de la Cofradía del Porvenir para la ocupación de las calles con retirada de vehículos y otras acciones policiales, esto es, con empleo de personal y medios pagados por la ciudadanía durante varios días.

Entre setiembre y noviembre hay más motivos para la vergüenza. El distrito municipal del barrio lo adornó el 12 de octubre con banderitas rojigualdas portando la leyenda de Día de la Hispanidad, una advocación de fondo racista y uso franquista que no es oficial para la fiesta española y que ha sido incluso abandonada desde 1992, por vergüenza ciudadana ante la presencia indígena, por los Estados latinoamericanos que también habían venido utilizándola.

¿No hay fiscal que mire a las recurrentes prevaricaciones y malversaciones de un alcalde por poner personal, bienes y vías del municipio a disposición gratuita de intereses particulares, pues los eclesiásticos también los son? Desde luego que los casos de la duquesa y la virgen franquistas no son los únicos. Pero no es cuestión de personalizar ni de judicializar. No personalicemos porque no se han escuchado críticas relevantes a las referidas actuaciones del alcalde sevillano por parte de la oposición de izquierdas con representación en el municipio. Priva la idea de que Sevilla tiene un color especial y de que el duende taurino y el azahar cofradiero arrastran localmente muchos votos.

No quiero remontarme a la trayectoria de alcaldes socialistas con respecto a la Iglesia Católica en general y a la Semana Santa en particular, la semana en la que las cofradías toman la ciudad poco menos que entera con todos los medios municipales a su disposición y sin hacerse cargo ni de un Euro del coste del servicio.

Sevilla por lo demás ya cuenta, desde hace cerca de cuatro años, con una estatua de Cayetana erigida en uno de sus más céntricos jardines, lo que no se debe a la actual corporación.

El mayor insulto a la inteligencia demócrata lo ha protagonizado un exalcalde socialista de Sevilla elogiando a la duquesa fallecida por “machadiana” para añadir que fue además “felipista”. Así que no personalicemos ni partidicemos. Tampoco judicialicemos. Bastante carga tiene la justicia en España y bastante mal la atiende. El problema es político y no tiene solución judicial. Tampoco digo que prevariquemos, la ciudadanía y la fiscalía, guardándonos de denunciar delitos al fin y al cabo flagrantes.

Digo sólo que, en casos de actuaciones netamente políticas contrarias a derecho sin derramamiento de sangre ni otro daño grave, la vía judicial no es que sea inútil, pues alguna utilidad política reporta, sino que resulta contraproducente, sea en Andalucía o en Cataluña. En Sevilla, en una ciudad que sufre de hiperactividad judicial y fiscal políticamente además sesgada, el problema más inmediato estriba en cosas como, por ejemplo, la connivencia o la incapacidad de la oposición municipal antes que en el silencio de la fiscalía o que en el sesgo de la justicia.


El reciente 20-N también acusa que el problema último sigue radicando, para España toda, en la desmemoria histórica con su batallón de corifeos comenzando por unos políticos irresponsables que se han deshecho en elogios de la duquesa Cayetana y del patrimonio de Alba. Ante esta apología retrospectiva del terrorismo franquista, no vale la justicia, sino la política. Y son la política y la justicia las que debieran esclarecer aquel terror. Ante la prevaricación de no hacerlo, otras prevaricaciones palidecen.

viernes, 21 de noviembre de 2014

¿PODEMOS O PABLEMOS?

Una formación atrapalotodo o “partido escoba”, y un líder a su imagen y semejanza. Eso es Podemos tras el rotundo veredicto emitido por las urnas electrónicas el pasado sábado 15 de noviembre: el partido de Pablo Iglesias. Salvo Santiago Carrillo, cuando el 14 de abril de 1977 impuso la aceptación de la Monarquía a la cúpula del Partido Comunista de España (PCE), nunca antes en la España democrática un dirigente político había concentrado tanto poder en su mano. Y en el caso de la organización de Pablo Iglesias, con el valor añadido de presentarse como el “partido de la gente”.

Por unánime decisión de sus activistas, Iglesias ha sido investido secretario general de Podemos, haciendo al mismo tiempo de los principales órganos de decisión del partido una caja de resonancia de su liderazgo. Desde el Comité de Coordinación (CdC), que estará integrado por 10 personas, hasta la Comisión de Garantías Democráticas (CGD), pasando por el más coral Consejo Ciudadano (CC), constituido por 62 delegados netos, todo en el organigrama ejecutivo de Podemos ha sido diseñado en clave presidencialista.

