martes, 11 de octubre de 2016

ANTES MUERTOS QUE DE ZQUIERDAS


Hay dos maneras de verlo. O como el suicidio del PSOE, convertido en un partido de barones corruptos, veleidosos, venales, generales mexicanos de la revolución de Pancho Villa pero con el riñón cubierto. O reducirlo a lo que un antiguo líder del partido, hoy marginado voluntario, Josep Borrell, llama el golpe de Estado planificado por unos sargentos chusqueros. 
En una decisión de consecuencias trascendentales, la cúpula del viejo PSOE, ajado y desconectado de cualquier posibilidad de cambio, ha apostado por Rajoy y el partido más corrupto que conoció España en su historia.
Lerroux, político chanchullero y símbolo de la maniobra y el chalaneo, cuyo Gobierno cayó durante la II República por una chorrada de maquinita de juego conocida como straperlo, era un caballero con botines al lado de estos saqueadores del Estado.
Da lo mismo. El pacto de golfos en el que ha ido deviniendo la Santísima Transición está llegando a sus estertores, pero les importa un carajo; aún creen que queda fondo para tirar unos años, siempre y cuando la sociedad y la complicidad de los medios de comunicación no dejen de ayudarles y protegerles. Instalarse en la oposición, después de haber acumulado un suculento patrimonio y haber traspasado todas las puertas giratorias, no es mal sitio. Da seguridad.
El soldado Sánchez, otro recluta, les ha puesto frente a las cuerdas, lo cual dice mucho del talento de sus adversarios... La oficialidad más rimbombante, con el asesor financiero Felipe González a la cabeza, ha decidido que no se puede ir tan lejos. ¡Descabalgar a Mariano Rajoy! ¿Acaso están locos estos novatos?
Pocos gestos políticos como el de Felipe González y sus barones echan tanta luz sobre la impostura de estos trepadores que engañaron a sus votantes durante tantos años que hasta ni la fe -y este es un país con mucha fe y demasiados creyentes- ha podido resistir la engañifa.
El portavoz de los lectores conservadores que siempre fue el ABC ha sido desbancado por el grupo Prisa, que, como decía Borrell, que lo sufrió en sus carnes, es quien decide quién debe ser el secretario general del PSOE.
De momento, la que más garantías les da es Susana Díaz, porque tiene muy claro cuál es el enemigo a abatir. Y ese no es otro que Podemos. No hay que echarles de las instituciones, pero sí colocarles en el lugar sin peligro que les corresponde, por más que un par de comunidades socialistas se mantengan a su costa.
No se dejen engañar por los argumentos de estos cabos furrieles con patrimonio de caudillos, no están discutiendo sobre si España se rompe o si hay referéndum. Aquí la cuestión se reduce a algo muy simple: no se puede romper con Mariano Rajoy y el PP porque eso en las actuales circunstancias sería un terremoto ¡para ellos! Y esa opción pasa por no aceptar el apoyo de Podemos y, por tanto, el comienzo del desmoronamiento definitivo.
Fuera de los jóvenes contratados para hacer de fondo en los mítines del PSOE, ¿quién carajo menor de 30 años y que no es funcionario, o familiar bien avenido, votaría por el PSOE? Como le ocurre al PP, son partidos de geriátrico; cada vez reducen sus votos, pero como en cada elección se vota menos, nos hacen creer que siguen siendo la representación de la ciudadanía.
Están defendiendo sus privilegios como la nobleza antigua, y serían capaces de todo con tal de que las alfombras no fueran levantadas. ¡Vaya espectáculo, que por razones obvias no estará en condiciones de hacer el PP, que le basta y le sobra con lo suyo!
Ya hubo en los años veinte y treinta del pasado siglo peleas, incluso sangrientas, en el seno del PSOE, capitaneadas por Indalecio Prieto, Largo Caballero y el sinuoso conspirador Julián Besteiro, por citar a los más notorios. Pero aquello era un partido de la clase obrera, que metía la pata, y mucho, pero no la mano.
Pero estos son como los vendedores de El Corte Inglés que ofrecen un producto y si no le gusta, le enseñan otro. De momento no ofertan más que una crisis, sin otro sentido político que “virgencita, que sigamos como estamos” o iremos de cabeza al “aventurerismo”. Un partido moribundo donde se asienta gente muy viva.

