La pandemia por el
covid-19 puede ser un experimento natural extraordinario para construir una
sociedad más justa y solidaria, una economía más productiva e inclusiva y una
política más orientada al bien común que al interés partidista. Pero, por las
razones que diré más abajo, no estoy seguro de que sepamos aprovechar esta
oportunidad. En cualquier caso, permítanme señalar cuatro razones por las que
pienso que la pandemia es un experimento natural extraordinario para construir
una sociedad mejor.
La
pandemia pone en valor la importancia de disponer de sistemas sanitarios
públicos universales. Hay que esperar que a partir de ahora nadie, por
ideología o interés privado, ponga en riesgo el sistema público de salud. Frenar
la pandemia exige la movilización de todos los recursos sanitarios disponibles,
tanto humanos como técnicos, públicos y privados. Hay que invertir en pruebas
rápidas para identificar quién está enfermo y dónde ha contraído la infección.
Equipos para atender a los pacientes graves. Ampliar la telemedicina para que
los pacientes no graves no tengan que ir a los servicios hospitalarios y puedan
quedarse en casa. Contratar a nuevo personal sanitario y llamar a médicos y
enfermeras retirados, así como médicos militares. Estamos en una economía de
guerra.
La
pandemia exige una medicina económica que evite una crisis gemela, sanitaria y
económica. La experiencia de la crisis de 2008-2013 nos enseña que es mejor y
menos costoso evitar la caída de la actividad económica y del empleo que tener
que salir después al rescate de los bancos, las empresas y los parados. La
crisis actual es más compleja. Viene por el lado de la demanda y por el de la
oferta. Hay que evitar que las empresas cierren por falta de liquidez. Hay que
dar cobertura de ingresos a los empleados desde el primer día en que queden
temporalmente sin trabajo. Y hay que hacer llegar ingresos adicionales a las
familias que ven cómo aumentan sus gastos por el cierre de escuelas y atención
a los familiares. Todo eso incrementará el gasto público. Pero es mejor
endeudarse para evitar la enfermedad que para curarla.
La
pandemia introduce un sentido de peligro colectivo frente al que la sociedad
responde de forma solidaria. Algunos expertos y políticos creen que ante una
gran catástrofe la gente se comporta de forma asustadiza, indisciplinada y
egoísta. No es cierto. La mayoría se comporta de forma solidaria, dando
prioridad a los demás antes que a sí mismos. Y está dispuesta a cambiar las
normas sociales, tanto interpersonales como relacionadas con el ocio y el medio
ambiente. No es cierto que solo las sociedades totalitarias como China sean más
capaces de aceptar medidas drásticas como las cuarentenas. Las sociedades
liberales pueden hacerlo con un mejor equilibrio entre restricciones y respeto
a las libertades y los derechos humanos.
Y
la cuarta. La pandemia permite construir empresas más productivas e inclusivas.
El cambio hacia normas sociales más solidarias y sostenibles tiene que
producirse también en el seno de las empresas. Los directivos y accionistas
tienen una oportunidad de oro para mostrar su orientación al bien común. No se
trata de salvar solo las empresas, sino todos los interesados en su
mantenimiento y rentabilidad a largo plazo. Es necesario negociar una mayor
flexibilidad sin romper la relación laboral, acompañada de un mayor compromiso
colectivo. Algunos temen que surjan muchos 'free-riders' ('gorrones'). Pero la
evidencia que tenemos los economistas no apoya ese temor. De esta forma, la
crisis económica durará lo que dure la sanitaria. De otra forma, volveríamos a
tener otra década perdida.
¿De
qué depende de que se materialice esta oportunidad que trae la pandemia para
construir una sociedad mejor? Del funcionamiento de la política, tanto de la nacional
como de la europea. Y es aquí donde el escepticismo reta mi esperanza.
En
el plano nacional, tenemos una hornada de políticos jóvenes e inexpertos que
hasta ahora han estado peleando para ver quién es el más listo de la clase. La
pandemia es una oportunidad para que pongan el bien común por delante de sus
intereses partidistas y personales. De momento, parece que aprueban este
examen.
En
el ámbito europeo, veo que el Banco Central Europeo está por la labor, pero no
advierto en los dirigentes políticos conciencia del sentido de urgencia. Siguen
bajo la nebulosa mental de la austeridad y dentro del corsé de las reglas del
déficit y la deuda. Es la última oportunidad que tienen las autoridades de la
zona euro para diseñar una medicina económica que evite otra recesión y dar
lugar a otros 'brexits'. Si no cambian, al Gobierno español no le quedará más
remedio que forzar más allá del límite las cláusulas de excepcionalidad del
pacto de estabilidad y crecimiento. Pero mantengo una esperanza escéptica de
que la política europea entienda el sentido de urgencia del momento.