Un caso inédito en la reciente historia de la partidocracia española, sobre todo teniendo en cuenta que Podemos aún carece de presencia parlamentaria en las instituciones del país, limitándose su currículum a los cinco eurodiputados obtenidos en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo. Curiosamente, sirviéndose en aquella ocasión de un programa-reclamo del que solo seis meses después la cúpula de Podemos reniega en sus aspectos más radicales, como lo concerniente a la denuncia integral de la deuda soberana por ilegítima o el tema del cuestionamiento del euro.

Y todo ello en medio de una galopada de entusiasmo popular y mediático sin precedentes. Porque, contradiciendo toda prudencia política, a cada órdago monopolizador lanzado por Pablo Iglesias y su equipo las bases han respondido con una entrega sin condiciones. Eliminó la posibilidad de una dirección colegiada echando mano del viejo discurso caudillista; implantó sus coordenadas programáticas con la amenaza de dimitir si no eran aceptadas; estigmatizó al competidor proponiendo que las minorías se automarginaran, y acaba de culminar su paseo triunfal logrando lo nunca visto en democracia: que los de abajo cedan “orgullosamente” todo el poder a los de arriba.

La fidelidad al líder demostrada por los “pablistas” que han entrado a formar parte de los “círculos” de poder de Podemos recuerda, mutatis mutantis, al elenco de “senadores de designación real” con que se armó el tinglado con que echó a andar la primera legislatura de la transición. Ni el “asambleario” Consejo Ciudadano, máximo órgano entre congresos, ni el elitista Consejo de Coordinación, escapan a la lógica atrapalotodo que identifica a la marca Podemos. El staff del CC ha sido elegido votando la plana ofertada en exclusiva por el equipo de Pablo Iglesias, “Claro que Podemos”, reproduciendo así en los hechos a las denostadas listas cerradas y bloqueadas de los partidos del régimen, y además los integrantes del CdC han sido también elegidos de una única lista propuesta por el secretario general.

De la magnitud de la inquebrantable adhesión al pablismo da idea la cuantía de votos obtenidos por el cabeza de lista oficial (Claro que Podemos) y su equivalente alternativo para los distintos órganos. Secretario General: Pablo Iglesias el 96,87% de los votos; Pablo Monge el 1,01%. Consejo Ciudadano: Íñigo Errejón el 89,54% de los votos, Cristina Oliván el 5,25%. Comisión de Garantías Democráticas: Gloria Elizo el 86,12% de los votos, Cristina Oliván el 5,02%. Todo, democráticamente atado y bien atado.

Dicen las crónicas que entre los invitados a la asamblea constituyente que se ha propuesto liquidar el bipartidismo dinástico había, entre otros, representantes de Izquierda Socialista (IS), el ala izquierdista del PSOE, y que en su discurso de clausura está vez Iglesias ha omitido críticas al partido que lidera Pedro Sánchez. Un gesto congruente con los fichajes realizados recientemente por Podemos para la fontanería del partido. Los últimos han sido, el economista Juan Torres, antiguo secretario general de Universidades de la Junta de Andalucía y el politólogo Vicenc Navarro, un famoso académico que colaboró en la confección del programa electoral del anterior presidente de gobierno José Luis Rodríguez Zapatero.

Hay otros socialistas desenganchados que forman parte de la vieja guardia de Podemos desde sus orígenes, como el jurista Carlos Jiménez Villarejo, ex fiscal especial anticorrupción durante los años de plomo del felipismo. Catalán de nacimiento, el eurodiputado dimisionario Villarejo, tío de la exministra socialista de Asuntos Exteriores Trinidad Jiménez, publico un artículo en el diario El País el pasado 7 de noviembre, con el título de Una consulta antidemocrática, donde negaba toda legitimidad al 9-N, en línea con las tesis prohibicionistas del Tribunal Constitucional ante el ejercicio del derecho a decidir.

Concluido el maratón constituyente, la nomenklatura de Podemos se centrara en las elecciones autonómicas y generales del 2015 para proseguir su larga marcha a través de las instituciones. Una vez descartada la participación en los comicios municipales, al menos en las pequeñas localidades donde la cuota de poder a ganar es casi nula. Y si las encuestas continúan siendo favorables a la nueva organización, llegará el momento de los pactos para gobernar, escenario que muy probablemente culminara tomando de consorte al PSOE, uno de los dos partidos factótum de la crisis y del sistema.


