Se
acabó. Un año más hemos soportado el éxtasis de la Navidad. En esta ocasión las
fiestas han estado marcadas por la incertidumbre que suponen los resultados de
las elecciones del día 20 de diciembre. Llegar a fechas tan señaladas sin tener
un gobierno “serio” le está provocando urticaria a más de uno y una.
Sospechamos que ese y no otro es el motivo de su nerviosismo y desazón.
Claro
que el único culpable de la situación no es otro que el “Señor de los hilillos”
por marcar la cita electoral en día tan cercano a las fechas navideñas. Si
hubiera convocado a los votantes en el mes de junio, se habría llegado al
discurso del “Preparado” con el Gobierno formado o, cuando menos, hubiera
tenido lugar la segunda cita a la que irremediablemente nos estamos viendo
abocados.
Pero
no, Mariano prefirió cerrar los presupuestos del Estado para el año 2016 y de
esa forma tan simple atar las manos de sus sucesores con un nudo fuerte cual
son las finanzas del país. El próximo Presidente del Ejecutivo tendrá motivos
sobrados para hablar de la herencia recibida. Esta va a ser en forma de
compromisos fehacientes con pagos y gastos establecidos.
Por
lo demás, para Rajoy, una vez destinado ¡Por fin! a hacer acto de presencia por
el Registro de Santa Pola, la tentación de apurar un tiempo más de indiscutible
líder le debió parecer irrechazable. Total en unos meses los españoles no iban
a dejar de ser “muy españoles y mucho españoles”, también “un vaso seguiría
siendo un vaso y un plato un plato”.
Con
semejante panorama apareció en pantalla Felipe VI para soltar el consabido
discurso de las “entrañables fechas”. El marco elegido fue el palacio real,
espacio ideal para escenificar la modestia y sobriedad del monarca. Con España
descosiéndose por las costuras de siempre el Jefe del Estado optó por hacer
gala y ostentación de grandeza y poder.
Mensaje
para los díscolos: la ley suprema le otorga la jefatura de las Fuerzas Armadas
y a las mismas, el Artículo 8º de la Sagrada Constitución de 1978 les
encomienda la defensa de la unidad de la Patria. Aviso a navegantes.
En
la recepción de la Pascua militar el Ministro de Defensa en funciones hizo
hincapié en la misión confiada al estamento militar. Que luego nadie diga que
no estaba avisado.
La
traca final de las Navidades siempre llega con la festividad de los Reyes
Magos. Nacido el niño, soportadas las inocentadas y acabado el año, tan sólo
queda conceder a los pequeños alguno de los deseos por los que llevan
suspirando desde que comenzaron las vacaciones. El gordo barbudo del ridículo
traje rojo ha venido a paliar algo la espera, pero los tres Magos de Oriente
siguen teniendo mucho tirón entre los habitantes de la piel de toro.
Las
alarmas se han encendido con inusitada virulencia por la cabalgata de los
monarcas que tuvo lugar en la Villa y Corte de Madrid.
La
oposición en el Ayuntamiento de la Capital ha tocado los clarines para condenar
a la Alcaldesa Manuela Carmena por transgredir las tradiciones y jugar con la
ilusión de los niños. Cayetana Álvarez de Toledo y demás comparsas del Partido
Popular no le van a perdonar NUNCA, a la regidora, que hiciera añicos la “ilu”
de su nena.
¡Vaya
por dios! Dejando a un lado el dudoso gusto del vestuario de los Reyes, tan
condenadamente feos que parecían diseñados por Ágata Ruiz de la Prada, el
principal asunto de decepción se debió a que una mujer participara en la
cabalgata con rango de Reina Maga ¡Intolerable atentado contra las vetustas
tradiciones! Eso sí que rompe la ilusión infantil.
Que
millones de padres lleven años desempleados no desilusiona a las criaturas, que
les desahucien y expulsen de sus casas no les entristece, que su madre esté
explotada en trabajos temporales no les perturba, que sus hermanos sufran el
50% de desempleo juvenil les deja impertérritos, que otros hermanos más mayores
celebren las Navidades en Alemania o en la Cochinchina debido a la movilidad
laboral de Doña Fátima no les altera. Sobre todo a la niña de la marquesa que
no va a sufrir ninguno de esos avatares.
Lo
verdaderamente importante –para la mamá- es ver a una mujer y no un hombre
vistiendo una porquería de disfraz. No haber utilizado, para la ocasión, a un
viril y bizarro muchachote cómo “dios manda” y marca la tradición religiosa
desde el siglo XVI (según dicen los entendidos en materia monárquica oriental).
Eso es lo que rompe sus esquemas de noble con privilegios y lucha con denuedo
para salvaguardar la cándida ilusión de su pequeña.
Había
otra tradición que quizás eche en falta Cayetana: La que impedía a las mujeres
viajar sin “permiso” del marido o tener una cuenta bancaria sin autorización
marital o paterna, esta costumbre era probablemente anterior al siglo XVI y
figuraba entre las eclesiásticamente bien vistas. Esta tradición, al igual que
otras del mismo pelaje, fue modificada por la Constitución de 1978 y las leyes
que en ella se amparan.
Para
una Institución Pública regidora del Municipio es una prueba de igualdad que
los personajes imaginarios pudieran ser de cualquier sexo y condición sin que
los ultra católicos se atribuyan la propiedad de los acontecimientos populares.
Ya
han comenzado la campaña para que las cabalgatas las organice el Obispado, de
ahí a solicitar que sea el señor Obispo quién conceda el permiso de conducir o
expida certificados de buena conducta no hay más que un paso. Los Rouco,
Munilla, Blázquez, Osoro, Martínez, Reig Pla, Cañizares… estarán encantados de
retomar el poder civil y así sus memeces verbales no serán criticadas y pasarán
desapercibidas.
En
estas ocasiones me apunto a la idea de un buen amigo que dice: “Desde hace
tiempo a los Reyes únicamente les pido que se vayan”.