Según
nos dicen los promotores y los partidarios de Podemos, “con Podemos, sí se
puede”; pero – por supuesto - no la Revolución social para acabar con el
capitalismo, sólo “todo” lo que se pueda conseguir a través del voto. En
cambio, lo que “sí se puede”, lo que “sí podemos” con Podemos es votar y tener
diputados “elegidos por nosotros”. Y, además, si somos una mayoría la que vote
por Podemos, hasta “podremos ganar las elecciones”, “ser gobierno” y “convocar
una constituyente” para recuperar “la democracia que nos han secuestrado las
élites financieras”, como ha dicho Pablo Iglesias en el Parlamento europeo.
Vale
la pena pues reflexionar y preguntarnos seriamente con Podemos, ¿qué podemos…?
No sólo para saber si de verdad “con Podemos, sí se puede”, “sí podemos”, sino
también para prever lo que pueda pasar si no votamos por esa formación. No vaya
a ser que, tal como se han puesto las cosas desde la irrupción de Podemos
declarando obsoleta “la dicotomía izquierda-derecha”, se compliquen aún más las
perspectivas electorales y, queriendo conseguir un resultado, obtengamos el
contrario… Es pues, por todo, ello que me parece urgente reflexionar y voy a
intentar hacerlo lo más seria y objetivamente posible.
Con
Podemos, ¿qué podemos? Más allá del 1 253 837 votos y los cinco diputados
obtenidos por Podemos en los comicios europeos del pasado 25 de mayo y de su
acelerado crecimiento (tanto en presencia en los medios como en intención de
voto) que le sitúan (según las encuestas) como la tercera fuerza política en
España, es indiscutible que la existencia y el desarrollo de esta formación
están provocando una sorprendente reconfiguración de la escena política
española.
Es
indiscutible porque sus efectos se ven corroborados por los sondeos y las
reacciones que Podemos ha suscitado: tanto de parte de los Partidos como de
numerosas personalidades. Y es sorprendente porque esta reconfiguración
política -que en condiciones normales debería permitir a la izquierda echar del
Poder a la derecha- está creando una tal división de la Izquierda que no se
debe descartar la continuidad de la Derecha en el poder. De ahí la importancia
y urgencia de analizar objetivamente esta extraña situación creada por la
existencia de Podemos, pues –como ya lo hemos dicho- no vaya a ser que,
llevados por el entusiasmo, desemboquemos en escenarios políticos peores al
actual y, en consecuencia, en una nueva y catastrófica desilusión.
No
sólo debemos hacerlo porque no podemos ni debemos descartar responsablemente
tal posibilidad. sino también porque los resultados de todas las experiencias
similares que han precedido a la de Podemos han sido muy desilusionantes. Y,
además, porque las contradicciones y ambigüedades que siguen caracterizando
-desde su lanzamiento mediático- el discurso y funcionamiento de Podemos
parecen confirmar de más en más que el objetivo de los promotores y dirigentes
de esta formación es gobernar, cueste lo que cueste… Un coste que, junto con
sus contradicciones y ambigüedades, pueden permitir a Podemos ser, si no la
primera, al menos la segunda fuerza política del país; pero también convertirla
en todo lo contrario de lo que hoy pretende ser y de lo que afirma querer hacer
mañana si llega a gobernar.
Y,
como de tal denegación sólo se beneficiarían la derecha y los ricos, es lógico
y ético que al no desear eso tratemos, sin apriorismos ni subjetivismos, de
saber qué es lo que realmente quiere Podemos. No sólo porque es un deber de
todo ciudadano consciente el intentar saberlo sino también porque es la
experiencia histórica -no un dogma antielectoral– la que nos obliga a meditar
para saber si es de nuestro interés lo que puede pasar según se vote o no.
Ahora
bien, preocuparse por el futuro no impide reconocer que Podemos ha conseguido
reilusionar con la política a mucha gente que se había desenganchado de ella en
estos últimos años, sea por considerarla inoperante para los de abajo o
corrupta y benéfica sólo para los de arriba. Inclusive a una parte de la
juventud que participó activamente en el 15M y coreó aquello de: “políticos
chorizos” y “que se vayan. Esa parte de la juventud que ahora cree posible
poder echarlos de sus poltronas gracias a Podemos. Aunque sólo a los políticos
de la “casta”; pues los militantes y votantes de Podemos creen ahora posible
abrir paso a otras posibilidades que la mera alternancia entre el PP y el PSOE.
No
se puede pues negar que Podemos ha logrado reilusionar a muchos ciudadanos con
"la esperanza de una política horizontal y transversal donde todos
cuentan", además de obtener su confianza para ponerla en práctica tras
romper el statu quo político impuesto por el bipartidismo y haber puesto -por
fin- "en marcha los ciudadanos" hacia “el gobierno del pueblo por el
pueblo mismo”.
¿Cómo
negar que, tras décadas de “desencanto”, nos encontramos ante un fenómeno de
“reencanto” y de “esperanza” en la posibilidad de poner fin a la corrupción y
conseguir una “regeneración” ética de la política y de los políticos? Pues,
aunque nada permita afirmar que este fenómeno durará, ¿cómo negar que Podemos
cuenta ya con un importante capital electoral y que las perspectivas para las
futuras elecciones le son -por el momento- muy favorables?