        Tamaña peregrinación frustrada de abajo-arriba (del horizontalismo al verticalismo y de la democracia deliberativa a la democracia plebiscitaria), caso de consumarse, recordaría lo sucedido en Alemania con Los Verdes (Die Grüne) en su particular asalto a los cielos. Una formación de raíz profundamente contestaría que en 1998 entró a gobernar con el PSD de Gerhard Schröder y cinco años después, en marzo de 2003, sancionó la Agenda 2010, un paquete de medidas para “flexibilizar la economía alemana” en aspectos como trabajo, salud, pensiones e inmigración (entre otras medidas de marcado talante ecológico). Una hoja de ruta “rojiverde” que ha inspirado a la troika (CE, FMI y BM) para lanzar su arsenal de políticas austericidas que Podemos ha prometido derogar

domingo, 19 de octubre de 2014

ÉBOLA: ¿EN QUE MANOS ESTAMOS?

Bastaría la tremenda historia de Teresa, su marido y el perro para convertir la llegada del ébola a España en un brutal retrato de época. Lo que estamos viviendo y contemplando son una serie de secuencias que confluyen en una pregunta: ¿en qué manos estamos? No se trata tan sólo de haber superado el nivel de incompetencia que suelen practicar los poderes públicos, lo que ya sería mucho, sino la desvergüenza con la que se muestra, se ejerce y hasta se exhibe, con impunidad absoluta.

Para defenderse de las acusaciones de ineficacia y las peticiones de dimisión realizadas a Ana Mato, Rajoy exclamó: “¡Dejen trabajar a los expertos!”, como si esta crisis hubiera dependido en algún momento de los expertos. Como no ha sido así, como nunca ha dependido de los expertos, sino sólo de los malos políticos, esta crisis es claramente política. Y es, además, una metáfora perfecta de lo que ocurre.

El Partido Popular utilizó a dos religiosos enfermos de ébola para demostrar eficacia, capacidad de reacción, poderío; algo así como cuando Aznar puso los pies encima de una mesa y nos metió en una guerra. El traslado de los sacerdotes fue la manera de Rajoy para poner a España en todas las portadas.

Quiso mostrar que su gobierno era capaz de fletar un avión medicalizado, de enviar en él a unas personas vestidas de astronautas, de empujar a los enfermos en unas camillas encapsuladas, etc. Es decir, quiso mostrar al mundo que somos un país moderno y desarrollado, con un gobierno fuerte al mando. Yo pensaba entonces que a los sacerdotes enfermos había que repatriarlos porque pienso que un gobierno decente no debe abandonar a ninguno de sus conciudadanos en una circunstancia adversa: ni a los misioneros en África, ni a los enfermos de cáncer que pierden su empleo, ni a las personas dependientes, ni a los extranjeros que viven entre nosotros, ni a los parados, ni a nadie. La verdad es que me equivocaba: un gobierno que abandona a todo el mundo a su suerte no puede ocuparse eficazmente de una enfermedad contagiosa, más allá de la pura cuestión de la propaganda, la única que les importa.

Lo cierto que es que estas repatriaciones han traído la enfermedad y el riesgo de contagio, pero no porque se haya producido una mala gestión o un error, sino porque la verdad es que en el interior de aquel avión, de aquellos trajes, de aquella camilla encapsulada… no hay nada. No hay expertos, ni inteligencia, ni preocupación por la salud de nadie, ni hay hospitales preparados, ni protocolos, ni hay medios. Los trajes quedan cortos, las mascarillas tienen agujeros y no se le ha enseñado a nadie cómo actuar. Todo es puro attrezzo. Como los hospitales inaugurados en periodo electoral por Esperanza Aguirre, paredes relucientes e interiores vacíos, cuando no atestados de enfermos sin derecho a cama.

El ébola ha servido para mostrar el mundo y a nosotros mismos que este país está infectado, sí, de ineficacia, injusticia, pobreza y ruindad moral, que es lo que han implantado los que gobiernan. Porque la verdad es que nos gobiernan, como leí el otro día en una red social, unos pijos. Los pijos no se caracterizan sólo por un hablar afectado, sino fundamentalmente por ser personas que provienen de una clase social privilegiada que no han desarrollado ningún sentimiento de empatía hacia sus semejantes. Son personas egoístas, insolidarias y además, por lo general, imbéciles e incapaces de darse cuenta de sus propias limitaciones; por el contrario, suelen ser personas  pagadas de sí mismas y con un alto sentido (erróneo) de su propia valía.

