Celebrado
el esperado debate a cuatro parece claro que existe unanimidad entre la
totalidad de encuestas online realizadas en los medios digitales: Pablo
Iglesias ha ganado el debate. Desde El Mundo al ABC, pasando por la Ser, El
País, Público, eldiario.es, 20minutos.es y otros medios, las audiencias
digitales coinciden en el dato. No es de extrañar el entusiasmo y la alegría
con que el equipo que acompañó a Iglesias al debate celebró al final del mismo.
Ayer PODEMOS no iba a ganar las elecciones, pero sí había la opción de poder
perderlas. Y salió muy bien parado, mucho mejor incluso, posiblemente, de lo
esperado.
Iglesias
es un auténtico animal televisivo, forjado desde hace años en diferentes
tertulias, y eso se notó ya desde las primeras intervenciones “libres”.
Mientras el resto de participantes parecía empeñado en recitar versos de
memoria, Iglesias debatía, y solo a cuenta gotas, pero de manera muy efectiva,
dejaba caer medidas del programa de PODEMOS.
Aquello no era un recital de programas, sino
un espectáculo televisivo en el que tan importante era exponer tus propuestas
como arrinconar al rival en el intercambio de ideas y argumentos. Solo Pablo
parecía entenderlo y eso acabó por condicionar el resto del debate.
Cuando
el resto de los debatientes logró adaptarse a la fórmula ya era tarde: el
debate ya tenía ganador. Y por si
quedaba alguna duda de ello, la última intervención de Iglesias, con su emotivo
mensaje y su cuidada presentación, sumado a la suerte de ser quien cerrara el
debate, terminó por resolverla. El mensaje del candidato de PODEMOS será ya,
sin duda, uno de los grandes momentos de esta campaña electoral, pase lo que
pase en adelante. Un “minuto de oro” en toda regla.
Pablo
estuvo además especialmente brillante en saber combinar a la perfección un
doble esquema de ataque al rival: confrontación abierta con el PP, que se daba
por supuesta, pero especialmente arrinconando a Pedro “Kent” Sánchez en el tú a
tú, arrebatándole el espacio de “oposición” al PP desde la izquierda que en
todo momento Sánchez trató de representar, sin conseguirlo nunca.
Sánchez
no se ha enterado que tras las elecciones catalanas eso de querer presentarse
como “única alternativa al PP” y, sobre todo, hacerlo desde una especie de
posición como “partido hegemónico de la izquierda”, ya no sirve, no al menos en
un debate como el de ayer, con las cuatro fuerzas con aspiraciones a gobernar
en liza.
En
el debate quedó en evidencia. Pablo Iglesias, en cambio, apeló
sistemáticamente, en los diferentes bloques, a la lucha de los “de abajo”
frente a las políticas del PP (y el recambio de Cs), a una misma vez que
incidía en la falta de credibilidad de un PSOE que “dice una cosa cuando está
en la oposición y hace otra cuando gobierna”, y con ello no necesitó pronunciar
una sola vez la palabra “izquierda” para, precisamente, arrebatarle ese espacio
de izquierdas al PSOE.
Pedro
Sánchez ni se enteró, siguió empeñado en confrontar con el PP desde el esquema
que tenía prestablecido en su argumentario previo, mientras, uno tras otro,
Iglesias le daba golpes con la mano abierta que ni el juego sucio del dirigente
social-liberal lograba frenar.
Iglesias sacó a Sánchez totalmente del debate,
lo redujo a la nada. Entre acusaciones de falta de credibilidad que son de sentir
general a estas alturas de la película, comentarios sobre la falta de control
de Sánchez en su propio partido, alusiones a la corrupción y a las puertas
giratorias, Sánchez quedó totalmente noqueado y acabó realmente desquiciado.