Es
innegable que Podemos encarna –aunque debamos repetir “por el momento”- el
desespero de la parte de la población que ha sufrido más duramente los
"recortes" (¡vaya eufemismo!) impuestos por las políticas
neoliberales (antisociales) del PSOE y del PP, como también el entusiasmo
combativo despertado por el 15M y las sucesivas manifestaciones y “mareas” que,
arrumbando siglas, banderas y denominaciones lograron movilizar en las calles a
miles y miles de indignados. Pues, aunque este entusiasmo exprese de más en más
una resignación (“hagamos confianza”, “probemos”, “ya veremos…”), aún es
suficientemente movilizador para llevar a la gente a depositar su voto en las
urnas.
Por
ello debemos ir más allá de los entusiasmos desmedidos manifestados tras la
“victoria” del 25M y por las perspectivas actuales de voto (“porque Podemos
crece donde otros ya no pueden ni saben contar", “porque emociona" de
nuevo el "tener voz con diputados nuestros” y el pensar que "podemos
llegar a gobernar" y construir "un Estado social y democrático de
derecho que se precie, que se parezca al mejor que existe en el planeta",
según Monedero) y esperar a lo que saldrá de las dos convocatorias que esta
formación está organizando para dotarse de un “reglamento” y fijar su
“programa”.
Todavía
no ha sido posible saber si Podemos irá más allá de la “horizontalidad
democrática” formal de los demás partidos “democráticos” (en los que también
las decisiones son “tomadas por mayoría en las asambleas”) y de las habituales
y casi siempre demagógicas propuestas de los partidos de la Izquierda
institucional (“impulsar un proceso constituyente que recupere la soberanía
popular y la de los pueblos, dejar de
pagar la "deuda ilegítima", nacionalizar la banca privada, acabar con
la austeridad y los recortes, defender salarios y pensiones dignas y una
fiscalidad progresiva para que paguen más los que más tienen, paralizar los
desahucios y promover la vivienda pública, impedir las privatizaciones de
servicios públicos, combatir la violencia machista, defender el derecho de las
mujeres sobre su cuerpo, cambiar el modelo productivo mediante una reconversión
ecológica, rechazar las intervenciones militares, derogar la ley de
extranjería...“). Es decir: si Podemos se conformará con ser un partido
socialdemócrata más -aunque con nuevas caras y un nuevo modo de funcionamiento
basado en Internet- o tratará de ser lo que sus promotores decían querer ser en
la etapa del lanzamiento del “Proyecto”.
A
la espera pues del “reglamento” y del “programa” no queda más remedio que
inquietarse por las actuales contradicciones de Podemos, entre el discurso
“democrático”, “participativo”, “horizontal” y la práctica autoritaria,
dirigista, vertical de sus promotores, como también por las importantes
ambigüedades que desde el inicio caracterizan el discurso de esta formación.
Tanto sobre el problema de la democracia –interna y externa- como sobre las
medidas a adoptar para que, una vez desalojada la “casta” del poder, no se
instalé en él una nueva y los trabajadores puedan comenzar a emanciparse de la
explotación capitalista.
Desgraciadamente,
si Podemos se queda en las 10 propuestas anunciadas como medidas importantes y
urgentes a tomar en caso de llegar a gobernar (Auditoría ciudadana de la deuda
y una banca al servicio del ciudadano; Más castigo al fraude y fin de los
paraísos fiscales; Renta básica para
todos y un sistema fiscal justo; Fin a la puerta giratoria y limitación del
salario de los eurodiputados; Extensión de las iniciativas legislativas
populares y presupuestos participativos en la UE; Derecho a la libertad de
expresión y manifestación, a una vivienda digna y a decidir sobre el propio
cuerpo; Plan de choque contra la desigualdad entre mujeres y hombres;
Derogación del plan Bolonia; Prohibición de los CIES; Derogación del Tratado de
Lisboa y modificación de los de libre comercio), no sólo se confirmará la
intención de Podemos, de no salir del sistema capitalista, sino que su función
se reducirá a canalizar la actual indignación a través de las urnas, para que
nada esencial del régimen del 78 cambie… Pues, aunque no sea esa la intención
consciente de su promotores ni de la mayoría de sus miembros y votantes, la
petulancia de algunos de los Podemos que ya se ven gobernando es tal que,
obcecados por tal ambición, hasta se olviden de la necesidad de alianzas para
ganar las elecciones al PP.
Claro
que “no bastan operaciones cosméticas”. Claro que “no basta cambiar de imagen”,
como les advierte Monedero a los del PSOE; pero tampoco basta con afirmar
“Podemos avanza y el régimen cruje” para poder “sumar nuevas mayorías
sociales”… Al contrario, inclusive en el terreno electoral, una tal
petulancia puede acabar restando en vez
de sumar, y servir, además, para que “el falso decorado del régimen del 78” se
mantenga en vez de hundirse…
Efectivamente,
situarse en este limbo puede también conducir a Podemos a confundir –como le
está sucediendo al PSOE- “política y marketing”. Por lo que también Monedero y
Podemos deben reflexionar en la frase con la que Quevedo cierra El Buscón: “nunca mejora su estado quien muda
solamente de lugar, y no de vida y costumbres”.
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