Es
de Perogrullo -a pesar de los malabarismos mediáticos para encajarlo en los
límites de la lógica- que monarquía y democracia son términos autoexcluyentes.
¿Cómo puede digerirse esa estúpida idea de que al frente de un supuesto
gobierno del pueblo puede estar un jefe de estado elegido a dedo, por la gracia
de dios, del ADN o de un dictador, y que vive sin dar palo al agua a costa de
sus subditos? Se trata, claramente, de una pregunta retórica de respuesta
clara: no se puede digerir; en todo caso, hay que tragárselo sin masticar con
la "ayuda" de la propaganda de los medios de comunicación al servicio
del régimen.
Pero
que los oprimidos y los dominados lo crean no significa que los monarcas y
adláteres lo hagan también; al contrario, la monarquía y la clase dominante, es
decir, todos esos delincuentes que viven a costa del trabajo ajeno, saben bien
cómo funciona el negocio en el que sustentan sus privilegios y, por ello,
también conocen la necesidad del constante bombardeo propagandístico que anule
lo más posible todo vestigio racional en sus siervos.
También
sucede que esos "elegidos" que normalmente son reyes, o por la
endogamia histórica o por su vida llena de juergas y caprichos sin necesidad de
esforzarse un ápice para lograr su supervivencia y bienestar, no están dotados,
ni mucho menos, de una perspicacia significativa. Y mucho menos aquellos que
han pasado por carros y carretas para auparse a su nivel, como la actual reina
Letizia, antigua casquivana, además de republicana, cuyo único mérito, en su
caso, para vivir, nunca mejor dicho, a cuerpo de rey, es irse a la cama de vez
en cuando con el nieto ideológico de Franco y parir su descendencia.
La
actúal pareja real, como decíamos, sabe muy bien en que se sustenta su vida
fácil y sobre que espaldas se sostienen sus privilegios; chupar constantemente
del bote no es totalmente gratis, aunque lo parezca, hay que saber mentir y
calmar y callar vicios, dispendios y delitos ante los que, pisoteados, siguen
increiblemente respetando y soportando la monarquía, so pena de que un día se
den cuenta de que tipo de parásitos chupan su sangre. Sin embargo, por sus
limitaciones y retrasos físicos, psiquicos y éticos, tanto familares como de
clase, que les hacen, como pasaba con su padre Juan Carlos con las mujeres, el
vino y los elefantes, entre otras aficiones en las que no dudaba en
despilfarrar la asignación presupuestaria, no controlarse en ocasiones, dando a
conocer su verdadera forma de ser y pensar ante sus vasallos de la pantomima
democrática "prostitucional".
Como
dice el refrán, de casta le viene al galgo. Así, han sido hecho públicos
algunos mensajes telefónicos enviados por los reyes a alguno de sus amigos, ya
reconocidos delincuentes estafadores, como Javier López Madrid, yerno del
mafioso corrupto Juan Miguel Villar Mir, dueño de una de las grandes
constructoras españolas, que ha pertenecido al círculo más íntimo de Felipe de
Borbón desde que compartieron pupitre en el colegio Los Rosales de Madrid. El
amiguete de los reyes, que forma parte del grupo de delincuentes que, como el
ex Jefe de la Casa de Su Majestad, Rafael Spottorno, figura también entre los
86 directivos de Cajamadrid que utilizaron las polémicas tarjetas 'black' para
gastos privados, no solo no fue recriminado por los monarcas que,
democráticamente hablando, deberían tener mucho más respeto hacia los
ciudadanos que hacia los colegas de juerga y cachondeo, sino que, al contrario,
recibió un sms dándole su apoyo en el que, como pocas otras cosas, queda clara
cuales son las verdaderas prioridades y su concreta concepción de la sociedad:
por un lado, están sus colegas de vicio y de clase y, el resto, es
"merde" (en francés para que quede más fino y más propio de los
Borbones).
Esa
"merde" (lo que los posmodernos llaman "pueblo" y que en
realidad es la clase trabajadora, es decir, los que aportan y crean la riqueza
que los reyes y sus amigos se reparten) define como ninguna otra lo que los
actuales reyes (y los de siempre), opinan de los trabajadores, de los
ciudadanos que no forman parte de su clase, y ante los que, si bien tienen que
fingir públicamente para asegurar que acepte la antirracional, inmoral y
injustificable situación de que unos cuantos vivan a la espalda de la mayoría, en
realidad los desprecian y, llevados por el miedo a que algún día se organicen y
acaben con sus privilegios inmerecidos, sabiendo de que por mucho que se
esfuercen su futuro depende de ellos, los ven con un rencor insano y criminal.