Iglesias
fue muy inteligente también en no centrar su discurso en Cs. Ya lo hacían por
él tanto PSOE como PP. Y en ese contexto bastaba con cuatro pinceladas para
confrontar a Rivera desde el debate planteado por el líder de PODEMOS: denuncia
de lo que realmente implica el contrato único, y, sobre todo, la incidencia en
denunciar el pacto de Cs con el PSOE de los ERE en Andalucía y el PP de la
Púnica en Madrid. Cambio y no recambio.
No
se trataba de presentar a Cs como un partido de derechas (de eso se encargaba
Pedro Sánchez) ni como un partido con un discurso ambiguo (de eso se encargaba
el PP), sino como un partido de “régimen” cuya aportación a la política estatal
se basa, precisamente, en servir de muleta para apuntalar a los partidos
tradicionales del régimen, en cualquiera de sus versiones.
La
actitud de un Rivera visiblemente nervioso, incapaz de responder a la
estrategia de PODEMOS salvo con vaguedades y argumentos sin profundizar, al
que, en cualquier caso, tampoco parecía interesarle entrar en el cuerpo a
cuerpo con Iglesias, hizo el resto. Rivera, al igual que le ocurrió en el
debate de la semana pasada en El País, estuvo muy por debajo de lo esperado y
no logró en ningún momento centralizar el debate, salvo cuando sacó la portada
de El Mundo sobre la corrupción del PP, cosa que tampoco supone mérito especial
y que posiblemente favoreció, en perspectiva, más a Iglesias que al propio
Rivera, sobre todo tras las brillante intervención que el dirigente de PODEMOS
hizo en ese bloque.
Cs,
no obstante, se mantuvo estable en sus mensajes y no es de esperar que haya
salido especialmente debilitado de lo sucedido el lunes, tal vez sí como opción
de gobierno, pero no como partido “recambio”.
A
Pablo Iglesias, no obstante, hubo algo que le vino especialmente bien: la
ausencia de Alberto Garzón en el debate. Con un candidato como Garzón hablando
en el mismo lenguaje que habló Pablo en muchos momentos del debate y, a su vez,
combatiendo a PODEMOS desde posiciones de izquierdas reales, Pablo no lo
hubiera tenido tan sencillo como lo tuvo para centrarse en combatir al PSOE
desde la izquierda y desarrollar su estrategia para ello.
Pero
Garzón no estaba e Iglesias pudo hacer a una misma vez de Iglesias… y de
Garzón. Es triste la ausencia de Garzón y es también injusta, pero IU, que
navega entre el 3 y el 5% en las encuestas –pese a llenar actos día tras día-
no tuvo problemas en acudir a un debate a tres en las pasadas elecciones
andaluzas que excluyó del mismo a quien en las encuestas estaba entre el 17 y
el 21% y finalmente fue la tercera fuerza más votada.
No
me gustó entonces y no me ha gustado ahora eso de excluir a nadie los debates,
pero, como se suele decir, donde las dan, las toman. PODEMOS sufrió entonces lo
que ahora ha sufrido UP-IU. E Iglesias lo aprovechó a la perfección.
Alberto
Garzón es por ello, junto a Pedro Sánchez, el gran derrotado de este debate:
que Iglesias lo hiciera tan bien va directamente contra los intereses de IU,
porque consolida el voto de PODEMOS del que IU podría servirse para crecer y, a
su vez, le cierra también el camino entre indecisos y potenciales votantes de
izquierdas desencantados con el PSOE.
Iglesias
se reafirmó como clara alternativa de voto en esos espacios, algo que
probablemente se vea reafirmado en los próximos días con los propios
comentarios que se hagan en los grandes medios capitalistas sobre el debate y
contra lo que IU, desde su actual posición y habiendo estado ausente del mismo,
tendrá complicado luchar.
El
debate del lunes, de hecho, visto el resultado, le va a hacer media campaña a
PODEMOS. La idea-eje electoral sobre la “remontada” que sus dirigentes vienen
utilizando recurrente en estas últimas fechas salió ayer muy reforzada (al
ganar visos de credibilidad) y la propia imagen de Pablo Iglesias, como
candidato solvente, se disparó exponencialmente.
