Sé
que es mucho decir que una figura, aunque sea muy potente, vaya a salvar por sí
misma la crisis de Unidas Podemos y sus homólogos. Pero el desánimo es tal que
sólo el anuncio de su candidatura haría de la mueca triste una sonrisa de
ilusión.
En
su entorno se dice que está madurando su decisión de presentarse o no, como
candidata de un frente amplio. Es muy respetable, pero además de marcar sus
tiempos, algo que es legítimo y hasta conveniente, su entorno y ella misma
deben saber que la realidad discurre con vida propia, no espera, es ella la que
te llama para conectar. Reconocer en ella las señales que piden a gritos un
paso adelante es lo más inteligente para no llegar tarde. En el peor de los
casos para clausurar una espera que no tiene fechas y dar espacio a que otras
iniciativas quieran y puedan abrirse camino.
Visto de una manera retrospectiva, hay que reconocer que la decisión de Pablo Iglesias de echarse a un lado, algo inusual en la vida política estatal, puso más fácil la posibilidad de dar por amortizada una etapa en la historia de Unidas Podemos e inaugurar un nuevo tiempo en el que, con la mirada en alto, se vaya construyendo, no un partido más, sino un movimiento más grande, más amplio, más combativo, más diverso, más plurinacional, más feminista, más ecologista. Un proceso que en estos días necesita aunar voluntades de mujeres y hombres que crean que sí es posible reconstruir la esperanza. Comenzar este nuevo camino requiere asimismo comprender y asumir un enfoque que de por superado el debate de qué es primero, si el eje izquierda-derecha o el eje arriba-abajo, pues lo cierto es que los dos se necesitan y deben contemplar una mirada global sobre la sociedad real y sus potencialidades para cambiar las cosas.
Yolanda
Díaz afirma que va mucho más allá de la suma de izquierdas, para dar impulso a
una mayoría social progresista que, desde su diversidad, reclama un proyecto
transversal donde puedan caber gentes reunidas no por una ideología concreta,
sino por el afán de un cambio social y democrático, presididos por la igualdad
y la justicia. Ella afirma que quiere un proyecto de “muchos”. ¿Esto puede ser
un giro sobre lo que fue Vistalegre II? Yo creo que lo es. Debe serlo, en la
medida en que Unidas Podemos se enfrentó al dilema “cerrarse” o “abrirse”,
dando pasos en la dirección contraria al 15-M.
Enseguida se fue configurando una alianza preferencial con Izquierda Unida que, con todos los respetos, no despertó el entusiasmo de quienes hasta entonces habían votado con ilusión y querían algo innovador. Y si no hay ilusión falta el cemento que une a un proyecto con sus votantes. La caída electoral fue espectacular, mucho más que un accidente.
Afirma
Yolanda Díaz que no quiere regresar a la marginalidad, a instalarse en una
esquina del tablero. Ella quiere cambiar, trasformar la sociedad. Y para eso
hace falta dirigirse al conjunto de la ciudadanía. No sobra nadie. El proyecto
de Yolanda Díaz no discrimina, no elige a unos rechazando a otros. Convoca a
toda la ciudadanía que quiera ser protagonista, no va de partidos políticos
que, dicho sea de paso, también deben participar activamente en el proceso. En
su lógica es la gente la que debe apoyar o no su proyecto. Yolanda Díaz convoca
a todo el que quiera ser parte del mismo. Una invitación que debe ir de la mano
de la exposición de una causa clara, de un fin claro.
Ahora
se trata de la construcción de la transversalidad que pide a gritos otros
paradigmas, otros conceptos, otras palabras, otras conversaciones, otras
organizaciones, otras referencias. Da la impresión que Yolanda Díaz se mueve
cómoda ante lo inédito. Ella habla de una sociedad que sea imprescindible y
escuchada, lo que es tanto como decir participativa y con capacidad de crítica
y decisión, no simple receptora de mensajes. Para que algo así sea posible,
hará falta una arquitectura organizativa realmente novedosa basada en la confianza
de las partes y en el talento para consensuar fórmulas satisfactorias. La gran
pregunta es: ¿Será viable el proyecto de Yolanda Díaz, o serán tantos los
obstáculos que tendrá por delante que lo haga imposible?.
La viabilidad está por ver dada la magnitud de crear algo nuevo. Pero, sin duda, para otros partidos parece que el proyecto sí es viable y por eso tratan de hacer que descarrile ya antes de que comience a rodar. También desde medios de comunicación que opinan más que informan, que hacen campañas sucias, le lloverán los enemigos a Yolanda Díaz. Pero ¡ojo! también tendrá obstáculos internos. En las izquierdas hay de todo, quienes comprenden que un partido es un instrumento al servicio de la sociedad y prescindible en un momento dado, y quienes hacen de su partido algo así como su patria, su principio y fin de todas las cosas. Los primeros están preparados para fusionarse en una realidad organizativa, los segundos priorizan su lealtad a lo particular.
En
esta tensión esperable Yolanda Díaz necesitará una amplia libertad de
movimientos, nada parecido a una tutela que le atrape en un bucle no deseado
por ella. Si su decisión es favorable a ser elegida candidata de un frente
amplio, pronto será inevitable que sienta la presión de una Torre de Babel. Se
le acercarán quienes desde una excesiva ideologización pretendan guiarla “por
el buen camino”. También quienes tratarán de posicionarse para dar el asalto a
las listas electorales. También los que lejos de comprender la compleja
relación entre ideología y política, le exigirán maximalismos como si en la
política pudieran volcarse las creencias sin adaptación ninguna a la realidad.
El hecho es que en las izquierdas no termina de asumirse la idea de que
importan los pasos adelante bien orientados, no es tan decisivo si la zancada
es más grande o más pequeña. Nada sería peor que la disputa de etiquetas de
reformistas y radicales y la lucha por sillas y sillones.
La asunción de la plurinacionalidad en el modo de organizarse y de distribuir las competencias de un modelo confederal, será asimismo otro de los grandes desafíos. Es posible que haya una tensión permanente entre la necesidad de unidad que requiere de unos instrumentos ágiles para intervenir en la política diaria como en las citas electorales, y los derechos de las bases y nacionalidades y regiones para decidir lo que interese a sus territorios, incluido el derecho a decidir sobre un proyecto de separación del Estado. La complicación surge a partir de dos ideas o principios: nada de hiper liderazgos y trabajo en equipo. La política, con más razón la de las izquierdas, es una actividad de equipo. No será fácil desde luego levantar un proyecto ganador sino se conjugan bien estas variables. Pero se puede.
Yolanda
Díaz tiene 50 años. Es la edad perfecta para entender el combate generacional y
la necesidad de convertirlo en un encuentro generacional. Debe presentar y
explicar a la ciudadanía un para qué y conectar con ella emocionalmente.
Propuesta y emoción fueron las claves del éxito electoral de Podemos en 2015.