miércoles, 10 de diciembre de 2014

MAYORÍA SILENCIOSA O INMENSA MAYORÍA

Vivimos en un país donde se prostituye continuamente el lenguaje, manoseando las palabras hasta límites insufribles para nuestros oídos. Donde la derecha rancia hace suyos vocablos que otrora llenaban el blanco inmaculado de las pancartas que abrían las manifestaciones (progreso, cambio, etc...), y la izquierda miope abandonando las trincheras ideológicas, emplea palabras en un afán baldío y equivocado de monopolizar al conjunto de la sociedad (ciudadanía, reforma, etc...)

Siendo muy gráfico, cuasi tan contundente como una viñeta de El Roto, equivaldría a decir que la derecha con tal de seguir hegemonizando nuestra sociedad sería capaz de quemar sus naves por captar incluso el voto de los presos políticos del entorno abertzale, y que la izquierda (al menos una parte sustancial de ella), no dudaría en gastar toda su artillería pesada con tal de captar el voto en los aledaños e incluso en las confortables moradas de los Florentinos Pérez, los Amancios Ortega, Botines, Koplowitzs, y puestos ya, hasta en la mismísima Zarzuela.

Atrás quedan, en una orilla, la defensa de la clase "obrera" como bandera de la izquierda, y en la otra, el respeto de lo que decidan los "votantes" como seña de identidad en el mensaje martilleante de la derecha. Por ambos términos, "obrera" y "votantes", ha pasado como un ciclón el vértigo con que se suceden los acontecimientos políticos y sociales en nuestro país. Ahora ambos bandos, izquierda y derecha, en un tótum revolútum, andan a la caza de los respetabilísimos "ciudadanos". Es la moda que se ha impuesto este último año en la "Fashion week" de nuestra manoseada política nacional.

Pero el panorama es más desolador y nauseabundo, si giramos nuestra vista buscando refugio en los medios de comunicación, ese que dicen cuarto poder, cuyos periodistas adoctrinados a lo sumo que aspiran es a ser los lacayos y limpiabotas del capitalismo patrio.

Es del todo punto de vista infumable, la retahila de sandeces y frases huecas del coro de grillos que engrosan la caverna mediática (los Inda, los Marhuendas, los Rojos, los Losantos, los Herreras, las San Sebastian, las Durán, etc...), con tal de conservar su parcela de privilegios en unos medios de "desinformación" masiva, que están en manos del poder económico y financiero más canalla y cruel, que a su vez también es el manijero implacable que rige los torpes movimientos de un gobierno de la nación acartonado y petrificado, encantado de haberse conocido.

Entre la inmensa mayoría que defiende Julio Anguita, con su paciente mensaje buscando parcelas de convergencia social y política, y la mayoría silenciosa que se reclama para sí el ínclito Mariano Rajoy, es donde hay que buscar las respuestas y los resortes para encauzar unas dignas salidas a esta crisis económica y de valores que aqueja a nuestra sociedad, la cual con las recetas y paños calientes de la Troika, es incapaz de superar la patología de languidecimiento crónico que está padeciendo.

Desde mi humilde punto de vista no son buenos tiempos para ese segmento de la sociedad que actúa como si con ellos no fuese la cosa, esos miembros de una clase media que empieza a resquebrajarse, que la única revolución a la que están dispuestos, es aquella que tienen a su alcance desde el sofá, la mesa camilla y el refrigerador. Triste muestra lamentable de esa mayoría silenciosa, que sin mover un dedo están acostumbrados a que otros les saquen las castañas del fuego.

Tampoco son buenos tiempos para otro segmento social, que solo alza la voz en las barras de los bares y en los recintos deportivos de los espectáculos de masas, pues están cuidadosamente narcotizados con polémicas estériles alentadas por unos irresponsables medios de comunicación, que con tanto despropósito y manipulación, inducen a una violencia que a veces tiene como colofón el trágico resultado acaecido la semana pasada en los aledaños del campo de fútbol del Vicente Calderón, con un aficionado al que se le ha segado la vida de forma trágica e injustificable. ¿Qué hacemos con los culpables? La cárcel debiera ser su único sitio.