En España estos especímenes se dan profusamente en el Partido Popular y  en el mundo empresarial como herederos que somos de una guerra que se hizo para defender los privilegios de unos pocos; y no de una historia democrática que, por lo menos, hubiera instaurado una educación pública decente con capacidad para ofrecer oportunidades a todas las personas. Aquí no hemos tenido de eso.

Si lo del ébola se les ha ido de las manos es porque han desmantelado la sanidad pública y han convertido los hospitales en lugares atestados que no tienen medios materiales ni humanos. Lo del ébola no podía ir mejor de lo que ha ido (y esperemos que no vaya a peor) porque los gestores de la sanidad pública, desde la ministra hasta el Consejero de Sanidad, son personas demostradamente incapaces además de insensibles, crueles, mentirosos y, además, prepotentes. Pero, sobre todo, porque tienen la misión de desmantelar, privatizar, reducir los recursos, abrir vías de negocio para sus amigos.  Ahora, como en otras tragedias debidas a la desidia pública y a los recortes, desde el Yak 42, el metro de Valencia o el accidente del Alvia, toda la culpa será de la enfermera a la que ya están insultando y a la que es posible que estén incluso presionando.

Como los niños pijos, nuestros gobernantes no asumen nunca ningún tipo de responsabilidad por sus actos porque ni siquiera conocen la vergüenza o el pudor que suele anidar en la mayoría  de la gente decente. Como los pijos que son, nuestros gobernantes no sienten la más mínima empatía por nadie que no sean ellos mismos. Es la ideología y la práctica del “que se jodan”.

La gente corriente se pasa años en listas de espera interminables para operaciones y/o tratamientos cuya ausencia puede que no sea mortal, pero que puede ser dolorosa o incapacitante. Las personas dependientes no tienen ninguna ayuda, la gente se hacina en los pasillos, la suciedad es una constante, la comida es una mierda y mucha gente, esa misma gente que ahora pretendía gestionar el ébola, se ha hecho o se va a hacer rica gracias a todo esto. Nuestra responsabilidad como ciudadanos y ciudadanas es hacer todo lo humanamente posible para librarnos de estos gobernantes.

Primero se trae a los pacientes misioneros de África, Miguel Pajares, 75 años, y García Viejo, 69, por una decisión catalogada de “sociopolítica”, o lo que es lo mismo, para sacarle rendimiento político en un momento en el que la sanidad pública se está haciendo pedazos y la sociedad lo sufre. Una buena oportunidad para dar un golpe de efecto: demostrar el altísimo nivel de la sanidad pública española, o lo que es lo mismo, aquí no pasa nada y los que protestan lo hacen por razones espurias.

Primera cuestión: ¿quién tomó la decisión de traer al primer misionero desde Liberia? Todavía no tenían ni los sueros y medicinas que habían pedido a Suiza. ¿Fue en una reunión de facultativos expertos en el tema, o partió de una notoria incompetente en todos y cada uno de los campos que ha trabajado, como es el caso de Ana Mato, licenciada en Políticas y Sociología, cuyos conocimientos en medicina están a la misma altura que los míos?

¿En qué manos estamos? ¿Y si fuera una decisión estrictamente política? Montamos un circo, nos traemos a los curas con gran revuelo mediático, y demostramos no sólo nuestro interés por su abnegación sino también nuestra capacidad. En el fondo, digámoslo sin paliativos, los trajeron para morir y con absoluto desprecio, por ignorancia e incompetencia, de las consecuencias de tal aventura.

Donde había una responsabilidad solidaria, ahora afrontamos un riesgo de epidemia con implicaciones humanas y económicas de primer orden. No es cuestión de dimitir o no, asunto accesorio, sino de autocrítica política y desaparición de la vida pública, para evitar hacernos por enésima vez la misma pregunta del millón: ¿en qué manos estamos? ¿Quién asumió el riesgo y dio luz verde a la aventura más peligrosa que ha tenido el PP en su reciente etapa gubernamental?

Para desgracia de la vanidad de los talibanes del patriotismo esto va mucho más allá de Catalunya, la consulta y la reforma de la Constitución. En una situación de grave emergencia estamos en manos de unos frívolos irresponsables. Quizá sea esta la característica de nuestra época: la frivolidad unida a una inexperiencia que es la madre de los irresponsables, que luego lo resuelven todo alegando que nunca se imaginaron tales consecuencias.

¿Algo positivo? No encuentro nada fuera de la radiografía social. Primero, las medallas por la genial y sensible decisión de traerse a los misioneros a España para morir junto a los suyos. Mentira. El circo se acabó cuando llegaron al hospital Carlos III, la niña de los ojos sanitarios del PP y los desmontadores de la sanidad pública en Madrid. ¿De verdad alguien puede imaginar que se los trajeran para morir? Además, de manera fulminante; uno duró cinco días, el otro apenas tres.