Según
los reyes, España es un país difícil y LOC (La Otra Crónica, de El Mundo) es
una “mierda”. Este país es difícil para la Reina Leticia porque Javier López
Madrid, yerno de Villar Mir, salió en varios medios de comunicación involucrado
en asuntos tan poco claros como las tarjetas black, el supuesto acoso sexual a
una doctora o la trama Púnica. En esto de la mierda, de lo escatológico, la
reina y yo tenemos gustos muy diferentes.
La
gran mierda de España no es la publicación de LOC, sino tener unos reyes que en
lugar de reprochar su actitud a Javier López Madrid, en lugar de escribir un
mensaje lamentando tener que romper su relación de amistad por los escándalos
producidos y la conducta inapropiada, lo que hicieron fue animarle. Al compi
yogui le mandaron besos, le dijeron que sabían quién era y quienes eran, le
dijeron que se conocen, se quieren y se respetan, le dijeron que no pasaba nada
por el artículo de las tarjetas en la mierda de LOC y el rey Felipe VI le
invitó a comer.
El
compi yogui se había gastado más de 34.000 euros en tarjetas black, está siendo
investigado por la donación de 1,8 millones de euros al Partido Popular y
sabemos que se apoyó en el rey Juan Carlos para realizar negocios en Arabia.
Por
tanto, la gran mierda de este país es descubrir en menos de dos años de reinado
que el rey Felipe VI se parece mucho a sus antecesores. Es cierto que, al menos
que sepamos, no parece ser tan bebedor, juerguista o mujeriego como otros
Borbones, pero por lo visto hasta ahora es muy del gusto de relacionarse con
personas turbias (su amigo López Madrid, su secretario Rafael Spottorno, su
hermana Cristina y Urdangarín,…) y con las violentas monarquías del Golfo.
Igual que su padre.
La
gran mierda de España es que el rey no sea un ciudadano como los demás y pueda
ser llamado a declarar en cualquier tribunal o imputado (investigado se dice
ahora) por cualquier delito que cometiese, sino que su figura sea inviolable.
Es tan inviolable que si matase a alguien sería declarado inmune dado que no
existe ninguna herramienta que permita eliminar los privilegios jurídicos de
los que goza.
La
gran mierda que la mayoría de los medios de comunicación lo hayan comentado sin
darle la relevancia que merece o lo hayan intentado minimizar. Tanto es así que
El Mundo tuvo en su poder los mensajes y no los publicó. Entre los atemorizados
debido a la incesante sangría de despidos de directores y periodistas en los
grandes medios, aquellos otros que son marionetas de los bancos a los que
pertenecen sus medios (El País, por ejemplo) o los que se sitúan en posiciones
fanáticas, nos encontramos que un asunto de esta gravedad no es tratado como
debiera. No solo eso, El Mundo y otros medios se han dedicado a intentar
minimizar el asunto argumentando que la relación entre los reyes y López Madrid
se rompió poco después (octubre de 2014). Como la mayoría de informaciones por
encargo, poco tiempo ha bastado para recibir, como se dice ahora, un zasca en
la boca: los reyes y López Madrid se vieron el 17 de enero de 2015 después de
coincidir en el cine.
La
gran mierda es tener unos reyes a los que les importa más el compi yogui de las
tarjetas black que los recortes en educación, sanidad, derechos y libertades
sean cada vez más salvajes, que la corrupción se haya apoderado de todo país y
lo esté carcomiendo por dentro, que estemos dejando morir a más de dos millones
de refugiados y que a los reyes todo esto (y mucho más que no tengo espacio
para contar) no les parezca una gran mierda.
La
gran mierda es comprobar que tenemos unos reyes que siguen haciendo negocio y
manteniendo excelentes relaciones con Arabia Saudí, que lo hacen a la vez que
este país está bombardeando Yemen (con más de 6.000 civiles muertos) o sigue
pisoteando los derechos humanos al decapitar a sus ciudadanos por delitos como
la homosexualidad, el adulterio o el ateísmo (casi 200 en algo más de un año).
La
gran mierda, por tanto, es tener unos reyes que se preocupan, y mucho, de su
compi yogui, pero muy poco de todo el daño que este ha causado, de la extrema
gravedad de acontecimientos en las que se encontraba involucrado o de la
situación del país. Si los reyes se preocupasen tanto de sus ciudadanos como
del investigado López Madrid o, mejor aún, si no hubiese reyes o si, por lo
menos, estos fueran jurídicamente como el resto de ciudadanos, a todos nos iría
mejor.
La
gran mierda de todo esto, Felipe VI y Leticia, es que os parezca una mierda lo
que no es y lo que es una mierda no os lo parezca. Esa es la gran mierda.
No
obstante, el preclaro Robespierre dijo aquello de que no hay que probar que el
Rey haya cometido ningún delito; su mera existencia es en sí misma un crimen
¿De qué nos asombramos, pues, cuando se rodean de criminales?