jueves, 1 de septiembre de 2016

EL BURKINI Y LA LIBERTAD


El pasado 23 de agosto cuatro policías obligaban a una mujer musulmana a desnudarse, la sometían a un escarnio público obligándola a quitarse el burkini –una pieza de ropa que cubre todo el cuerpo excepto, las manos, los pies y la cara– en una playa de Niza, justo al lado del Paseo de los Ingleses, el lugar del atentado donde un camión arrolló a 86 personas el pasado 14 de julio, día de la Bastilla.
La escena no puede ser más sórdida. La policía francesa obliga a una mujer musulmana a despojarse de su túnica. Puede que también le hayan puesto una multa, en estricto cumplimiento de la legislación que, en más de una docena de municipios franceses prohíbe el uso del burkini en sus playas. A su alrededor, algunos la increpan con gritos de “vuélvete a tu país”. La mujer ya está en su país. La mujer es francesa. Su hija, superada por los acontecimientos, llora atemorizada, quizá también avergonzada por esta grotesca situación.
En todo caso, la mujer se ha quitado ya la túnica. Debajo lleva una camiseta negra, de tirantes y unos leggins. A juicio de los policías presenta ya el aspecto adecuado para disfrutar libremente de un soleado día de playa. Los agentes se van, con la satisfacción del deber cumplido. Ni un solo gramo de libertad ha ganado el pueblo francés, ni mucho menos las mujeres tras esta actuación policial. Si acaso, algunos elementos racistas y xenófobos sacan pecho con satisfacción, sintiéndose amparados por el Estado, y miran con desprecio a la familia musulmana. A la madre, a la niña, al resto del grupo.
Pese a lo que pretenden hacernos creer, las leyes que prohíben el burkini no son progresistas. No pretenden velar por la libertad de las mujeres. Tampoco solucionar ningún problema de orden público. No nacen de ninguna reivindicación popular, ni son una demanda mayoritaria. Las leyes que prohíben el burkini, como sus antecesoras de 2004 y 2010, forman parte de una estrategia política más amplia. La de señalar a un grupo social (en este caso la comunidad musulmana), estigmatizándolo mediante el sistema de proscribir determinadas actuaciones o comportamientos propios de dicho grupo, que en si mismos no suponen ningún delito. Es un paso necesario para construir el mito. El mito pagano. El mito judío. El mito gitano. El mito musulmán. El chivo expiatorio, tan oportuno para desviar la atención de los problemas reales, los que provocan los capitalistas con su insaciable codicia, con su obsesiva búsqueda de beneficios a cualquier precio.
Porque, a la vez que la burguesía francesa extiende los prejuicios sobre la comunidad musulmana en su conjunto, en nombre de los “valores laicos y republicanos”, el Estado francés recorta derechos laborales y sociales y endurece la represión sobre los activistas, el movimiento obrero, los estudiantes… El objetivo es siempre el mismo: debilitarnos, dividirnos, enfrentarnos… y su justificación absoluta la amenaza terrorista que se cierne en torno a nosotros. Y es cierto que el terrorismo yihadista golpea cruelmente en Europa (y más cruelmente aún en el continente africano o asiático) pero no lo es menos que muchos de los grupos que lo practican no se sostendrían ni diez minutos sin el apoyo económico y logístico de las democracias occidentales, o de gobiernos títeres, como el de Arabia Saudí o el de Turquía. Y que este apoyo viene determinado por los intereses económicos en juego.
Y como históricamente los avances en los derechos de las mujeres han venido de la mano de los avances económicos y sociales del conjunto de la sociedad, fruto de una lucha descarnada contra las oligarquías de la zona, los gobiernos occidentales se han posicionado siempre con los poderosos para preservar sus intereses. Así fue, por ejemplo, con la victoria de los talibanes en Afganistán, apoyados por los Estados Unidos, que liquidó los avances de la revolución Saur de 1978, sumió al país en la barbarie y determinó, entre otras cosas, la imposición del burka o la prohibición de estudiar a las niñas.
Contra la opresión del integrismo islámico la lucha de las mujeres en estos países ha revestido en ocasiones un carácter heroico. Arriesgando su integridad física y su vida, mujeres feministas, militantes de la izquierda, activistas en general, denuncian su situación y luchan por recuperar el espacio público del que las han excluido, por conquistar el control sobre sus vidas y sus cuerpos. En esa lucha nos reconoceremos siempre los revolucionarios de todo el mundo.
Pero las leyes recientemente aprobadas en Francia, y otras muchas en el resto de Europa que implican una clara discriminación contra los musulmanes nada tienen que ver, como decimos, con una voluntad emancipadora, sino todo lo contrario. Su aplicación no libera a las mujeres musulmanas, sino que segrega a muchas de ellas, apartándolas del espacio público, y las señala y estigmatiza a todas. Y esto favorece la extensión de los prejuicios xenófobos, y apuntala el ascenso de la extrema derecha. Por este motivo, oponernos a estas leyes y combatir cualquier tipo de discriminación contra las minorías en los países occidentales es también una obligación ineludible para los trabajadores en general y para la izquierda en particular.
La Francia de las libertades se desvanece como una neblina en medio de la mer, la misma que cantaba Charles Trenet, la misma que ha servido para que el rostro de la islamofobia apareciese en las aguas de la Costa Azul, y se corporizase, como afirma el filósofo Santiago Alba Rico, en las instituciones, partidos políticos, clase intelectual y medios franceses.
Niza se ha convertido en el último de los 15 municipios que han prohibido el burkini y que ha sido respaldada por los representantes del supuesto Estado democrático francés. Manuel Valls, primer ministro del país, proclamó, que el burkini es una muestra de la “esclavitud de las mujeres”, y Sarkozy que “llevar burkini es un acto político, una provocación”.
Lo que Valls ignora es, sin duda, el contexto, aunque intencionadamente lo afirma mientras se encuentra ya en campaña electoral contra Marie Le Pen y el propio Sarkozy, donde el discurso xenófobo está jugando un papel destacado. El error del primer ministro es mayúsculo e irónico cuando aplasta el laicismo propio de los Estados democráticos con su autoritarismo moral y patriarcal y autoproclama la República francesa igual que una dictadura saudí que somete a la mujer y la obliga a vestirse de una forma determinada.
Para muchas mujeres el burkini o el hiyab no es una puerta que se cierra a su libertad, sino una puerta que se abre a su voluntad religiosa, a una libre elección que debe condicionar para siempre su felicidad, pues todo aquello que a uno le priva de ser feliz significa que le priva también de ser libre.
La historia que convocó a Francia durante la Revolución Francesa para ser la abanderada de la Europa moderna, con sus valores fundacionales liberté, égalité, fraternité, se derrumba. Aquel grito de republicanos y liberales en contra de gobiernos tiránicos se vuelve en contra. Ahora Francia es la tiránica y sus víctimas son las mujeres musulmanas. Según el último informe del Colectivo Contra la Islamofobia en Francia de 2015, que publicaba eldiario.es, el 74% de los 905 incidentes antimusulmanes afectaron a mujeres.
El veto al burkini en Francia es propio de un Estado que aún no ha comprendido que el problema que tiene un país con más de 5 millones de musulmanes no es el islam, sino la islamofobia.
Luchar contra la opresión integrista en Asia o en África, y contra las conductas racistas y xenófobas y la legislación que las alienta en Europa es, por tanto, una y la misma cuestión. Una cuestión de clase.