Vivimos tiempos de infamia, mediáticos, evocadores de viejas épocas. Sólo lo virtual otorga una sensación de verosimilitud. Vuelven los periodistas que exigen la censura de sus adversarios políticos, con los que se ensañan cuando les dan una oportunidad. Hace cien años, al menos existía la posibilidad de retar a duelo a los malandrines, ahora sólo queda aguantar y esperar tiempos mejores.

En una época como esta sí que cabría una denuncia ante una de las decisiones políticas más temerarias del Gobierno de Rajoy, como es el transporte para la agonía de dos misioneros a los que no había posibilidad alguna de salvar, por falta de medios y de saberes, y que se ha convertido, de momento, en la tragedia de una auxiliar de enfermería, Teresa Romero, su marido, y la más inocente de las víctimas, un perro de nombre Excalibur, ajusticiado por comodidad, quizá porque era el único que no podía denunciarles ante los tribunales.

Pero ahora viene la parte más sórdida, la de cómo hacer que toda la impostura de unos “protocolos”, ¡palabra mágica que lo ampara todo!, improvisados para abordar un virus poco conocido, porque hasta ahora afectaba a los negros y en África, recayera sobre alguien fuera de la élite político-profesional. Hacer recaer la responsabilidad en el eslabón más débil de la cadena hospitalaria. Una auxiliar de enfermería; la que hubo de recoger los restos de la temeridad política.

     
Teresa Romero, a la que las instituciones del PP madrileño e incluso los médicos dentro de toda sospecha, acusan de cosas tan singulares como falta de rigor y ser el agente que ha provocado lo que ninguno de sus superiores habría previsto. Un contagio.

Un médico, saltándose el decaído juramento hipocrático, sugirió que quizá “hubiera habido” el tacto de un dedo sobre la cara de la “auxiliar de enfermería”. Atención siempre a la categoría de clase: auxiliar de enfermería. El escalón más bajo del trato al paciente, el menos protegido, el que se puede comer todos los marrones de los caballeros titulados. ¡Un dedo en la cara!, precedido de un imperfecto de subjuntivo, “quizá hubiera habido”, un tiempo de verbo que quizá ya no se dé en las escuelas pero que exigiría una explicación sobre la ambigüedad perversa que entraña. Garantizo que ese galeno llegará lejos en las instituciones sanitarias; tiene madera de cínico y esa bonhomía del supuesto científico, que parece que no le da importancia pero que la ha señalado no como víctima sino como autoinculpada.

Y qué decir del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, eminente catedrático de la Complutense, doctor Javier Rodríguez, conocido entre el estudiantado por “Gorca” por razones que la autocensura me impide explicar. Es él quien da un paso más y se pregunta si “la auxiliar” no habrá mentido. La medicina es una de las actividades que generan más corrupción y mentira, superior en ocasiones a las entidades financieras, auténticos profesionales de la falacia. Y es obvio y no cabe escandalizarse, porque mientras unos aseguran estar atentos a tu fortuna, cosa importante y trascendental, los otros se ocupan de tu vida y de tu muerte, asunto inapelable. ¿De qué le vale la fortuna si te mueres en un box, más abandonado que un periodista decente?

La perversidad de una manipulación de Estado es indescriptible y la gente que no está en esos secretos se queda perpleja. La auxiliar de enfermería, que llevaba días anunciando que dada su peculiaridad de haber tratado a los dos enfermos terminales del ébola, los misioneros, tenía fiebres y que no alcanzaba los límites del protocolo, 38,6. ¡Qué importan los límites! Lo que interesa es cumplir el protocolo, esa barrera que impone el poder para preservarse de sus responsabilidades. Que fue a hacer oposiciones para dejar de ser auxiliar de enfermería y pasar a fija, que siguió su vida cotidiana, que incluso se depiló…

¿Esa basura de gente no puede ser denunciada por la ciudadanía y los medios de comunicación? ¿Alguien dio instrucciones a la auxiliar? ¿Le dijeron lo que había que hacer? Nada de nada. El poder es sordo y ciego cuando se trata de su supervivencia. Que la auxiliar sea crucificada, que el marido pase a la cuarentena del apestado, y que al perro lo maten, porque al fin y a la postre no vota ni tiene familia ni hay que explicarle que va a morir, parecen accidentes.


