A
José Piñera le salen los billetes por los ojos. También la desvergüenza. Cuando
Chile era un sepulcro de opositores políticos, este acaudalado economista se
encargaba de lavarle la cara al régimen genocida de Augusto Pinochet. Su
objetivo: demostrarle al mundo que la dictadura podía ser muy feroz a la hora
de torturar, pero extremadamente amable a la hora de privatizar. Desde su puesto
de ministro de Trabajo, “Pepe” encabezó la reforma de las pensiones efectuada
bajo el mando de los militares. Ocurrió en 1980. Desde entonces, jubilarse en
Chile es algo así como sacarse un carné de pobre. Sobre todo si eres parte de
ese mayoritario sector de la población que no disfruta de unos ingresos tan
altos como los de Piñera.
Este
exministro pinochetista —y hermano del nuevamente electo presidente de Chile,
Sebastián Piñera— es un auténtico ídolo para los amantes de los fondos privados
de pensiones a este lado del océano. Desde el BBVA hasta el diario El Mundo,
pasando por el Círculo de Empresarios y hasta la Bolsa de Madrid, han adorado
en algún momento de su vida al “padre de las pensiones privadas”. Al gurú de
las jubilaciones para ricos y la miseria para pobres. Al reinventor de un
invento más viejo que la rueda: si tienes muchos billetes de joven, seguirás
teniéndolos de viejo. Solo hay que saber cuidarlos.
Los
piñeristas españoles están hoy inmersos en una cruzada trascendental: convencer
al Gobierno del PP de que la vía buena, la que todo demócrata de mercado
debería defender, pasa precisamente por favorecer los fondos privados y, por
consiguiente, recortar el sistema público. En otras palabras, existen
actualmente poderosos sectores de las finanzas que buscan una España en la que
jubilarse (dignamente) sea solo un privilegio reservado para aquellas y
aquellos agraciados que cobran auténticas millonadas. ¿Eres pobre? ¿Sufres la
precariedad? Poco importa. Los piñeristas no son una ONG ni tienen compasión.
Son ricos y quieren seguir siéndolo. A tu costa.
Hay
trampa. El caballo de batalla se llama ‘fondo de pensiones’ y genera todo tipo
de lecturas desde el mundo académico. “Es un producto financiero que sirve para
el ahorro privado con el objeto de que te sirva de previsión social. Eso sí,
depende de tus ahorros. ¿Problema? Si no aportas lo suficiente, no tendrás
pensión”, se responde a sí mismo Cristóbal Molina, catedrático de Derecho del
Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad de Jaén. “Es un fondo que
recoge dinero y lo invierte en activos financieros. De los rendimientos de esos
activos paga un rendimiento a la gente, que puede entenderse como una pensión”,
apunta por su parte Albert Recio, profesor del Departamento de Economía
Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona e integrante del Institut d’Estudis
del Treball.
Durante
los últimos meses, en medio de malas noticias sobre el futuro de las pensiones
públicas, han crecido las suspicacias en torno a los intereses que giran
alrededor de esos productos financieros. El escenario es casi idílico: si las
jubilaciones de toda la vida corren serio riesgo de fallar mañana, entra dentro
de toda lógica que los cotizantes de hoy hagan nuevos cálculos sobre el futuro
que les espera. “Es normal que las ciudadanas y ciudadanos de a pie se sientan
desconcertados”, señala Borja Suárez, profesor titular de Derecho del Trabajo y
Seguridad Social en la Universidad Autónoma de Madrid y autor de “El sistema
público de pensiones: crisis, reforma y sostenibilidad” (Editorial Lex Nova,
2014).
El
experto incide en la estrategia del miedo que se ha instalado en torno a este
tema. “Ante la perspectiva de recibir una pensión pública bastante inferior a
la que está disfrutando hoy mi padre — subraya—, es inevitable que considere
necesario ir preparándome para compensarlo de alguna manera”. Por tales
motivos, Suárez advierte sobre la clara apuesta por parte del Gobierno del PP
de “reducir el tamaño de las pensiones públicas y favorecer a las privadas”.
“Se está creando una alarma para convertir la pensión privada en la alternativa
a la pensión pública”, añade Cristóbal Molina.