 

lunes, 25 de julio de 2016

CUANDO EL PSOE ERA PODEMOS


Dicen que todo en la vida se repite, y la moda es buen exponente de ello. También al escuchar una canción o recitar un poema, evocamos algo que se conserva en nuestro cerebro, reeditándolo como algo reciente. En política esto es también frecuente y, para ello, solo basta con echar la vista atrás y concretamente a 1979.
Felipe González proponía en el marco del XXVIII Congreso del PSOE que el partido abandonase el marxismo. Según él mismo dijo: “Si alguien me dice que hacemos esto porque queremos ocho millones de votos, le diré que sí, que queremos y necesitamos ocho millones de votos. No tengo inconveniente en que se me llame socialdemócrata”. El SPD alemán advertía que con marxismo no habría financiación. Felipe planteó al Congreso que, siendo marxistas, aumentaba el temor a un golpe de Estado involucionista, además del corte de todo tipo de ayudas por parte del SPD.
Pero además de dejar aparcadas las teorías de Carlos Marx, la tarea pendiente iba contra la esencia del partido creado cien años antes por Pablo Iglesias: El programa máximo del Partido Socialista Obrero Español, redactado en 1879.
Todo había cambiado desde la promulgación de aquel manifiesto y por tanto había que adaptar el discurso a otro más acorde con los nuevos tiempos. En 1974, un año antes de la muerte del dictador, se “reinventaba” el PSOE en Suresnes de la mano de jóvenes entusiastas socialistas, capitaneados por Felipe González y Alfonso Guerra, pero su puesta en escena real fue en diciembre de 1976, cuando el partido daba un golpe de autoridad convirtiéndose en una fuerza política de primera magnitud. En aquella fecha, en el XXVII Congreso Federal fue donde se gestó un documento político trascendental denominado “Programa de Transición”.
Este texto sienta las bases de lo que se podría considerar el Programa Mínimo, que muestra la intención de transformar la sociedad española progresivamente y a largo plazo. En política económica el PSOE se proponía que existieran tres tipos de empresas: las de sector público, las autogestionadas y las privadas. Igualmente se defendía el aumento de los impuestos y la presión fiscal para financiar los servicios públicos, de la misma manera que se abogaba por la progresividad y racionalidad de los mismos. Con referencia a la Estructuración del Estado, se apostaría por la república federal, si bien “se acatará la decisión del pueblo”.
Pero eso estaba bien para un partido que reclamaba ante todo la atención mediática, como verdadera alternativa a los hijos del Movimiento, reconvertidos en demócratas, pero también para consolidar su preponderancia en el espectro de la izquierda política española, donde durante los largos años de la dictadura de Franco, solo parecía existir la voz opositora y revolucionaria del PCE.
Con la convocatoria de las elecciones legislativas de 1979, el PSOE empezaba a vislumbrar en el horizonte opciones reales de alcanzar el poder. Poco a poco se fue suavizando su discurso radical, utópico pero muy motivador. Atrás quedaba aquella intervención en julio de 1976 en el marco de la escuela de verano del PSOE en Galapagar, donde Miguel Boyer, que seis años más tarde sería superministro de Economía y Hacienda, se pronunciaba a favor de la nacionalización de la banca. Con la llegada del PSOE al Gobierno, no solo no se nacionalizó la banca, sino que innumerables entidades financieras, tras ser saneadas con dinero público, fueron devueltas al sector privado, o sea, más o menos como ahora.
En su programa electoral de 1979, se podían encontrar grandes cambios sobre aquellos discursos previos a las primeras elecciones democráticas de 1977. El PSOE presentaba un programa que ponía el acento en el apartado económico. Las principales propuestas que presentaba el partido hacían hincapié en un “programa de inversiones público”. También se apostaba por el apoyo a la pymes y por el control de precios de los productos básicos. En el plano financiero se apostaba por la división del sector en tres: un área nacionalizada, dedicada al crédito oficial; un área socializada, construida en torno a las cajas de ahorro y un área privada destinada a convertirse en banca de depósitos. Ya con el PSOE en el poder, la Ley de Cajas de Ahorro entregaba su control a los ayuntamientos, comunidades autónomas y grupos de impositores, que era lo mismo que concederlo a sindicatos y partidos políticos, con el nefasto resultado que todos estamos viendo... y sufriendo.
La ruptura democrática propuesta por el partido en 1977 había concluido. Se marcan como objetivos crear riqueza y posibilitar la igualdad y llevar a cabo una “política de redistribución de las rentas para promover la igualdad de condición entre los ciudadanos”. En política exterior el partido se negaba al ingreso de España en la OTAN, para años más tarde darse cuenta de que era inevitable su inclusión en la Alianza.
El partido se planteaba la lucha por el poder político de manera real, es decir, que no se conformaba con ser el principal partido opositor, aun a pesar de perder por el camino algunas de sus señas de identidad históricas, como eran el marxismo y las bases.