Es verdad que el animal no contagia a nadie, pero como no dice nada puede ser la mejor víctima propiciatoria de la catástrofe. Muerto el perro, se acabó la rabia. Un refrán popular que, como casi todos, es falso y resume una tradición: el más débil paga las responsabilidades del poderoso. Podríamos compararlo con la diferencia entre una auxiliar de enfermería y un doctor diplomado con mando en plaza.

martes, 14 de octubre de 2014

ÉBOLA, UNA ASQUEROSA NEGLIGENCIA IMPERDONABLE

Todo lo que han hecho o dicho los responsables sanitarios de los gobiernos de España y de la Comunidad de Madrid hasta el momento sobre la crisis del Ébola y sobre la enfermera contagiada “causa asco” y “repulsión moral”.

El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define el adjetivo "asqueroso" en su primera acepción como "Que causa asco" y en su cuarta acepción como "Que causa repulsión moral o física". Tanto una como otra acepción nos sirven para definir a la perfección a los principales responsables tanto del Ministerio de Sanidad, como de la Consejería de Sanidad de Madrid, empezando por la Ministra, y siguiendo con otras personalidades de primer orden de ambos organismos. Pero sobre todo, a quien le viene como anillo al dedo el adjetivo que titula este articulo es, sin duda, al Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, el ínclito Javier Rodríguez (médico de profesión y neoliberal de convicción). Y es que lo que ha dicho este hombre a propósito de Teresa Romero, la enfermera infectada con el virus del Ébola, es simple y llanamente, asqueroso, o sea, que causa asco y repulsión moral, a partes iguales, al menos, en una persona con un mínimo de sensibilidad.

Se ve que no ocurre lo mismo con los periodistas de los medios ultraconservadores (léase La razón. ABC, Libertad Digital, Cope, etc., que, como todo el mundo sabe, están infectados por otro virus casi tan dañino como el Ébola, llamado mala leche).

Desde el primer momento en que se supo que una persona de las que habían atendido a los dos enfermos anteriores se había infectado con el virus, las cúpulas del Ministerio y de la Consejería de Sanidad de Madrid empezaron a vomitar basura por sus bocas inmundas, a lanzar mensajes plagados de insinuaciones veladas, con el ánimo de sembrar dudas y de que, en cualquier caso, las culpas recayeran sobre la pobre persona que había tenido la mala suerte de contagiarse, nunca, bajo ningún concepto, sobre las autoridades sanitarias. Cualquier cosa sirve con tal de no asumir la responsabilidad propia con valentía y admitir que una o uno no está capacitado para afrontar un problema y presentar la dimisión.

Todos los argumentos que han utilizado Javier Rodríguez y Ana Mato para criminalizar a la enfermera, se acabarán volviendo en su contra (ya lo han hecho en gran medida) y en poco tiempo, presiento que el Ébola será para el gobierno de Rajoy y para el de González tan pernicioso como lo fue la Guerra de Irak y los atentados de Madrid para el gobierno de Aznar.

No creo que, en el momento en el que redacto estas líneas, haya en todo el estado español una sola persona más allá de los impresentables de los medios ultraconservadores y de Javier Rodríguez, Ana Mato y sus colaboradores, que culpe a la enfermera del contagio. En toda esta historia, si hay alguien que ha mentido, y estamos seguros de que lo hay, todos sabemos muy bien quienes han sido.

A Teresa Romero, si de algo se la ha de culpar, es, sin duda, de un altruismo a prueba de bombas, y de ser una persona con un sentido del deber que para sí quisieran Ana Mato, Javier Rodríguez y los elementos que trabajan en sus equipos.

Y no se nos puede olvidar que las Ana Mato y los Javier Rodríguez que ahora nos quieren vender la burra de que están tan preocupados por la salud de los madrileños y de los españoles, son los que han dinamitado el sistema sanitario público español, que hace unos años era ejemplar y, a día de hoy, da auténtica pena, con sus políticas neoliberales de recortes y de privatizaciones.

Pero es que además, en España, un país que está perdiendo la capacidad de asombro, donde el pisoteo de los derechos de los ciudadanos se ha vuelto como parte del mobiliario urbano, aún hay hechos que nos causan especial estupor por la amoralidad que delincuentes y gobernantes de todas las escalas muestran por igual.

Es indiscutible la irresponsabilidad que ha mostrado el Ministerio de Sanidad, su negligencia en el tratamiento del problema. La permanencia en su puesto de Mariano Rajoy es simplemente inaceptable, intolerable para la sociedad española, y es así aunque la oposición política y los medios de información no lo exijan.
       