En cambio, si son buenos tiempos para ungirnos con nuestro mejor atuendo de dignidad, y salir a nuestros barrios, para llenar sus calles de decencia, justicia y solidaridad. Son unos magníficos tiempos para seguir apoyando sin fisuras las Marchas de la Dignidad pidiendo algo tan revolucionario como pan, trabajo y techo. También apoyando a todas las Mareas Ciudadanas que luchan por el mantenimiento de los servicios públicos en sectores como la sanidad, la educación, los servicios sociales, la dependencia, etc. Apoyando la plataforma Stop Desahucios que están al lado de los seres más vulnerables de nuestra sociedad haciendo una labor colosal.

Todo lo que sean nuevas estrategias y herramientas de lucha contra la barbarie capitalista, bienvenidas sean (facebook, twitter, etc...). El fenómeno Podemos al que sigo con diligencia y entusiasmo, pero también con la exigible y necesaria distancia, percibo pueda estar cayendo en cierto grado de autocomplacencia con su imparable militancia virtual (Ágora Voting).
Observo con preocupación cierto desdén desde las filas de esa militancia virtual hacia la militancia tradicional, la de las fábricas, la de los tajos de trabajo, la del surco y el jornal. Pienso que es un error mayúsculo, que confío sepan atajar a tiempo desde la inteligencia, habilidad y astucia de sus cuadros dirigentes. Ambas militancias no pueden ni deben estar enfrentadas, sino que deben retroalimentarse la una de la otra y encajar como las piezas de un puzzle.

No hay que sonrojarse ni pedir perdón por estar en las viejas trincheras de la lucha social. Para nada están obsoletas. Soy de los que piensan que el ser humano como mejor siente en sus propias carnes los valores de la solidaridad, la fraternidad, la justicia, la libertad, es cuando camina codo con codo al lado de su semejante, al lado del que ningunean y esclavizan, al lado del que desahucian y enajenan, al lado del que arrebatan su dignidad, al lado del que le embargan hasta sus sueños.

La militancia virtual sin rostro humano, sin el latir caliente de la sangre, corre el riesgo de subir como la leche en el fuego, pero también de desmoronarse como un castillo de naipes. No sabría muy bien donde ubicar este fenómeno social mediático, sin precedentes en nuestra historia reciente.

Tiene señas de identidad propias de la mayoría silenciosa que debieran combatir, pero también está ampliamente impregnado de las singularidades que definen a la inmensa mayoría. Apuesto firmemente por su encuadramiento y afianzamiento en esta última. La mayoría silenciosa, mejor dejarla rumiando su cobardía y su complicidad con el aumento de la pobreza de este país, e incluso con los muertos que provocan los criminales desahucios. Allá su conciencia, si la tienen.

Detrás del teclado de un ordenador es muy fácil demostrar indignación y movilización. Lo difícil viene siempre cuando desde nuestra vida en precario, casi a precio de saldo, hay que salir a la calle a mostrarnos cara a cara, a enfrentar a nuestro banquero, a nuestro jefe, a nuestro alcalde.

Conozco a muchos gallitos, algunos perros ladradores, a los que a la hora de la verdad se les va toda la fuerza por la boca, para finalmente en espantada, salir corriendo con el rabo entre las piernas. Lo difícil es hacer nuestros sin dobleces, a plena luz del día, con luz y taquígrafos, aquellos versos de Gabriel Celaya que dicen:

"A la calle que ya es hora
de pasearnos a cuerpo,
y mostrar que pues vivimos
anunciamos algo nuevo".


¡Ay!, si en hacer esto último invirtiésemos lo mejor de nosotros. Con toda certeza, otro gallo cantaría las cuarenta a este sistema capitalista salvaje, criminal y genocida.