Estos
días se ha celebrado el 37 aniversario de la Constitución de 1978. Salvo
excepciones, todo ha sido parabienes para el texto aprobado el 6 de diciembre
de 1978. Un par de artículos publicados el pasado 6 de diciembre en el diario
El País me han hecho reflexionar sobre este texto constitucional y la
naturaleza de la Transición española. Pedro Sánchez, candidato del PSOE a la
presidencia del gobierno, y Pablo Iglesias, candidato de Podemos, esgrimían sus
argumentaciones sobre el texto.
El
candidato del PSOE hacía una defensa de la Constitución haciendo un llamamiento
a actualizarla en el siglo XXI y que tuviese el mismo respaldo mayoritario que
tuvo el texto actual hace ya casi cuatro décadas. Un texto, el de Sánchez, que
responde a la perfección al papel que ayer y hoy le tocó y le toca al Partido
Socialista.
El
texto de Iglesias es más interesante. Lo es porque aborda la historia y pone
antecedentes dignos para un hipotético futuro constitucional o proceso constituyente.
Y aunque el artículo de Iglesias sí habla de un pacto entre las élites
franquistas y una parte de la oposición democrática, lo cierto es que no deja
de reconocer importancia a la constitución de 1978 y coloca a movimientos como
el 15M en el resultado de la traición que se ha producido a ese pacto
constitucional. Por eso hace un llamamiento a un nuevo gran acuerdo.
Sin
embargo, ambos textos adolecen de una perspectiva histórica, de un análisis
profundo de la razón de la Constitución de 1978. En el caso de Sánchez porque
no deja de ser la posición del establishement. En el caso de Iglesias porque
quizá no quiera dar una vuelta de tuerca más a su análisis, que empieza bien
pero acaba mal.
Para
la analizar el proceso que se inicia con la muerte del dictador (del que este
año se ha cumplido 40 años) habría que mirar más atrás en el tiempo. Esa
legitimidad democrática de la que se jacta el candidato socialista forma parte de la ilegitimidad franquista.
A estas alturas, cabe hacerse una pregunta: ¿Quién marcó los tiempos de la
Transición? ¿Quién puso sobre la mesa la hoja de ruta que desembocó en el
proceso de 1978?
La
respuesta es muy simple: los franquistas. Y no lo voy interpretar, sino que me
voy a valer de una obra publicada en 1973 por Rafael Calvo Serer titulada “La
dictadura de los franquistas 1. El “affaire” del Madrid y el futuro político”.
Una obra poco conocida, publicada en París, cuando Calvo Serer cayó en
desgracia por el tema del diario Madrid y su enfrentamiento con Fraga Iribarne.
Calvo Serer era una de esas figuras representativas de ese franquismo, amoldado
desde el inicio a sus estructuras, convertido en figura señera de la
intelectualidad franquista, y que en la etapa final del régimen comienza a
buscar una salida al mismo.
No
es intención aquí hablar de Calvo Serer. Para acercarnos un poco a su figura y
su vinculación al franquismo recomiendo la obra de Gregorio Moran “El maestro
en el erial” donde ubica a toda esa intelectualidad franquista. Lo importante a
rescatar aquí de Calvo Serer es una parte del final de libro arriba citado.
Calvo Serer en ocho puntos plantea cual puede ser la salida de la dictadura
franquista. Estos ocho puntos son los siguientes:
1. Nombramiento de presidente del gobierno:
Para Calvo Serer esa Transición la tendría que encabezar un militar.
2. Ley de prensa: ofrecer un pluralismo
social y político del país sin caer en manifestaciones revolucionarias y
estableciendo límites en materia de prensa y sanciones administrativas.
3. Independencia de los tribunales.
4. Estatuto de las organizaciones políticas: reivindica la actuación
de Charles De Gaulle en 1958 cuando reformó la constitución que condujo a la V
República y que, a pesar de los problemas, salió reforzado.
5. Libertad de las Cortes: Mira hacía un
sistema que prime a la mayoría y castigue a la minoría parlamentaria sobre la
base de un partido socialdemócrata y otro conservador.
6. Amnistía para los vencedores y los vencidos.
7. Sindicación profesional única y asociación
libre obrera.
8. Sometimiento a referéndum de la
modificación constitucional.
Sorprende
cómo lo que marcaba Calvo Serer en 1973 se iba a cumplir casi a la perfección
entre 1976-1978. Ciertamente no hubo un presidente militar pero si un
vicepresidente. El sistema mayoritario electoral se impuso entre un partido
socialdemocrata (PSOE) y otro conservador/liberal (UCD, luego AP, luego PP).