Profundizar
en ambas ideas será fundamental para lo que queda de campaña. Especialmente
porque todos los medios y analistas coinciden en el bajo nivel que ofreció
Pedro Sánchez. Si el objetivo central de PODEMOS, para encauzar esa remontada,
pasa por arañar votos al PSOE, esta combinación de factores, más el propio
debate en sí, se lo facilitan bastante.
El
PSOE puede sufrir un fuerte desgaste a poco que PODEMOS sepa rentabilizar lo
ocurrido en este debate, y es posible que hasta se acabe viendo a PODEMOS como
el verdadero voto “útil”, desde la izquierda, para enfrentar tanto a PP como
Cs.
Eso
puede hacer que el 20-D muchos indecisos que van a votar principalmente contra
Rajoy acaben finalmente, como he dicho antes, apostando por PODEMOS, cosa que
en un escenario totalmente polarizado, como parecía que iba a ser el caso hasta
las catalanas, hubiera ido muy en favor del PSOE.
Pedro
Sánchez se desesperaba semanas atrás por repetir eso de que Cs y PODEMOS no
tenían opciones reales de ganar y que solo el PSOE podía hacer frente al PP.
Sabían que era la clave principal de su derrota/victoria en estas elecciones.
Cs les estorbaba por el “centro” y PODEMOS le enchufaba la aspiradora por la
izquierda en un escenario así, sobre todo si las encuestas seguían dando al
PSOE esos % casi ridículos para lo que ha sido el PSOE históricamente.
Tras
el debate del 7-D todo ese se profundizó. El PSOE siguió en su misma línea y el
propio debate, como se analizó antes, lo ha puesto en una situación muy
delicada, al menos durante el mismo. Ahora, pues, en función de lo hinchadas
que estén las encuestas a favor de Cs (es decir, en función del voto cercano al
PSOE tradicionalmente que puedan realmente estar captando), PODEMOS pueden
salir muy beneficiados del “engorde” artificial de Cs.
Ya
veremos si el “monstruito” marcatendencias electorales que habían creado los
medios con Cs nos les acaba mordiendo precisamente a ellos y sus intereses por
posicionar a los tres partidos del régimen en los % más altos posibles. No lo descartemos.
Iglesias,
por otro lado, fue valiente al defender sin medias tintas la celebración de una
consulta en Catalunya y apostar por un proyecto plurinacional para el estado
español. No era sencillo su papel en ese bloque concreto y salió bastante bien
parado… hasta que habló del 4-D de 1977 en Andalucía.
Presentar
aquello como un hecho que se pueda vincular a una reafirmación del pueblo
andaluz por pertenecer a España es no haber entendido nada de lo que pasó
realmente. Fue justamente lo contrario: una reafirmación del pueblo andaluz en
su propia existencia como pueblo y en absoluto intento alguno por lo sugerido
por Iglesias.
Aquí
sus asesores le explicaron algo… que Iglesias no entendió. Efectivamente
aquello fue una expresión de voluntad popular, similar a una aplicación,
salvando las distancias, de una especie de derecho a decidir del pueblo andaluz
sobre su futuro, su ratificación como pueblo y un avance en su deseo de
construir su propio futuro, pero se hizo en nombre de Andalucía y
exclusivamente de Andalucía.
“Solo
queremos banderas andaluzas”, gritaban ese día en las calles los manifestantes.
No se trata de presentar aquello como un hecho independentista (que no lo fue),
pero en ningún caso tampoco fue un hecho de reafirmación nacional española,
sino todo lo contrario: un hecho de reafirmación nacional andaluza frente a las
imposiciones y la negación de España. Andalucía quiso ser por sí y lo demás
vino por añadidura.
