domingo, 28 de febrero de 2016

PEDRO SANCHEZ EL TRILERO


En los últimos días han corrido ríos de tinta entre los que intentaban entender las negociaciones y predecir sus resultados. Como muchas veces, acabamos de comprobar que en política los pronósticos rara vez se cumplen, y a falta de lo que pueda pasar en los próximos días, queda claro que la mayor parte de los análisis sobreestimaron a Sánchez.
Sobreestimaron su valentía para enfrentarse a los barones socialistas, su valentía para escuchar a las bases y su valentía para negociar con Podemos. Lo sobreestimamos también en la calle, todos los que pensábamos que esa valentía se explicaba por saber que estaba del lado de la justicia, y que aunque era evidente que se estaba jugando su futuro en el partido, estaba apostando por la dignidad de la izquierda.
Queríamos pensar que las negociaciones con Ciudadanos no eran más que una distracción para sus barones, un ganar tiempo para forjar un verdadero pacto de gobierno de izquierdas. Sin embargo, la letra del acuerdo firmado con Ciudadanos, parece echar por tierra estas suposiciones.
Las formas en política son fondo, por lo tanto, es inaceptable que Sánchez quiera vender esto como un pacto de izquierdas. Sería inaceptable en cualquier momento, pero menos ahora, donde la maldita-bendita hemeroteca nos recuerda que hace apenas dos meses era él mismo quien acuñaba a Ciudadanos como las derechas.
Pero si vamos al fondo, es aún menos justificable. Obviamente pactar es ceder, pero no es menos cierto que el pacto no puede ser un fin en sí mismo y que no puede pasar por encima de unas mínimas líneas programáticas y unos valores éticos y políticos.
La propia ordenación del texto da buena medida de sus preferencias, así, empresas y autónomos ocupan el primer lugar, cuestión de prioridades, debe ser, cuando dejan para el cuarto capítulo la emergencia social.
Bajando a las medidas concretas la incredulidad aumenta. Especialmente en lo referido a dos temas fundamentales del acuerdo: la reforma laboral, que ya no se eliminará, y la atención a la situación de emergencia social.
En lo que respecta a la reforma laboral, pese a que en la rueda de prensa inmediatamente posterior a la firma del acuerdo, Sánchez se apuró en decir que se iba a eliminar, en el texto no se explicita en ningún caso. En su lugar, sí que se hace evidente la adaptación de la propuesta de corte neoliberal del contrato único, convertido ahora en contrato estable y progresivo para la cobertura de puestos de trabajo de duración determinada, un eufemismo delicioso con el que se abre la puerta al contrato único.
Tal y como dice el propio texto, el despido de este contrato tendrá un coste de 12 días el primer año, que se transforman en 16 días el segundo, una cifra ligeramente inferior a los 20 que en la actualidad contempla el despido objetivo. Un modelo contractual que el PSOE nunca había contemplado y que sólo puede verse como un gran triunfo de las políticas neoliberales ansiadas por los mercados. Una medida que, en definitiva, no hace sino profundizar en la disminución de las garantías por despido establecidas en la actualidad que nos alejan, cada vez más, de los derechos que los trabajadores teníamos en España antes de la crisis.
Por el lado de las medidas sociales, más sorpresas, de manera que nos encontramos con que la cantidad que el PSOE pretendía destinar a una renta mínima vital, ahora tendrá que repartirse entre este concepto y el complemento salarial garantizado, otra de las medidas estrella de Ciudadanos y verdadera piedra de toque del ideario neoliberal.
Además de no saber el recorte que se asume para la renta mínima vital, meter ambos conceptos en el mismo apartado supone una especie de engaño a toda la ciudadanía. En ningún caso ambas medidas pueden considerarse equivalentes, sino que encarnan dos formas contrapuestas de entender la atención social: derechos y justicia vs beneficencia.
El complemento salarial garantizado, fuertemente criticado incluso por el PSOE en campaña, supone, de facto, cargar sobre el Estado un deber que corresponde al lado de los empresarios, el de pagar unos salarios dignos. La dignidad de los salarios es un derecho de los trabajadores que se debe garantizar a través del salario mínimo y no como un subsidio estatal, lo que sólo es un parche de consecuencias negativas indeseables, además del perjuicio que supone para los cálculos de la prestación por desempleo, jubilación, etc.
Pero no sólo se trata de su propia definición conceptual, la realidad de los países en los que funciona demuestra que esta medida, si no va vinculada a una subida real del salario mínimo como proponía Podemos, ni tiene efectos redistributivos ni de lucha contra la pobreza. Ni los tuvo en el siglo XIX en Inglaterra, cuando apareció esta propuesta por vez primera, ni en la actualidad de los Estados Unidos. Los datos de que disponemos, por el contrario, apuntan a una devaluación salarial continua, toda vez que se subvencionan y perpetúan, con dinero de todos, los empleos de bajos salarios.
De derogación de la Ley Mordaza o del artículo 135 ni rastro. Tampoco una verdadera reforma electoral, apenas un par de líneas generales y un ya lo estudiaremos.
Como descafeinada queda también la propuesta en materia de igualdad de permisos de maternidad y paternidad iguales e intransferibles o la prohibición de las puertas giratorias.
Sin embargo, la unidad de España y la oposición al referéndum catalán, bien alto y claro, un auténtico escudo del Partido Socialista contra Podemos pero que no oculta que eran otros los temas que le hicieron preferir un pacto con la derecha. La economía, siempre la economía.
Es cierto que Sánchez se encontraba en una situación difícil y que el pacto con Podemos incluía un peligro cierto para el futuro del PSOE toda vez que ambos compiten por el mismo electorado. Que estuviera buscando un pacto con Rivera era comprensible, por lo tanto, como una forma de contrapeso a las aspiraciones del partido morado. Intentar vender como de izquierdas un pacto con quien él mismo acuñó como las derechas es, simplemente, una tomadura de pelo.
Intentar cargar sobre los hombros de Podemos tener que ir a unas nuevas elecciones parece menospreciar la inteligencia del electorado. Del mismo modo, la ambigua redacción de la pregunta que el PSOE ha hecho a su militancia para que apoyen sus acuerdos, sin concretar el que ni los quien, resulta una burda jugada de trileros.