Cuando el PSOE se refería al Programa Máximo, este exigía el respeto a lo que se consideraba irrenunciable. Es lo que podemos definir como tener valores e ideas y defenderlas por encima de todo, pero se hacía necesario trazar una hoja de ruta para alcanzarlo, aunque fuera a medio o largo plazo y dejando en el camino muchos de sus postulados iniciales.
En la actualidad la irrupción en el panorama político de Podemos, una fuerza tan arrolladora como inesperada, nos hace recordar gran parte de lo anteriormente descrito y encontrar grandes paralelismos entre esta nueva formación política y aquel ilusionante proyecto socialista. Es evidente que los tiempos son muy distintos, pero las sensaciones no tanto. Aquel grupo de jóvenes del “traje de pana” levantaron las mismas ampollas en ciertos sectores conservadores como ahora levantan “los jóvenes profesores universitarios”.
Alfonso Guerra declaró por entonces que el PSOE podía llegar al poder, pero no veía muy claro cuáles iban a ser las reacciones de los banqueros, militares y los americanos de cara a un Gobierno 100% socialista. Hoy en día Pablo Iglesias en el fondo piensa lo mismo, pero no lo dice. Sus propuestas no difieren mucho de aquellos planteamientos que le llevaron al PSOE a situarse a igual que ahora a Podemos, como un partido que desbordaba las expectativas en intención de voto, gracias a unas propuestas rompedoras, que ilusionaron a muchos españoles que soñaban con un cambio real de políticas y, sobre todo, de dirigentes.
Aquel eslogan socialista "Por el cambio", es equiparable al "Sí se puede", pero, al igual que ahora, también se cuestionaba la profundidad y veracidad de aquellas promesas que conllevaban un considerable riesgo, sobre todo para los poderes fácticos.
En aquella época de la televisión única, todo estaba controlado por una sola voz. La amplia oferta informativa actual ha permitido que, en solo cinco meses, un nuevo líder salte de las tertulias a las urnas sin solución de continuidad, precipite los acontecimientos, e infunda el temor y el rechazo de los que hace treinta y ocho años marcaron un camino muy similar, con diferencias ideológicas pero con discursos muy parejos.
Entonces hablábamos de los “cuarenta años de dictadura” y, casi como un mantra, Podemos repite algo parecido, permutando el termino dictadura, por “la casta”.
Pero en las propuestas de Podemos también encontramos un paralelismo con lo que de definió en la estrategia socialista, como el Programa de Transición del Programa Máximo, a lo que en realidad a partir de la victoria de 1982 fue sin lugar a dudas el Programa Mínimo.
Las estrategias son muy similares. Discurso ilusionante, propuestas que la gente está deseando oír y una necesidad de “quitar a los corruptos” y acabar con las “puertas giratorias” y “los desahucios” como reclama la inmensa mayoría de los españoles. Son los mismos argumentos para desalojar del poder “a los herederos del franquismo” que los de “echar a los de la casta”.
La brillante irrupción del joven profesor (no confundir con el viejo profesor Tierno) y de su guardia pretoriana de jóvenes treintañeros supone indiscutiblemente un aire fresco, algo muy parecido a lo acontecido en aquellos tiempos remotos.
Creo que, desde las elecciones generales del 2015, Podemos ha iniciado su “Programa de Transición desde su Programa Máximo” (ver elecciones al Parlamento Europeo 2014), donde sin llegar a ganar las elecciones –igual que ocurrió con los socialistas en 1979– se ha quedado cerca de alcanzar el poder, a la vez que es imparable su discurso rompedor en el Parlamento. Es la consolidación de un proyecto de presencia real en las instituciones de la voz de los indignados, descontentos y desengañados con los políticos que les han dirigido al abismo con su claudicación a los mercados y a Angela Merkel, retratados por Podemos como “los partidos de la casta”.
Los poderes fácticos inevitablemente se irán acercando a Podemos. Estos saben bien que la estrategia de confrontación con esta fuerza emergente con discurso reivindicativo de gran calado social no les favorece en absoluto, pero además en ningún caso quieren perder la ocasión de aproximarse a quien está llamado a ocupar un buen número de escaños en las próximas legislativas y quién sabe si algo más. Tardaremos aún unos años en conocer el verdadero Programa Mínimo de Podemos, pero para entonces Pablo Iglesias y su guardia pretoriana ya no hablarán de la casta.
Ocurrirá como nos pasó a los socialistas, donde con los mismos motivos que en 1976 llevaban a Felipe González a decir que el partido era marxista “por buenas razones”, en 1978 le llevaron a decir justamente lo contrario.
Podemos, con un discurso similar, con un puñado de argumentos entrañablemente utópicos, pero de muy difícil (imposible) implantación, argumentarán lo contrario que ahora tachan de irrenunciable, por necesidades del guion, que les obligará a concesiones teóricamente irrenunciables pero que la realidad exige inexorablemente a aquellos que alcanzan el poder.
Necesitamos que alguien revitalice la democracia y creo fervientemente que “sí se puede”. A mí no me dan miedo…, ya viví algo parecido hace casi cuarenta años y entonces puse toda mi energía y trabajo en cambiar mi país, llamado España.

