lunes, 30 de enero de 2017

CONSTRUCTORES DE MUROS


Cada 10 de Diciembre se celebra el de los Derechos humanos, y ocho días después, el día del Migrante. A poco que lo pensemos, ambos eventos parecen pensados a propósito para mofa de unos y otros de los destinatarios, porque el mundo está que arde en las periferias de los países ricos, tanto en el muro que se expandirá más de EEUU contra México y   en el muro judío contra Palestina, como en los muros de espino de Europa contra los inmigrantes. Allá donde unos que se creen privilegiados y superiores y desprecian la vida de otros,  levantan un muro.
Sin embargo, cada muro es hijo del miedo. Se tiene miedo a ser invadido por los pobres, a que los pobres mermen sus riquezas, exijan derechos y justicia, o –lo que es peor-  quieran vengarse de las guerras contra ellos. Y es que este mundo está asolado por  guerras devastadoras organizadas  por los ricos que se promueven con absoluto desprecio al derecho a la vida de los pobres y de sus propios soldados en el  frente.
Cuando el derecho a la vida está en cuestión, ¿para qué hablar de la distancia que nos separa de la igualdad, fraternidad,  libertad, unidad  y justicia? Derechos todos ellos que, de cumplirse, definirían otro mundo, pero que  no vemos en parte alguna de este. En su lugar crecen los muros como un monumento despiadado al desamor, a la codicia y a la ambición de poder de unos pocos contra los demás.
Según los últimos datos que aporta Oxfam Internacional, ocho mil personas poseen la misma riqueza que 3 mil quinientos millones. Escalofriante. Pero no crean que  están conformes. Desean más, y organizan guerras para tenerlas: comerciales, políticas y sangrientas. Todo les vale para intentar conseguirlo  todo, incluido – y ojo que esto  es bien serio- el poder sobre nuestras emociones y nuestra conciencia, el último peldaño de lo demoniaco para tomar proveedores de energía en este mundo y al otro lado de este mundo una vez dejado el cuerpo físico.
El desprecio a la vida de quienes poseen tanto poder y riquezas,  no solo se concreta en que de continuo  hacen caer  bombas sobre algún país donde haya algo que ganar, sino que levantan muros para evitar que lleguen sus víctimas. En el caso de Europa sus  gobiernos colaboran   en las guerras de Oriente, y al mismo tiempo cierran cuanto pueden  las puertas de salida a los que huyen y les niegan refugio a los que llegan. Entre tanto  dicen: “Celebremos el Día de los Derechos Humanos” o  “Celebremos el día del Refugiado”. .. Y miles naufragan en el Mediterráneo y decenas mueren congelados en el Este de Europa esperando que alguien  les deje pasar.
Y uno se pregunta: ¿Cuáles son los derechos de quienes gritan pidiendo paso desesperados  frente a las alambradas,  ante la pasividad de los guardias que  custodian las fronteras  y  la indiferencia de quienes dan las órdenes desde los despachos del poder?… ¿Será que han sido excluidos  de la  humanidad  y por eso no les reconocen? ¿O no será que quienes  les excluyen serán seres satánicos  y los verdaderos humanos, y con todos los derechos a ejercer su humanidad serán sus víctimas? ¿Serán  humanos de verdad con todos sus derechos los niños, los  enfermos, los ancianos que lloran desesperados ante las puertas hostiles de esta deshumanizada Europa?  ¿Tendrán derecho  a todo  lo que todos tenemos como algo natural? No parece; pues quienes gobiernan los prefieren muertos antes que huéspedes con derechos.
¿Dónde está la conciencia de quienes dirigen el timón de este barco y se dicen cristianos con tal desfachatez? ¿Dónde  el cacareado civismo y la  cacareada cultura europea? Sus leyes no permiten la pena de muerte, pero no dudan en causar penas y muertes a quienes están al otro lado de sus alambradas, en sus países o aquí mismo, por acción o por omisión del deber de socorro.
Esto de la cristiana Europa es cinismo en estado puro, hipocresía a raudales.
¿Y los pueblos de Europa, tan bien educados en colegios y universidades para ser tolerantes, cultos y pacíficos? ¿Dónde está su voz multitudinaria?  Lástima que los pueblos de Europa no fueran educados para ser compasivos, empáticos y altruistas, pues ¿para qué sirve la cultura sin la conciencia? Cultos son quienes dan las órdenes desde los despachos;  cultos sus disciplinados ejecutores;  y con toda su cultura no les tiembla el pulso para firmar órdenes de guerra con perfecta caligrafía. . Resulta que lo satánico cultiva la cultura…la suya, la de la destrucción.
Esa falta de lo que podríamos llamar una  cultura de la conciencia  desde las aulas y en los hogares es la única explicación que encuentro del por  qué los pueblos europeos y  del mundo no nos levantamos masivamente para exigir abrir las puertas a quienes las golpean  para acogerles con amor. Pero, ay,  las masas populares de Europa y del mundo entero son  indiferentes, conformistas y miedosas, poseídas por una especie de resignación fatalista.
Es hora de que  en  tribunas y parlamentos, se exijan leyes protectoras y refugio acogedor a los maltratados  hijos de aquello a quienes muchos llamamos Naturaleza y otros Dios. Él nos propone  cumplir la gran ley universal: Amor al prójimo; ayudar a los que piden ayuda si es legítima su petición. ¿Cabe mayor legitimidad que abrir las puertas a estos hermanos que lo han perdido todo y claman misericordia?
Mientras existan esos muros que nos separan, es imposible que haya paz. No solo en el mundo, sino en las conciencias de quienes los diseñan, de quienes dan las órdenes, de quienes los levantan sumisos, de quienes los custodian.
Y por lo que respecta a la responsabilidad personal en esta discordia, ¿estaría mal hacernos la pregunta de si en nuestro interior hemos edificado alguna clase de muro que nos separa de alguien a quien no estimamos y hasta odiamos?  Porque un sí, es una  piedra para el muro, la aportación personal a la construcción de las barreras que nos separan a unos de otros. Sin nuestra aportación individual, los muros tendrían una piedra menos, un metro menos de alambrada. ¿Somos o no, constructores de muros?.