martes, 7 de octubre de 2014

LUTO EN EL CAPITALISMO ESPAÑOL

En unos pocos días de septiembre las páginas de economía se han convertido en secciones necrológicas por el fallecimiento sucesivo del primer banquero del país (Emilio Botin), el propietario del mayor grupo de distribución (Isidoro Álvarez) y un exministro de Economía que pilotó los primeros años de la internacionalización de la economía española (Miguel Boyer). Los ditirambos que la prensa “seria” ha dedicado a los finados sonrojan de vergüenza. (Aunque ya se sabe que los mejores elogios los recibimos cuando nos morimos, todos quisieramos ser Tom Sawyer y presenciar nuestro entierro). Algo esperable cuando los que han fallecido son los verdaderos “amos” del país (el propietario de la mayor empresa, el dueño del lider en gasto publicitario) o han jugado un papel inestimable en la conversión de la izquierda al neoliberalismo. Pero insoportable cuando estos panegíricos tratan de impedir que enjuiciemos el verdadero papel de estas figuras.

En anteriores ocasiones he tratado de hacer un esbozo de cuáles son a mi entender las claves para situar una parte de los graves problemas sociales. Una de ellas es el papel que juegan las élites en la configuración de las políticas y en el tipo de actividades económicas que impulsan. Y en este sentido los tres personajes constituyen una representación de una buena parte de la cúpula dirigente del país.

Botín el banquero resumiría por sí solo el núcleo del capitalismo español de las últimas décadas. De una banca que salvó la primera gran crisis bancaria con fuertes ayudas públicas. Ayudas que llegaron por vías diversas: directas a entidades que compraban bancos en crisis (el Santander lo hizo con Banesto), nacionalización de las empresas eléctricas quebradas (Fecsa, Sevillana) que permitieron a la banca salvar sus inversiones en ellas, reconversión industrial que “liberó” a la banca de parte de su cartera industrial...  Una banca que se desentendió de su apoyo al sector productivo y que ha sido un protagonista básico del pelotazo inmobiliario.

Una banca que protagonizó una fuerte internacionalización que le ha permitido escapar del estrecho marco del espacio económico español (habrá que hacer un balance de su elevada rentabilidad en sus actividades latinoamericanas,).

Una banca que ha utilizado a fondo todos los mecanismos especulativos del moderno sistema financiero, incluido el recurso sistemático a paraísos fiscales.

Una banca que cuando ha tenido problemas de financiación ha contado con el sustantivo soporte del Banco Central Europeo, que le ha permitido sortear sin problemas sus tensiones de liquidez mientras Estados y particulares recibían un trato diferente.

Una banca que no ha parado de conspirar para evitar una regulación hipotecaria y de quiebras que impidiera el drama social de los desahucios y el endeudamiento perpetuo de la gente corriente.

Una banca que se ha convertido en la mayor promotora del neoliberalismo (como es el caso del Santander con su extensa red de intervención en el sistema universitario latinoamericano).

Es esta banca —la que está en el núcleo de la financiarización económica, de la insensibilidad social, de la depredación pura y dura— la que representaba como nadie Emilio Botin y la que toma ahora en herencia su hija. La banca que no nos merecemos.

Isidoro Álvarez es, en este sentido, una figura menor. Pero no insignificante. El Corte Inglés es sin duda el mejor icono del consumismo hispano. Pero es también mucho mas. Es una empresa cuyo capital está en manos de una Fundación, una mera forma de escabullir responsabilidades y ahorrarse impuestos, aunque no esconde que se trata de un mero patio familiar (Álvarez “heredó” la empresa de su tío Ramon Areces, el creador del emporio, y un sobrino suyo lo hereda de él).

Es el modelo de un grupo que por una parte invierte grandes cantidades de dinero en publicidad y por otra es uno de los más opacos a cualquier investigación. Es, sobre todo, un modelo de gestión laboral avanzado al neoliberalismo: con sus sindicatos amarillos controlados por cuadros intermedios, con sus políticas antisindicales, por su uso sistemático de empleos temporales, por su tradicional segregación sexual (las mujeres siempre en la escala inferior).

Es el grupo empresarial más activo en presionar en pro de la eliminación de derechos laborales y la desregulación horaria que protege la calidad de vida de trabajadores asalariados y comerciantes autónomos. Sin olvidar los diferentes procesos urbanísticos en los que la empresa ha conseguido imponer sus intereses frente a regulaciones locales que le resultaban onerosas. Si algo representa el Corte Inglés es la prevalencia ostentosa del interés privado por encima de la sociedad. Un abuso de poder sistemático que se esconde tras los oropeles de la pulsión consumista.

Lo de Miguel Boyer es más evidente. Fue el primer ministro “socialista” que implantó el neoliberalismo en España. El conductor de la economía española hacia la desindustralización. El promotor de una ley sobre vivienda que bastante tiene que ver con desastres posteriores. Uno más de los habituales en las puertas giratorias. Es evidente que el desastre actual proviene de cómo se hicieron las cosas en el pasado. Y que si hemos llegado hasta aquí en la forma que estamos, bastante tiene que ver la acumulación de políticas neoliberales aplicadas, con mayor o menor dosis, con una u otra modulación, en todo este tiempo.

Miguel Boyer representa en España el abandono definitivo de todo intento serio de “domar” al capitalismo más feroz mediante políticas socialdemócratas.


La herencia que nos dejan a la sociedad (sus familias por lo que se ve quedan bien servidas, pues en el ámbito de las grandes élites la historia de la promoción meritocrática queda aparcada) es la de una economía descontrolada, injusta, depredadora, insostenible. En lugar de tener que aguantar el homenaje obsceno, lo que nos merecíamos era una reflexión crítica de adónde lleva tanta desregulación financiera, tanta pérdida de derechos sociales, tanto poder para los ricos; de qué modelo debe cambiarse y de qué personas necesitamos para que nuestro mundo sea deseable, sostenible para la inmensa mayoría.

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