miércoles, 6 de julio de 2016

TAUROMAQUIA: VIOLENCIA CON ANIMALES Y NIÑOS


Lo segundo que más asombra de la corrupción conductual y moral que significa la tauromaquia es su desfachatez. El que viola se oculta para violar. El que roba se esconde para robar. El que mata procura hacerlo sin testigos.
Aquí se obliga a un herbívoro pacífico a entrar en un ruedo del que no tiene posibilidad de huir, se le causa un destrozo físico para menoscabar su fuerza y movilidad, se le tortura, despacito, y al final se le mata cuando hay “suerte” de un golpe de mano, que las más necesita repeticiones y carnicería añadida para acabar con su vida. Luego a menudo se le mutila, y se sabe que no pocas veces cuando todavía no está muerto.
Aquí, y sigo con lo segundo que más estremece, es que los niños son llevados -sí, llevados, una niña de cinco años o un niño de ocho van donde sus padres quieren que lo haga-, a ser espectadores de lo descrito en el párrafo anterior. Y cuando se hace eso se están pasando por la montera de la patria potestad el dictamen del Comité de Derechos del Niño de la ONU indicando que la tauromaquia es violencia infantil, así como todas las leyes y declaraciones de intenciones europeas, nacionales, comunitarias o municipales jurando que la protección del menor es algo prioritario, sagrado y en modo alguno inviolable, y que cualquier conducta que atente contra esos principios será prohibida y castigada su ejecución.
Lo primero, lo que más espanta, lo que produce escalofríos en el alma, en la piel, en la cordura y en la sensibilidad es que ese acto donde se abrazan la violencia con animales, su maltrato lento, intenso, sin atisbo de compasión, y la violencia educacional para la infancia, haciéndoles presenciar cómo se hiere una y otra vez a un toro, haciéndoles beber sus hemorragias por los ojos y estampando su sufrimiento en la mente de seres humanos en pleno proceso de formación de sus valores, es que la tauromaquia todavía sea algo legal en nuestro País.
¿Hay necesidad de explicarlo?, ¿es que no lo estamos viendo en cada corrida, en cada toro embolado o enmaromado, en cada toro al agua, del aguardiente o de encierro de campo perseguido por coches y tractores? Mueren desangrados, atropellados, ahogados, de golpes contra talanqueras, de infartos, mueren por miles, sufren y mueren en cada rincón de España con la misma dosis de terror y padecimiento en su cuerpo, con la misma carga de depravación en el mensaje que se le transmite a los niños y ante los mismos aplausos y sonrisas de quienes encuentran en semejante aberración un motivo de diversión.
No, es que encima esta modalidad de corrupción no se esconde y no es necesario tener que explicar los motivos como no los sería si alguien es observado forzando a una mujer o metiendo la mano en el bolso de una anciana, y ya está bien de ponerla en la estantería del comportamiento decente porque nos la encontremos en el cajón de lo legal.
Tantas cosas que lo han sido ya no lo son porque evolucionamos, porque es sabido que la ley suele ir por detrás del espíritu de los ciudadanos y del progreso hasta que llega un día en que el hedor de esa basura se hace tan insoportable que, por muy vistosa que sea la bolsa que la contiene, se lanza al vertedero donde debe estar: el de lo inadmisible por repugnante y nocivo.
Y las palabras Tradición, Libertad o Raíces no sirven de nada, sólo son podredumbre en su interior por real que sea su forma. Una tradición violenta, la libertad que se usa para torturar o matar o las raíces de las que nace un fruto dañino son perversiones que encuentran su disfraz en el diccionario.
La realidad es que esto es maltrato de animales y que esto es lesivo para los más pequeños y ante eso sólo caben dos posturas: confesar que no importan ni unos ni otros en aras de un placer y de un negocio malsanos, o abolirlo sin contemplaciones porque la violencia con un animal y con un niño, cada una en su vertiente, no se van a consentir.

martes, 31 de mayo de 2016

¡ESPAÑOLES, CUIDADO QUE VIENEN LOS COMUNISTAS!


