martes, 28 de mayo de 2013

Y DIOS LE DIO EL ALTA


Un rayo luminoso y radiante rompió el horizonte y deslumbró a un compungido y derrotado trabajador

-¡Usted es un gandul! ¡A trabajar, desgraciado!, retumbó la poderosa y omnipotente voz del E.V.I. (Equipo de Valoración de Invalidez).

Aquel pobre infeliz clavó sus mustios ojos en el suelo recién lavado del despacho del todopoderoso. Permaneció tímido primero, después derrotado. Aguantó el llanto, era un macho. Macho y desde pequeñito, en verano y en invierno al puto tajo, con frío o calor; cargar, cargar, acarrear como un jodido burro. Se había ganado su puñetera vida, nunca mejor dicho, con el sudor de su alma y ahora, al paro, cuando llegaban los cincuenta largos años que pesaban toneladas.

-Es que eres un flojucho -le dijeron entre risotadas en la barra del bar:

-¿Para qué coño quiere un empresario a un obrero analfabeto y averiado como tu?, continuó el cachondeito cabrón.

Tomó el último sorbo del carajillo y con el insignificante resuello que le quedaba de su asmático pecho, protestó:

-Pa mi esas risitas ni puñetera gracia me “jacen”, que con la enfermedad del prójimo no se juega caballeros.

Pero qué cojones le quedaba, había transcurrido un año de baja y le citaron por correo certificado, con todo tipo de advertencias, como si fuera un peligroso delincuente. Llegó derrotado, se plantó tímido ante el Equipo de Valoración de Invalidez (EVI) y ni le dejaron sentar.

Comprendió que la gente educada, entre la que creía estar, lo consideraban un mierdecilla sudado, un paria de la tierra. Ya el abogado en el sindicato le dijo que llevara todos los certificados médicos, las radiografías y resonancias que demostraban que su espalda, extremidades superiores e inferiores eran pura fosfatina, puritita mierda y sus pulmones hechos pulpa.

Sorpresa: Pepe el peón no halló Equipo alguno, sólo una escuálida mujercilla de cara ruin, que decía ser doctora. Parecía más un guardia civil de esos de Franco, - de aquellos que por menos de nada te aflojaba un bofetón en comisaría, con aquella frasecita: “¡Usted se calla bobomierda! Y habla cuando le autoricen, maleducado,” - que una servidora pagada con el dinero que a él le llevan descontando desde que tiene uso de razón; desde que, con apenas doce años, le sacaran de la escuela para que acompañara a su viejo a trabajar en la construcción.

Repuesto del susto y al ver que no le miraban, ni le preguntaban, ni le tomaban sus certificados, radiografías, resonancias, ingenuo preguntó:

-Señorita ¿Dónde está el Equipo “paer” que vine “paque” me vieran?

Y, con toda la mala leche del mundo bramó Dios:

-Yo soy el Equipo, el EVI, tres en uno, como el desatascador, un médico, un inspector de trabajo y un psicólogo en uno, y deje de darme la lata con esos papeles, que ya he decidido sobre su futuro. Pero hombre quite esas resonancias y esas radiografías de mi mesa que yo lo sé todo sobre usted. Que nosotros conocemos lo que pretenden los que como usted quieren vivir de la caja común. Un informe completo obra en mi ordenador. Esté tranquilo que enseguida le arreglamos el pelo.

-Pero Señorita si este “certificao” del traumatólogo es nuevo, me lo dieron ayer y yo soy peón de la construcción.

-Deje de molestar, salga ¡jolín! que tengo mucho trabajo. Ya le comunicará el Equipo su resolución, pero me temo –dijo por lo bajini con ironía- que el tajo le espera, que todavía sólo ha cotizado treinta y seis años y le restan seis para su jubilación que la caja común no se ha hecho para gandules.

-Pero Señora Equipo; si es que no me puedo ni poner los zapatos y “la mujé” me tiene que asear todos las mañanitas.

-No me de la lata. ¿Se va –reprimió palabras gruesas- o llamo al segurata? Todavía le quedan muchos sacos de cemento, muchos baldes de mezcla, muchas escaleras retorcidas que subir cargado como una bestia. Para que esta sociedad funcione tenemos que evitar a los gandules.

Y bajó Dios a la tierra y aquel desgraciado a mamarla, que a su mismísimo hijo, al mismo hijo de Dios, a Jesucristo lo jodieron a gusto por pedir justicia y lo crucificaron por mucho menos que a Pepe el peón.