Esa amnistía a vencedores y vencidos se plasmó en la Ley de Amnistía del 15 de
octubre de 1977 que no significó sino un punto y final para exonerar a la
dictadura de sus crímenes. El modelo de sindicación no dejó de ser un calco del
franquista, adaptado por los Pactos de la Moncloa, donde la diferencia partía
de la diversidad sindical pero siempre dentro de los límites marcados por el
nuevo sistema. Y efectivamente esa Constitución se sometió a un referéndum un 6
de diciembre de 1978 saliendo el “sí”. Un “sí” conseguido tras una campaña que
poca alternativa daba con un argumento falaz: o esta Constitución o vuelta a la dictadura.
Calvo
Serer fue el franquista que propuso estos tempos, que otros franquistas como
Suárez, José María Areilza, Manuel Fraga Iribarne, etc., pusieron en marcha.
Ellos marcaron los ritmos de la Transición. Franco designó al jefe de Estado. A
partir de ahí comenzó a gravitar el proceso de Transición que Calvo Serer ya
preveía en 1973.
La
verdadera base de la Transición fueron unos franquistas adaptándose a las
circunstancias para no perder su posición y salvar su vinculación a un régimen
que cometió crímenes contra la humanidad, y una izquierda, representada por el
PSOE y el PCE en su mayoría, que cedió. Unos porque se convertían en una
alternativa y para ello eliminaron cualquier conato de oposición en el exilio
(Congreso de Suresnes, 1974). Otros porque se creían ser una alternativa y
tanto cedieron que quedaron completamente descolgados de unas estructuras que
no les fueron benevolentes. Algunos culpan exclusivamente al carrillismo, pero
en realidad fue el camino de toda una organización.
Aquellas
posiciones que no cedieron y no se plegaron lo pagaron caro. Los republicanos
quedaron fuera del mapa político: no les dejaron presentarse en las primeras
elecciones de 1977. Cuando se presentaron en 1979 el sistema y la Constitución
ya estaban en marcha.
Los
anarquistas sufrieron por una estructura sindical emanada del Pacto de la
Moncloa que le fue hostil, por una criminalización de su modelo sindical y por
unos problemas internos que acabaron condenándolo al ostracismo.
La
extrema izquierda se difuminó. Esa Transición les salió a pedir de boca a los
franquistas. Tanto es así, que cuatro décadas después de la muerte del dictador
la impunidad del franquismo sigue vigente y con argumentos legales, como la ya
citada Ley de Amnistía.
Y
todo esto no quiere decir que los que luchamos en aquella época, que buscamos
un mundo mejor, no consiguieramos torcer un poco la historia para que no fuese
como algunos la marcaban. Todo lo contrario. Hay que reconocer el empuje y
lucha de toda una generación.
Pero
tanto al artículo de Iglesias y, sobre todo, al de Sánchez, les hace falta
mucha pedagogía histórica. Pablo Iglesias habla de proceso constituyente pero
sin descifrar si ese proceso significa una nueva constitución o reformar la que
tenemos. Pedro Sánchez si habla de reforma. Pero es difícil reformar algo que no ha funcionado durante 37 años.
En
ese tiempo, los artículos fundamentales de la constitución han sido
sistemáticamente violados: derecho al trabajo, derecho a la vivienda, etc.
Aunque una cosa si tiene el PSOE y es que sabe lo que es reformar una
constitución. Lo hizo en su artículo 135 y tardó, junto con el PP, una tarde en
hacerlo.
Estos
días se celebra el 37 aniversario de la Constitución de 1978. Pero casi nadie
ha recordado que un 9 de diciembre, pero de 1931, las cortes republicanas
aprobaban la Constitución de 1931.
No
voy a entrar en una comparación de constituciones (tema muy interesante) y
tampoco en mostrar que significó la experiencia republicana con sus acierto y
sus errores y problemas estructurales, que los tuvo (frente a los que la
demonizan y a los que la consideran la arcadia feliz).
Lo
que si podemos hacer tras leer su texto es concluir que aquella vieja
constitución republicana si significó una ruptura con el pasado monárquico. La
del 6 de diciembre de 1978 no.
Básicamente
porque la primera lo cambió casi todo. Y la segunda partió con el sucesor de
Franco como Jefe de Estado y porque fueron las élites de una dictadura que
tumbaron la democracia los que dieron paso a una nueva democracia. Difícil y
extraña ruptura.