El centro derecha español, con sus buques insignia, el PP y el PSOE, ya ha empezado a lanzar mensajes fobera (para meter miedo) que corren como reguero de pólvora por nuestra geografía: ¡Españoles, uníos! ¡La patria y la democracia están en peligro! ¡Cuidado, que vienen los comunistas a imponer una dictadura estalinista!
La falta de conocimientos y la intoxicación propagandística son comunes en la campaña de agitación sobre el "fantasma del comunismo" que la derecha ha lanzado tras confirmarse la coalición entre Podemos e Izquierda Unida para las próximas elecciones generales.
"Contra la revolución y sus cómplices". Ése era uno de los lemas que los partidos de derechas llevaban en las elecciones de febrero de 1936 que dieron la victoria al Frente Popular hace ahora 80 años.
Una campaña agresiva de una derecha que no logró unirse en aquellas elecciones y que comenzó a extender por medios de comunicación y círculos sociales un miedo al comunismo, cuando éste no representaba en España más que a unas pocas miles de personas.
Después, durante la dictadura franquista, se encargaron muy bien de extender ese miedo y odio a todo lo que consideraban comunismo, donde entraban todas las ideologías que habían combatido el golpe de Estado desde julio de 1936 (socialismo, comunismo, anarquismo, republicanismo, etc.). Campañas difamatorias que ya se habían extendido en España desde diversos sectores, como la Iglesia, desde prácticamente finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.
Y aunque algunos hablan de que todo aquello fue el pasado, que ahora no hay que abrir viejas heridas, que la memoria histórica sólo viene a dividir a los españoles en luchas que son de "nuestros abuelos", lo cierto es que la mayoría de los partidos de la derecha y social liberales han sacado a pasear el "fantasma del comunismo" una vez que se confirmó la coalición entre Podemos e Izquierda Unida para las próximas elecciones.
Que nadie entienda mal estas líneas. Solamente quiero mostrar aquí la falta de conocimientos y la intoxicación con propaganda barata que se hace desde determinados sectores.
No es nuevo este asunto del comunismo en los últimos tiempos. En los debates electorales de las pasadas elecciones del 20 de diciembre, Pedro Sánchez acusó a Pablo Iglesias de defender el modelo de la URSS al intentar introducir el derecho de autodeterminación, considerando que la única constitución del mundo que lo tuvo en su articulado fue la soviética. "Tu modelo, Pablo. Tu modelo", decía entre risas socarronas Sánchez.
No sé si el modelo de Pablo Iglesias será la URSS. Pero lo que sí sé es el poco conocimiento que Sánchez tiene de la historia de su propio partido. Un partido que nace en 1879 conformado por un grupo de marxistas. Un partido que afirmo y defendió el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Un partido que defendió la socialización de los medios de producción y consumo, que desarrolló el cooperativismo y que creía en la libertad individual y colectiva.
Y hablo en pasado porque el PSOE de Pablo Iglesias Posse poco tiene que ver con el PSOE actual, desde que Felipe y sus discípulos lo vaciaron de contenido ideológico tras la muerte de Franco y está más cercano a las posiciones liberales que otra cosa.
También arremetieron contra el pacto Podemos-IU desde el PSOE Antonio Hernando y César Luena, ambos haciendo alusiones al comunismo. Ni siquiera creo que esto provenga de una línea anticomunista del PSOE histórico. Esos dirigentes tenían suficientes conocimientos y causas para sostener su posición. Lo de ahora es otra cosa aunque quieran poner otra pantalla.
Leyendo el programa de Podemos me cuesta creer que es un partido soviético. Lo mismo lo ocultan y no nos damos cuenta nadie. Pero, de momento, me resulta difícil ver en ese programa algo más allá que una socialdemocracia. Sin embargo, lo que sí queda claro es que el PSOE de socialdemócrata ya tiene poco. Si es capaz de pactar 211 puntos con Ciudadanos es que tienen más en común de lo que pensamos y su arco ideológico ya se sitúa en otro eje. Por eso quizá parafrasean ahora mucho a Adolfo Suarez.
Ese arrebato anticomunista no se ha visto sólo en el PSOE. Mariano Rajoy hablaba de "coalición de radicales y extremistas", situando a Podemos e IU como partidos prácticamente fuera del orden constitucional. Esperanza Aguirre ha arremetido también contra "los comunistas y los bolivarianos", algún tertuliano hablaba del pacto Iglesias-Garzón como el pacto de nazis y comunistas en 1939. Es como si ese fantasma que recorría Europa en la segunda mitad del siglo XIX (parafraseando a Marx y su Manifiesto Comunista) estuviese redivivo en la España del siglo XXI.
Pero quizá las opiniones más graciosas han venido desde Ciudadanos. Albert Rivera arremetía contra la confluencia diciendo que "el PCE era algo del pasado, no formaba parte de la nueva política". Inés Arrimadas hablaba del comunismo como "una ideología antigua y del pasado", mientras Toni Cantó hablaba de Pablo Iglesias como lobo con piel de cordero que tiene "un estalinista dentro".
A todos ellos habría que explicarles muchas cosas. Puede que Rivera y Arrimadas sean brillantes en sus materias. Pero parece que de historia y de ideas políticas conocen muy poco. Ellos se hacen llamar liberales. Quizá haya que explicar al señor Rivera y a la señora Arrimadas que el liberalismo es bastante anterior al comunismo.
Las ideas que defienden no tienen nada de nueva política. Nada es nueva política porque pocas cosas quedan por inventar. Y al señor Cantó, pues bueno. Lo del estalinismo quizá deberíamos hablar largo y tendido para ver en cuántos partidos se repiten estrategias estalinistas.
Está siendo, de momento, un circo curioso éste de las elecciones. Y hay una cosa que me queda muy clara. A pesar de que estas estrategias y que el miedo a las ideas alternativas (por decirlo de alguna forma) son anteriores a 1936, lo del miedo al comunismo demuestra el buen trabajo que hizo el franquismo. Por la desinformación, por sus consideraciones, por la confusión y por la estrategia.
Y aquí se produce la gran coincidencia de muchos que, en principio, parecen muy distintos. Es curioso ver las reacciones que ha tenido esa confluencia y lo poco que hablan Sánchez, Hernando, Rajoy, Aguirre, Luenda, Rivera, Arrimadas, Cantó, etc., ante opiniones como las de Rosell, presidente de la patronal, al considerar el trabajo estable y el sueldo digno como cosas del siglo XIX.
Todos apelan al pasado, curiosamente. Y todos para denigrar ideas que buscaron un mundo mejor o medidas que fueron conquistas del movimiento obrero, compuesto por esas ideas que buscaban un mundo mejor.
Sin duda, la alianza de Podemos e IU supone una victoria histórica de la izquierda española (en la que ambas partes salen ganando) que ha provocado una rabieta monumental de los Hunos y los Otros; la embestida de los medios de comunicación; la cagalera de la Banca y del Ibex, y el repicar de las campanas que llaman a un reagrupamiento de los legionarios de Cristo y del Capital para derrotar al maligno.
Ahora, que ya ha empezado la campaña electoral, veremos una lucha sin cuartel por aniquilar a la única izquierda real que existe en España. Una fuerza roja y democrática (por mucho que les pese a los descendientes del caudillo) que tomó un impulso sin precedentes en el movimiento 15-M de la Puerta del Sol, que sigue viviendo hoy en millones de españoles que han despertado del letargo feudal.
Por lo menos, todo esto nos sirve para ver dónde están algunos. Habrá que tenerlo en cuenta.

jueves, 31 de marzo de 2016

CRIAR SERES LIBRES


Tengo la inmensa alegría de tener un nieto lo cual, en sí mismo,  no es un hecho extraordinario. Pero lo que sí es, desgraciadamente, extraordinario –aunque espero y deseo que en el futuro sea lo ordinario- es que siendo un varón su madre lo esté criando no como un macho, sino como un ser humano.

Esto que parece una perogrullada es, sin embargo, de una importancia capital ya que como bien sabemos, son las madres las principales transmisoras de los principios y valores dominantes en nuestra cultura, propiciados y mantenidos por el sistema patriarcal en que vivimos.

Precisamente el machismo es uno de los “valores” dominantes en las generaciones de hombres y mujeres de nuestro país –y seguramente del mundo entero- hasta le fecha. Y ya es hora de que los valores cambien.

Ella no está criando una persona que no sienta. Que ataje sus emociones con pretextos de virilidad banal. Que se aísle de sus sentimientos y los contenga o reprima. Que no se permita emocionar con cualquier cosa mágica de este mundo por causa de una demanda ilógica de racionalidad. Solo por el hecho de ser hombre. “Porque los machos no lloran”.