Ahí
entra en juego la letra pequeña. Los planes privados de ahorro tienen un
tratamiento fiscal diferente, lo que permite a sus clientes desgravar en la
Declaración de la Renta. Suena bien, sobre todo si tus ingresos son altos. Sin
embargo, no pasa lo mismo si eres parte de esa mayoría que gana poco a cambio
de trabajar mucho. “Los planes y fondos de pensiones pueden servir para
aquellas personas que tienen un salario elevado. En otras palabras, puede ser
razonable si tienes un salario de 30.000 o 40.000 euros anuales, pero resulta
que el sueldo más frecuente en España está en torno a los 18.000 euros”,
remarca Molina desde Jaén.
El
catedrático recurre a los cálculos realizados por los mismísimos bancos para
echar luz sobre tanta sombra: “Según las cifras provenientes de las entidades
financieras, tienes que dedicar 7.000 euros de tu salario para poder tener
acceso a una pensión media. Si tenemos en cuenta la media salarial en España,
que incluso es más baja para los jóvenes, deberías dedicar prácticamente un
tercio de tu salario al plan de pensiones”. En tal sentido, el también
académico Borja Suárez destaca que, en el 75% de los casos, las aportaciones
que se realizan a los fondos de pensiones “no llegan a los 900 euros
mensuales”, algo que califica como “una ridiculez de cara a una pensión
futura”.
Estas
cifras no conmueven a los lobbies financieros que promueven una reforma de las
pensiones en España, y no precisamente para salvar a los asalariados pobres de
hoy y jubilados aún más pobres de mañana. Mientras el Gobierno de Mariano Rajoy
impulsa una serie de medidas para hacer más atractivas las jubilaciones
privadas —desde rebajar las comisiones hasta ofrecer la posibilidad de disponer
de los fondos acumulados en un plazo de diez años—, los insaciables jefes de la
Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensiones
(Inverco) entienden que esas ideas son insuficientes, por lo que su presidente,
Ángel Martínez-Aldama, las ha criticado sin contemplación.
Los
empresarios del sector quieren más. Mucho más. La presión también llega desde
Unespa, la patronal de las aseguradoras. No en vano, desde sus oficinas se han
aireado informes aterradores sobre el futuro que espera a la España
pensionista. Su premisa es que mañana habrá más jubilados para repartir menos
dinero, por lo que defiende abiertamente la vía privada como antídoto contra
esa catástrofe. Aquí también conviene leer la letra pequeña: “Prácticamente
todas las grandes aseguradoras tienen una parte que se dedica a la gestión de
activos, entre los que se encuentran los fondos de pensiones”, advierte Recio.
En
esa línea, la “comisión de expertos” creada hace ahora cuatro años por el
Gobierno del PP para analizar el futuro de las pensiones contó con la participación
de varios economistas íntimamente ligados a las aseguradoras, lo que en su
momento levantó todo tipo de dudas y críticas por parte de los grupos políticos
de la oposición.
La
situación llegó a tal punto que el presidente de dicha comisión
“independiente”, Víctor Pérez-Díaz, tuvo que defender públicamente su libertad de
actuación. El motivo: distintas informaciones mostraban su nexo de unión con
Unespa y, por consiguiente, con los intereses en torno a las jubilaciones privadas.
El
lobby en defensa de los fondos privados cuenta con otro actor de lujo: el think
tank Civismo. “España necesita un marco de estabilidad económica y social,
cuyas bases se mantengan inalterables frente a los cambios motivados por la alternancia
de los partidos políticos”, puede leerse en su manifiesto, disponible en su
página web. Al cliquear en “quiénes somos”, aparecen nombres muy
característicos de la derecha española: en su staff figura la exdiputada del PP
y actual directora del área Internacional de la fundación FAES, Cayetana Álvarez
de Toledo, y el aristócrata Carlos Espinosa de los Monteros y Bernaldo de
Quirós, expresidente de Mercedes Benz y ahora alto comisionado del Gobierno
para la Marca España.
En
octubre del año pasado, Civismo convocó a sus socios y amigos a la entrega de
premios Sociedad Civil 2016. Muchos de los invitados llegaron a bordo de coches
incalculablemente caros, pero el principal agasajado llegó en avión. Tuvo que
hacer un viaje largo, pero cómodo: no es lo mismo cruzar el Atlántico en los
diminutos asientos de clase turista que en esas butacas confortables de
primera. El pasajero que viajó hasta Madrid en business para recibir los
aplausos del think tank español tenía acento chileno y había trabajado para
Pinochet. Su nombre: José Piñera. Su logro: privatizar las pensiones de su
país. Su receta: hacerlo también en España.