Que dimita Ana Mato no es lo fundamental, debe dimitir Rajoy y con él caerá la ministra y el resto de los responsables, Javier Rodríguez e Ignacio González incluidos, por supuesto. Las negligencias en la gestión de este Gobierno han quedado demostradas en múltiples ocasiones, lo mismo frente a desastres naturales que en lo relativo a accidentes en medios de transporte colectivo y en el tratamiento dado a diversas situaciones muy lamentables que están en la memoria de todos, así como su papel omiso para reparar los daños causados y asumir responsabilidades.

La estrategia adoptada por el Partido Popular, consistente en culpabilizar de la propagación del virus a la enfermera afectada, aparte de asquerosa, debe ser denunciada si más dilación ante los Tribunales de Justicia, en el Código Penal sobran supuestos y artículos para dar cuerpo a la querella.

De la propagación del virus el único culpable es el Gobierno, por  la imprudencia, negligencia, impericia o inobservancia de reglamentos y deberes que requiere el caso que nos ocupa.

Y la negligencia criminal es un delito. Lo que hace que la negligencia criminal sea un crimen es la imprudencia del acto. La negligencia criminal por parte de las autoridades sanitarias equivale a una violación grave de los derechos humanos y de los derechos del paciente necesitado de ayuda médica.

El Gobierno es culpable, sin lugar a ninguna duda, por actuar imprudentemente y negligentemente. El descuido en el actuar, la omisión consciente, el descuido por impericia o dejar de cumplir un acto que el deber funcional exige, en materia penal es punible.

Son ya demasiados los casos en que la responsabilidad del Gobierno ha quedado totalmente impune, recordemos por ejemplo el accidente del metro valenciano, el descarrilamiento del tren de Angrois, las muertes del Madrid Arena, la tragedia del Prestige o la barbaridad del Yak-42 y otras más que están en la memoria de todos, tragedias todas ellas responsabilidad del Partido Popular pero de las que finalmente han salido impunes. Que con la actual crisis del Ébola no pase lo mismo.

Si en esta ocasión vuelven a quedar impunes, si no son condenados por la justicia y pagan su culpa, si esto sucede y nos quedamos en un par de dimisiones, será cuestión de tiempo que nos veamos en otra situación parecida. El temor al castigo es lo único que quizás entiendan los políticos y quizás con ese temor comiencen a actuar de forma responsable, si siguen siendo impunes seguro que seguirán igual que hasta hoy.


Las mujeres y hombres que vivimos en este país no nos merecemos que nos gobierne esta panda de inútiles, incompetentes, embusteros, liantes y asquerosos. Si Ana Mato y Javier Rodríguez albergasen una sola molécula de dignidad, ya habrían dimitido hace días. Aunque bien pensado, no sé qué es peor: que sigan en sus puestos sin hacer absolutamente nada o que dimitan y se vayan, con su amigo Gallardón, a ganar ochenta y siete mil cuatrocientos cuarenta euros al año, con secretaria y chófer, sin hacer absolutamente nada, al consejo consultivo de Madrid. Asco de país.

martes, 7 de octubre de 2014

LUTO EN EL CAPITALISMO ESPAÑOL

En unos pocos días de septiembre las páginas de economía se han convertido en secciones necrológicas por el fallecimiento sucesivo del primer banquero del país (Emilio Botin), el propietario del mayor grupo de distribución (Isidoro Álvarez) y un exministro de Economía que pilotó los primeros años de la internacionalización de la economía española (Miguel Boyer). Los ditirambos que la prensa “seria” ha dedicado a los finados sonrojan de vergüenza. (Aunque ya se sabe que los mejores elogios los recibimos cuando nos morimos, todos quisieramos ser Tom Sawyer y presenciar nuestro entierro). Algo esperable cuando los que han fallecido son los verdaderos “amos” del país (el propietario de la mayor empresa, el dueño del lider en gasto publicitario) o han jugado un papel inestimable en la conversión de la izquierda al neoliberalismo. Pero insoportable cuando estos panegíricos tratan de impedir que enjuiciemos el verdadero papel de estas figuras.

En anteriores ocasiones he tratado de hacer un esbozo de cuáles son a mi entender las claves para situar una parte de los graves problemas sociales. Una de ellas es el papel que juegan las élites en la configuración de las políticas y en el tipo de actividades económicas que impulsan. Y en este sentido los tres personajes constituyen una representación de una buena parte de la cúpula dirigente del país.