No está criando una persona que límite su capacidad creativa. Que su imaginación tenga de tope el estereotipo cultural varonil. Que no pueda explorar el área que más le interese por miedo al qué dirán. Que tenga armas de juguete. Que sea valiente y vaya la guerra. Que no pueda jugar con muñecas. Que no se vista de rosa. Que sea una obligación jugar a la pelota, o ser atlético. “Porque si no es un macho es maricón”.

No está criando una persona que se sienta superior. No necesita probar su fuerza ante nadie. Y mucho menos ejercerla contra alguien. No está criando a alguien competitivo que construya su seguridad venciendo al otro. Que utilice la violencia física o verbal para imponer su ego o voluntad. “Porque los machos se hacen respetar”.

No está criando a una persona que no se enamora. Que vive su sexualidad como un acto de triunfo. Conquistando mujeres como si se tratase de abordarlas cual territorio exótico y virgen en plena era colonial. Que se vincule con mujeres cual propiedad privada. Que sean percibidas como un objeto, o el fin para su satisfacción individual. Que pague por sexo. Que acose verbal y físicamente. No está criando a un ser que sea parte ni cómplice de la cultura de la violación. “Porque los machos son dominantes”.

No está criando a una persona que no se involucre con los quehaceres del hogar. Que crea que las mujeres están para servirlo. Que no sepa ser autónomo en su alimentación y cuidados hogareños. Que no se involucre en la crianza -en el caso que quiera ser padre- y su paternidad quede reducida a espacios de recreación. No precisa ser el soporte ultimativo del hogar si así no lo desea. “Porque los machos proveen”.

No está criando una persona que no se solidariza con los demás. Que no desarrolle la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Que su empatía se limite a una cofradía de hombres semejantes a su ser. Que esconda sus debilidades. Que se aísle de la capacidad de sentir con el otro: ya sea una niña, un viejito, gay, alguien en situación de pobreza, enfermos, animalitos, etc, etc. “Porque el macho es fuerte”.

No está criando un macho. Sino a una persona libre. Que sepa amar y cuidar responsablemente de sus semejantes y del medioambiente. Que no tenga vergüenza de sentir miedo o compasión. Que se emocione hasta las lágrimas, y que se deje llevar por sus sentimientos. Que se vista de colores y se alegre de las cosas simples. Que pueda sentir tristeza y comparta lo que le pasa. Que sea lo suficientemente fuerte para reconocer sus debilidades. En definitiva, está criando a un ser que la respete por ser mujer y no solamente por ser su madre. Porque madre hay una sola, pero las potenciales víctimas del machismo –incluyéndole  a él mismo- somos todos y todas.

Gracias Sara, porque no solo estás criando una persona auténticamente libre, sino que estás participando en la creación de un mundo nuevo: el de las personas libres.

jueves, 17 de marzo de 2016

FELIPE VI, LETICIA Y LA GRAN MIERDA

          Es de Perogrullo -a pesar de los malabarismos mediáticos para encajarlo en los límites de la lógica- que monarquía y democracia son términos autoexcluyentes. ¿Cómo puede digerirse esa estúpida idea de que al frente de un supuesto gobierno del pueblo puede estar un jefe de estado elegido a dedo, por la gracia de dios, del ADN o de un dictador, y que vive sin dar palo al agua a costa de sus subditos? Se trata, claramente, de una pregunta retórica de respuesta clara: no se puede digerir; en todo caso, hay que tragárselo sin masticar con la "ayuda" de la propaganda de los medios de comunicación al servicio del régimen.

