Los políticos siempre tienen prisa en septiembre para recordarnos que existen. Y nadie es más rápida desenfundando el arma que Isabel Díaz Ayuso. El día en que el Gobierno de Madrid celebraba la primera reunión después de las vacaciones, se presentó en la rueda de prensa para anunciar otro capítulo más en su guerra santa contra los impuestos. Bajo su guadaña, cayeron los tres que gravan las máquinas recreativas en bares y restaurantes, los depósitos de residuos por empresas y el recargo en el IAE. Tres enemigos de la libertad a la que acosaban con alevosía.
Tres enemigos
de tamaño ínfimo, tan pequeño que eran irrelevantes. El recargo del IAE
asciende a un escalofriante 0% desde 2009, el de residuos tiene que desaparecer
cuando se apruebe en el Congreso una tasa estatal de basuras y el de las
tragaperras es una tasa residual. En conjunto, suponían 0,7 euros por
habitante. Es lo que el diario ABC llamó lanzar "una bomba". Una con
setenta céntimos de metralla.
La socialista
Hana Jalloul lo llamó "puro humo". Mónica García, de Más Madrid, dijo
que era una "pantomima neoliberal". Pero con el teatrillo fiscal, Ayuso
se ganó unos cuantos titulares, que es de lo que se trataba.
Cada paso en
las guerras de religión, por pequeño que sea, es una victoria contra los
infieles. Ahora la Comunidad de Madrid ya no cuenta con impuestos propios. La
presidenta madrileña sacó a colación los que tienen las CCAA gobernadas por sus
rivales –por ejemplo, trece en Catalunya o seis en Aragón– y se calló el número
de los ejecutados por gobiernos del PP (ocho en Andalucía y seis en Galicia).
Seguro que cree que esos dirigentes regionales de su partido no son lo bastante
puros, aunque hubiera quedado poco cortés avergonzarles en público.
"Cada vez que Madrid ha rebajado impuestos, esto se ha traducido en una mayor recaudación", dijo Ayuso el miércoles. De entrada, la eliminación de esos tres impuestos tendrá un impacto cercano a cero. Si un Gobierno nacional aplicara esa receta, descubriría muy pronto lo equivocado que está. El caso de una comunidad como Madrid es diferente. Gracias al efecto de la capitalidad y a la atracción de las rentas más altas, consigue recaudar más dinero a pesar de sus reducciones de impuestos a los más ricos. Es lo que otras CCAA llaman "dumping fiscal".
Todo ese
dinero extra obtenido por el mayor nivel de renta de sus habitantes podría
utilizarse en los servicios públicos, pero eso sería como dar una victoria al
comunismo ateo.
Por eso, los
madrileños que han intentado pedir cita para su médico de cabecera este verano
han descubierto que tendrán que esperar tanto tiempo que es mejor que se vayan
a urgencias. O confiar en que su hora no haya llegado aún. Mientras tanto, los
más ricos de Madrid se han ahorrado casi 6.000 millones de euros por el
impuesto de Patrimonio desde 2011.
Díaz Ayuso
también arrancó con fuerza dentro de su partido. Esta vez, tocaba apuntar sobre
José Luis Martínez-Almeida y cerrar un debate que no existe para ella. Son
amigos, pero sin pasarse. El día anterior, había hecho saber a algunos medios
que se presentará como candidata a presidir el PP madrileño, un paso adelante
con el que imponer su poder en el partido que se veía venir desde su victoria
en las elecciones de mayo.
Cuando se
entere Ayuso de que alguien quiere arrebatarle el mérito de SU victoria, es
posible que se haga con un pequeño muñeco del alcalde con el que probar las
virtudes de las agujas del vudú.
Para las cosas
menores, es suficiente con que los subalternos cumplan con lo que se espera de
ellos. El nombramiento de un administrador presuntamente temporal en la
radiotelevisión autonómica hasta la votación en la Asamblea ha permitido
colocar a periodistas de confianza al frente de sus informativos. Esos a los
que en teoría no tienes que telefonear todos los días para que no te den sustos
(aunque está claro que les llamarán). De momento, ya han procedido a sustituir
a los presentadores de Telemadrid, con los que la cadena remontó las audiencias
de sus informativos en los últimos años.
Los que vengan
tendrán muy claro lo importante que es reducir impuestos para salvar a la
civilización occidental. No lo llames purga, es una purificación espiritual.