miércoles, 28 de junio de 2017

CUANDO LOS MUERTOS SON INMIGRANTES Y GENTE HUMILDE


El devastador incendio de la Torre Grenfell de Londres, que provocó más de cien muertos y heridos, (la mayoría inmigrantes: negros y musulmanes, gente humilde y obreros) ha dejado indiferentes a los líderes de “el mundo civilizado”, cuya desidia ha quedado plasmada en la cara de “la dama de hielo”, la primera ministra británica Theresa May.
Otro gallo hubiera cantado si las víctimas hubieran sido blancos de buena cuna. Hubiéramos visto cómo contenían las lágrimas los compungidos rostros de Donald Trump, el príncipe de Mónaco, los presentadores de televisión, y hasta la propia Reina Isabel II, que ha jurado vivir mil años para hundir definitivamente a su hijo, el Príncipe Carlos. Ella desea, como todos sabrán, criogenizarse para volver a lucir la corona en el 3017.
Tras el incendio, cuyas causas aún se desconoce, miles de inmigrantes, acompañados de grupos de británicas solidarizadas con su causa, protagonizaron movilizaciones de protesta en las calles más importantes de Londres y ante el enrejado del número 10 de Down Street, sede de la primera ministra Theresa May, donde los congregados, que la acusan de haberlos ignorado y desatendido, profirieron gritos como “tienes las manos manchadas de sangre”, “Justicia para Grenfell”, “May, márchate”.
En el edificio de 24 plantas y 120 apartamentos vivían alrededor de 800 personas. El incendio se produjo a las 00:15 de la madrugada del miércoles, (todo apunta a que en el cuarto piso). Lo que agravó la tragedia fue el hecho de que la fachada del inmueble estuviera cubierta con un revestimiento inflamable e ilegal y que no saltaran las alarmas (esto último aún sin explicar), lo que hubiera evitado un número de muertos tan elevado.
La torre Grenfell se encuentra en la sección obrera de los lujosos distritos de Kensington y Chelsea, y a escasa distancia del barrio bohemio de Nothing Hill, que inspiró la película homónima que protagonizaron Hugh Grant y Julia Roberts sobre vida artística y desenfadada del lugar.
Entre las víctimas mortales hay un refugiado sirio, Mohamed Alhajali, de 23 años, que estudiaba ingeniería civil en la universidad de West London. El muchacho llegó a Londres huyendo de la guerra civil y después de pasar por todo tipo de peligros y penalidades para poder rehacer su vida en Europa. Un hermano que vivía con él logró salvarse y está siendo atendido de quemaduras en los hospitales de los alrededores.
Sólo el líder laborista Jeremy Corbyn, que estuvo consolando a las víctimas tras el siniestro, está siendo recibido con muestras de afecto por los vecinos afectados por el incendio (del que no acaba de encontrarse la caja negra) que ha dejado en el aire un montón de interrogantes.
El alcalde de Londres Sadiq Khan también salió mal parado de su visita a los familiares y amigos de las víctimas y fue recibido con abucheos, insultos y lanzamientos de botellas de agua de plástico. Las inmigrantes han pedido un montón de explicaciones que, al parecer, son de difícil respuesta.
Stuart Cundy, comandante de la policía de Londres, confirmó el lunes la muerte de 79 personas y de decenas de desaparecidos. Con anterioridad había dicho que “tristemente no se espera encontrar a más supervivientes y que aún se desconocen las causas del incendio”.
Todavía continúan hospitalizadas, con quemaduras de diversa consideración, un total de 24 personas, de ellas doce en estado crítico. Stuart Cundy reconoció que va a ser muy difícil reconocer a muchas víctimas que quedan en el interior del edificio ya que los cuerpos podrían estar carbonizados.
Para enturbiar aún más el ambiente, en la noche del domingo un hombre blanco, de 48 años, arrolló con una furgoneta, al grito de “voy a matar a todos los musulmanes”, a un grupo de fieles que salía de una mezquita de Londres tras realizar sus oraciones del Ramadán. El atentado dejó un muerto y ocho heridos, dos de gravedad. En el Reino Unido la comunidad islámica ronda los tres millones de personas.
Que yo sepa no hay preparados “minutos de silencio” previos a la celebración de grandes acontecimientos deportivos por los muertos de la Torre Grenfell, ni en ningún palacio de reyes, emires y jeques, se tiene previsto alzar banderas a media asta en señal de duelo por el trágico fallecimiento de los inmigrantes que encontraron su infierno en Europa.
Y vuelve a cantar Quiquiriquí el Noble Gallo Beneventano para reformular esta pregunta ¿Qué Europa queremos, la amurallada, o la abierta al mundo? ¿Qué queremos, guetos de inmigrantes o políticas integradoras que requieren un esfuerzo global?