Ser
por sí dentro del estado –a ello se querría referir Iglesias, suponemos-, pero
es que entonces eso ya era mucho para un pueblo que hasta entonces había sido
despreciado y negado por el estado, relegado a un papel de segunda fila en el
proceso autonómico en ciernes, y que dio un golpe encima de la mesa para romper
temporalmente aquella negación, que no pensaba en España, en ser dentro de
España o para España, sino en sí misma, como pueblo, como nación.
Finalmente
decir que si hubo un segundo ganador en el debate ese fue, paradójicamente,
Mariano Rajoy. La Vicepresidenta del gobierno estuvo imprecisa y bastante
perdida, acorralada en el bloque de la corrupción y sin saber aprovechar
especialmente aquellos otros bloques donde era de esperar tuviera una mayor
fortaleza argumentativa a explotar (economía y debate territorial/Catalunya).
Se
notó su falta de experiencia en debates y tertulias, sus intervenciones eran a
ratos una especie de spots electorales grabados y a ratos simples
intervenciones desde el escaño en el Congreso en una sesión de control
parlamentaria, a menudo se vio sorprendida por la actitud “agresiva” que mostraban
contra ella sus adversarios y solo en la segunda parte del debate pareció
empezar a sentirse más cómoda, pero, con
todo, ello no debe suponerle demasiado desgaste entre su electorado
tradicional, especialmente fiel como es conocido.
Tampoco
le dijeron realmente nada que éstos no supieran ya y el que fuese Iglesias el
ganador del debate no va, en principio, contra sus intereses (de ahí que el
gobierno filtrara a la prensa tras el debate que había visto “muy bien” a Pablo
Iglesias).
Primero
porque ya parece claro que el acceso que PODEMOS pueda tener a ese tipo de
votantes es muy limitado, y segundo porque un ascenso moderado de PODEMOS puede
ayudarles a consolidar una mayor ventaja sobre PSOE y Cs, lo que podría
facilitarles la entrada al gobierno si tal diferencia es muy amplia.
No
obstante, volvemos a lo de antes: ojo el ascenso de PODEMOS no acabe
acorralando también al PP, en el sentido se situar al PSOE en la disyuntiva de
tener que elegir entre un gobierno de PODEMOS o un gobierno del PP, siendo
PODEMOS segunda fuerza y dando los números para ello como pasara, entre otros
sitios, en Madrid o Cádiz.
Ahora
mismo está todo abierto y nada debe ser descartable, máxime después de este
debate. ¿Y por qué decimos entonces que Rajoy salió ganador del debate? Pues
precisamente por el hecho de no asistir. ¿O alguien se imagina a Rajoy en ese
escenario, debatiendo a ese nivel y no haciendo un ridículo espantoso?
El
Rajoy de las frases antológicas sobre españoles o alcaldes, el que no entiende
su propia letra, el que se ve acorralado por un periodista y sale con aquello
de ¿y la europea?, etc, etc., ¿en un debate como el vivido ayer? A estas horas
el PP estaría en un 15% de votos. No
asistir fue, indudablemente, la mejor decisión posible, visto lo visto. Y hasta
en eso se equivocó ayer Pedro Sánchez cuando, tirando de frase preconcebida de
manera previa al debate, afirmó tras el mismo que el perdedor del debate había
sido Mariano Rajoy, por no asistir. No hombre, no. El perdedor fuiste tú,
Sánchez, y Rajoy hizo pero que muy bien en no asistir.
Veremos
si en ese debate a dos que tenéis la semana que viene puedes al fin ganar un
debate. Aunque, la verdad, el interés por el mismo, en ese formato y con ese
nivel de participantes, deberá ser similar, hoy por hoy, al interés por ver un
partido de fútbol entre dos equipos de la zona baja de la liga.
El
Barça-Madrid de los debates se jugó el lunes y ahí Kent Sánchez salió goleado.
Y Pablo Iglesias goleador.