Botín el banquero resumiría por sí solo el núcleo del capitalismo español de las últimas décadas. De una banca que salvó la primera gran crisis bancaria con fuertes ayudas públicas. Ayudas que llegaron por vías diversas: directas a entidades que compraban bancos en crisis (el Santander lo hizo con Banesto), nacionalización de las empresas eléctricas quebradas (Fecsa, Sevillana) que permitieron a la banca salvar sus inversiones en ellas, reconversión industrial que “liberó” a la banca de parte de su cartera industrial...  Una banca que se desentendió de su apoyo al sector productivo y que ha sido un protagonista básico del pelotazo inmobiliario.

Una banca que protagonizó una fuerte internacionalización que le ha permitido escapar del estrecho marco del espacio económico español (habrá que hacer un balance de su elevada rentabilidad en sus actividades latinoamericanas,).

Una banca que ha utilizado a fondo todos los mecanismos especulativos del moderno sistema financiero, incluido el recurso sistemático a paraísos fiscales.

Una banca que cuando ha tenido problemas de financiación ha contado con el sustantivo soporte del Banco Central Europeo, que le ha permitido sortear sin problemas sus tensiones de liquidez mientras Estados y particulares recibían un trato diferente.

Una banca que no ha parado de conspirar para evitar una regulación hipotecaria y de quiebras que impidiera el drama social de los desahucios y el endeudamiento perpetuo de la gente corriente.

Una banca que se ha convertido en la mayor promotora del neoliberalismo (como es el caso del Santander con su extensa red de intervención en el sistema universitario latinoamericano).

Es esta banca —la que está en el núcleo de la financiarización económica, de la insensibilidad social, de la depredación pura y dura— la que representaba como nadie Emilio Botin y la que toma ahora en herencia su hija. La banca que no nos merecemos.

Isidoro Álvarez es, en este sentido, una figura menor. Pero no insignificante. El Corte Inglés es sin duda el mejor icono del consumismo hispano. Pero es también mucho mas. Es una empresa cuyo capital está en manos de una Fundación, una mera forma de escabullir responsabilidades y ahorrarse impuestos, aunque no esconde que se trata de un mero patio familiar (Álvarez “heredó” la empresa de su tío Ramon Areces, el creador del emporio, y un sobrino suyo lo hereda de él).

Es el modelo de un grupo que por una parte invierte grandes cantidades de dinero en publicidad y por otra es uno de los más opacos a cualquier investigación. Es, sobre todo, un modelo de gestión laboral avanzado al neoliberalismo: con sus sindicatos amarillos controlados por cuadros intermedios, con sus políticas antisindicales, por su uso sistemático de empleos temporales, por su tradicional segregación sexual (las mujeres siempre en la escala inferior).

Es el grupo empresarial más activo en presionar en pro de la eliminación de derechos laborales y la desregulación horaria que protege la calidad de vida de trabajadores asalariados y comerciantes autónomos. Sin olvidar los diferentes procesos urbanísticos en los que la empresa ha conseguido imponer sus intereses frente a regulaciones locales que le resultaban onerosas. Si algo representa el Corte Inglés es la prevalencia ostentosa del interés privado por encima de la sociedad. Un abuso de poder sistemático que se esconde tras los oropeles de la pulsión consumista.

Lo de Miguel Boyer es más evidente. Fue el primer ministro “socialista” que implantó el neoliberalismo en España. El conductor de la economía española hacia la desindustralización. El promotor de una ley sobre vivienda que bastante tiene que ver con desastres posteriores. Uno más de los habituales en las puertas giratorias. Es evidente que el desastre actual proviene de cómo se hicieron las cosas en el pasado. Y que si hemos llegado hasta aquí en la forma que estamos, bastante tiene que ver la acumulación de políticas neoliberales aplicadas, con mayor o menor dosis, con una u otra modulación, en todo este tiempo.

Miguel Boyer representa en España el abandono definitivo de todo intento serio de “domar” al capitalismo más feroz mediante políticas socialdemócratas.


La herencia que nos dejan a la sociedad (sus familias por lo que se ve quedan bien servidas, pues en el ámbito de las grandes élites la historia de la promoción meritocrática queda aparcada) es la de una economía descontrolada, injusta, depredadora, insostenible. En lugar de tener que aguantar el homenaje obsceno, lo que nos merecíamos era una reflexión crítica de adónde lleva tanta desregulación financiera, tanta pérdida de derechos sociales, tanto poder para los ricos; de qué modelo debe cambiarse y de qué personas necesitamos para que nuestro mundo sea deseable, sostenible para la inmensa mayoría.