Todo
lo que han hecho o dicho los responsables sanitarios de los gobiernos de España
y de la Comunidad de Madrid hasta el momento sobre la crisis del Ébola y sobre
la enfermera contagiada “causa asco” y “repulsión moral”.
El
diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define el adjetivo
"asqueroso" en su primera acepción como "Que causa asco" y
en su cuarta acepción como "Que causa repulsión moral o física".
Tanto una como otra acepción nos sirven para definir a la perfección a los
principales responsables tanto del Ministerio de Sanidad, como de la Consejería
de Sanidad de Madrid, empezando por la Ministra, y siguiendo con otras
personalidades de primer orden de ambos organismos. Pero sobre todo, a quien le
viene como anillo al dedo el adjetivo que titula este articulo es, sin duda, al
Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, el ínclito Javier Rodríguez
(médico de profesión y neoliberal de convicción). Y es que lo que ha dicho este
hombre a propósito de Teresa Romero, la enfermera infectada con el virus del
Ébola, es simple y llanamente, asqueroso, o sea, que causa asco y repulsión
moral, a partes iguales, al menos, en una persona con un mínimo de sensibilidad.
Se
ve que no ocurre lo mismo con los periodistas de los medios ultraconservadores
(léase La razón. ABC, Libertad Digital, Cope, etc., que, como todo el mundo
sabe, están infectados por otro virus casi tan dañino como el Ébola, llamado
mala leche).
Desde
el primer momento en que se supo que una persona de las que habían atendido a
los dos enfermos anteriores se había infectado con el virus, las cúpulas del
Ministerio y de la Consejería de Sanidad de Madrid empezaron a vomitar basura
por sus bocas inmundas, a lanzar mensajes plagados de insinuaciones veladas,
con el ánimo de sembrar dudas y de que, en cualquier caso, las culpas recayeran
sobre la pobre persona que había tenido la mala suerte de contagiarse, nunca,
bajo ningún concepto, sobre las autoridades sanitarias. Cualquier cosa sirve
con tal de no asumir la responsabilidad propia con valentía y admitir que una o
uno no está capacitado para afrontar un problema y presentar la dimisión.
Todos
los argumentos que han utilizado Javier Rodríguez y Ana Mato para criminalizar
a la enfermera, se acabarán volviendo en su contra (ya lo han hecho en gran
medida) y en poco tiempo, presiento que el Ébola será para el gobierno de Rajoy
y para el de González tan pernicioso como lo fue la Guerra de Irak y los
atentados de Madrid para el gobierno de Aznar.
No
creo que, en el momento en el que redacto estas líneas, haya en todo el estado
español una sola persona más allá de los impresentables de los medios
ultraconservadores y de Javier Rodríguez, Ana Mato y sus colaboradores, que
culpe a la enfermera del contagio. En toda esta historia, si hay alguien que ha
mentido, y estamos seguros de que lo hay, todos sabemos muy bien quienes han
sido.
A
Teresa Romero, si de algo se la ha de culpar, es, sin duda, de un altruismo a
prueba de bombas, y de ser una persona con un sentido del deber que para sí
quisieran Ana Mato, Javier Rodríguez y los elementos que trabajan en sus
equipos.
Y
no se nos puede olvidar que las Ana Mato y los Javier Rodríguez que ahora nos
quieren vender la burra de que están tan preocupados por la salud de los
madrileños y de los españoles, son los que han dinamitado el sistema sanitario
público español, que hace unos años era ejemplar y, a día de hoy, da auténtica
pena, con sus políticas neoliberales de recortes y de privatizaciones.
Pero
es que además, en España, un país que está perdiendo la capacidad de asombro,
donde el pisoteo de los derechos de los ciudadanos se ha vuelto como parte del
mobiliario urbano, aún hay hechos que nos causan especial estupor por la
amoralidad que delincuentes y gobernantes de todas las escalas muestran por
igual.
Es
indiscutible la irresponsabilidad que ha mostrado el Ministerio de Sanidad, su
negligencia en el tratamiento del problema. La permanencia en su puesto de
Mariano Rajoy es simplemente inaceptable, intolerable para la sociedad
española, y es así aunque la oposición política y los medios de información no
lo exijan.
Que
dimita Ana Mato no es lo fundamental, debe dimitir Rajoy y con él caerá la
ministra y el resto de los responsables, Javier Rodríguez e Ignacio González
incluidos, por supuesto. Las negligencias en la gestión de este Gobierno han
quedado demostradas en múltiples ocasiones, lo mismo frente a desastres
naturales que en lo relativo a accidentes en medios de transporte colectivo y
en el tratamiento dado a diversas situaciones muy lamentables que están en la
memoria de todos, así como su papel omiso para reparar los daños causados y
asumir responsabilidades.
La
estrategia adoptada por el Partido Popular, consistente en culpabilizar de la
propagación del virus a la enfermera afectada, aparte de asquerosa, debe ser
denunciada si más dilación ante los Tribunales de Justicia, en el Código Penal
sobran supuestos y artículos para dar cuerpo a la querella.
De
la propagación del virus el único culpable es el Gobierno, por la imprudencia, negligencia, impericia o
inobservancia de reglamentos y deberes que requiere el caso que nos ocupa.
Y
la
negligencia criminal es un delito. Lo que hace que la negligencia criminal sea
un crimen es la imprudencia del acto. La negligencia criminal por parte de las
autoridades sanitarias equivale a una violación grave de los derechos humanos y
de los derechos del paciente necesitado de ayuda médica.
El
Gobierno es culpable, sin lugar a ninguna duda, por actuar imprudentemente y
negligentemente. El descuido en el actuar, la omisión consciente, el descuido
por impericia o dejar de cumplir un acto que el deber funcional exige, en
materia penal es punible.
Son
ya demasiados los casos en que la responsabilidad del Gobierno ha quedado
totalmente impune, recordemos por ejemplo el accidente del metro valenciano, el
descarrilamiento del tren de Angrois, las muertes del Madrid Arena, la tragedia
del Prestige o la barbaridad del Yak-42 y otras más que están en la memoria de
todos, tragedias todas ellas responsabilidad del Partido Popular pero de las
que finalmente han salido impunes. Que con la actual crisis del Ébola no pase
lo mismo.
Si
en esta ocasión vuelven a quedar impunes, si no son condenados por la justicia
y pagan su culpa, si esto sucede y nos quedamos en un par de dimisiones, será
cuestión de tiempo que nos veamos en otra situación parecida. El temor al
castigo es lo único que quizás entiendan los políticos y quizás con ese temor
comiencen a actuar de forma responsable, si siguen siendo impunes seguro que
seguirán igual que hasta hoy.
Las
mujeres y hombres que vivimos en este país no nos merecemos que nos gobierne
esta panda de inútiles, incompetentes, embusteros, liantes y asquerosos. Si Ana
Mato y Javier Rodríguez albergasen una sola molécula de dignidad, ya habrían
dimitido hace días. Aunque bien pensado, no sé qué es peor: que sigan en sus
puestos sin hacer absolutamente nada o que dimitan y se vayan, con su amigo
Gallardón, a ganar ochenta y siete mil cuatrocientos cuarenta euros al año, con
secretaria y chófer, sin hacer absolutamente nada, al consejo consultivo de
Madrid. Asco de país.