Pero que los oprimidos y los dominados lo crean no significa que los monarcas y adláteres lo hagan también; al contrario, la monarquía y la clase dominante, es decir, todos esos delincuentes que viven a costa del trabajo ajeno, saben bien cómo funciona el negocio en el que sustentan sus privilegios y, por ello, también conocen la necesidad del constante bombardeo propagandístico que anule lo más posible todo vestigio racional en sus siervos.
También sucede que esos "elegidos" que normalmente son reyes, o por la endogamia histórica o por su vida llena de juergas y caprichos sin necesidad de esforzarse un ápice para lograr su supervivencia y bienestar, no están dotados, ni mucho menos, de una perspicacia significativa. Y mucho menos aquellos que han pasado por carros y carretas para auparse a su nivel, como la actual reina Letizia, antigua casquivana, además de republicana, cuyo único mérito, en su caso, para vivir, nunca mejor dicho, a cuerpo de rey, es irse a la cama de vez en cuando con el nieto ideológico de Franco y parir su descendencia.
La actúal pareja real, como decíamos, sabe muy bien en que se sustenta su vida fácil y sobre que espaldas se sostienen sus privilegios; chupar constantemente del bote no es totalmente gratis, aunque lo parezca, hay que saber mentir y calmar y callar vicios, dispendios y delitos ante los que, pisoteados, siguen increiblemente respetando y soportando la monarquía, so pena de que un día se den cuenta de que tipo de parásitos chupan su sangre. Sin embargo, por sus limitaciones y retrasos físicos, psiquicos y éticos, tanto familares como de clase, que les hacen, como pasaba con su padre Juan Carlos con las mujeres, el vino y los elefantes, entre otras aficiones en las que no dudaba en despilfarrar la asignación presupuestaria, no controlarse en ocasiones, dando a conocer su verdadera forma de ser y pensar ante sus vasallos de la pantomima democrática "prostitucional".
Como dice el refrán, de casta le viene al galgo. Así, han sido hecho públicos algunos mensajes telefónicos enviados por los reyes a alguno de sus amigos, ya reconocidos delincuentes estafadores, como Javier López Madrid, yerno del mafioso corrupto Juan Miguel Villar Mir, dueño de una de las grandes constructoras españolas, que ha pertenecido al círculo más íntimo de Felipe de Borbón desde que compartieron pupitre en el colegio Los Rosales de Madrid. El amiguete de los reyes, que forma parte del grupo de delincuentes que, como el ex Jefe de la Casa de Su Majestad, Rafael Spottorno, figura también entre los 86 directivos de Cajamadrid que utilizaron las polémicas tarjetas 'black' para gastos privados, no solo no fue recriminado por los monarcas que, democráticamente hablando, deberían tener mucho más respeto hacia los ciudadanos que hacia los colegas de juerga y cachondeo, sino que, al contrario, recibió un sms dándole su apoyo en el que, como pocas otras cosas, queda clara cuales son las verdaderas prioridades y su concreta concepción de la sociedad: por un lado, están sus colegas de vicio y de clase y, el resto, es "merde" (en francés para que quede más fino y más propio de los Borbones).
Esa "merde" (lo que los posmodernos llaman "pueblo" y que en realidad es la clase trabajadora, es decir, los que aportan y crean la riqueza que los reyes y sus amigos se reparten) define como ninguna otra lo que los actuales reyes (y los de siempre), opinan de los trabajadores, de los ciudadanos que no forman parte de su clase, y ante los que, si bien tienen que fingir públicamente para asegurar que acepte la antirracional, inmoral y injustificable situación de que unos cuantos vivan a la espalda de la mayoría, en realidad los desprecian y, llevados por el miedo a que algún día se organicen y acaben con sus privilegios inmerecidos, sabiendo de que por mucho que se esfuercen su futuro depende de ellos, los ven con un rencor insano y criminal.
Según los reyes, España es un país difícil y LOC (La Otra Crónica, de El Mundo) es una “mierda”. Este país es difícil para la Reina Leticia porque Javier López Madrid, yerno de Villar Mir, salió en varios medios de comunicación involucrado en asuntos tan poco claros como las tarjetas black, el supuesto acoso sexual a una doctora o la trama Púnica. En esto de la mierda, de lo escatológico, la reina y yo tenemos gustos muy diferentes.
La gran mierda de España no es la publicación de LOC, sino tener unos reyes que en lugar de reprochar su actitud a Javier López Madrid, en lugar de escribir un mensaje lamentando tener que romper su relación de amistad por los escándalos producidos y la conducta inapropiada, lo que hicieron fue animarle. Al compi yogui le mandaron besos, le dijeron que sabían quién era y quienes eran, le dijeron que se conocen, se quieren y se respetan, le dijeron que no pasaba nada por el artículo de las tarjetas en la mierda de LOC y el rey Felipe VI le invitó a comer.
El compi yogui se había gastado más de 34.000 euros en tarjetas black, está siendo investigado por la donación de 1,8 millones de euros al Partido Popular y sabemos que se apoyó en el rey Juan Carlos para realizar negocios en Arabia.
Por tanto, la gran mierda de este país es descubrir en menos de dos años de reinado que el rey Felipe VI se parece mucho a sus antecesores. Es cierto que, al menos que sepamos, no parece ser tan bebedor, juerguista o mujeriego como otros Borbones, pero por lo visto hasta ahora es muy del gusto de relacionarse con personas turbias (su amigo López Madrid, su secretario Rafael Spottorno, su hermana Cristina y Urdangarín,…) y con las violentas monarquías del Golfo. Igual que su padre.
La gran mierda de España es que el rey no sea un ciudadano como los demás y pueda ser llamado a declarar en cualquier tribunal o imputado (investigado se dice ahora) por cualquier delito que cometiese, sino que su figura sea inviolable. Es tan inviolable que si matase a alguien sería declarado inmune dado que no existe ninguna herramienta que permita eliminar los privilegios jurídicos de los que goza.
La gran mierda que la mayoría de los medios de comunicación lo hayan comentado sin darle la relevancia que merece o lo hayan intentado minimizar. Tanto es así que El Mundo tuvo en su poder los mensajes y no los publicó. Entre los atemorizados debido a la incesante sangría de despidos de directores y periodistas en los grandes medios, aquellos otros que son marionetas de los bancos a los que pertenecen sus medios (El País, por ejemplo) o los que se sitúan en posiciones fanáticas, nos encontramos que un asunto de esta gravedad no es tratado como debiera. No solo eso, El Mundo y otros medios se han dedicado a intentar minimizar el asunto argumentando que la relación entre los reyes y López Madrid se rompió poco después (octubre de 2014). Como la mayoría de informaciones por encargo, poco tiempo ha bastado para recibir, como se dice ahora, un zasca en la boca: los reyes y López Madrid se vieron el 17 de enero de 2015 después de coincidir en el cine.
La gran mierda es tener unos reyes a los que les importa más el compi yogui de las tarjetas black que los recortes en educación, sanidad, derechos y libertades sean cada vez más salvajes, que la corrupción se haya apoderado de todo país y lo esté carcomiendo por dentro, que estemos dejando morir a más de dos millones de refugiados y que a los reyes todo esto (y mucho más que no tengo espacio para contar) no les parezca una gran mierda.
La gran mierda es comprobar que tenemos unos reyes que siguen haciendo negocio y manteniendo excelentes relaciones con Arabia Saudí, que lo hacen a la vez que este país está bombardeando Yemen (con más de 6.000 civiles muertos) o sigue pisoteando los derechos humanos al decapitar a sus ciudadanos por delitos como la homosexualidad, el adulterio o el ateísmo (casi 200 en algo más de un año).
La gran mierda, por tanto, es tener unos reyes que se preocupan, y mucho, de su compi yogui, pero muy poco de todo el daño que este ha causado, de la extrema gravedad de acontecimientos en las que se encontraba involucrado o de la situación del país. Si los reyes se preocupasen tanto de sus ciudadanos como del investigado López Madrid o, mejor aún, si no hubiese reyes o si, por lo menos, estos fueran jurídicamente como el resto de ciudadanos, a todos nos iría mejor.
La gran mierda de todo esto, Felipe VI y Leticia, es que os parezca una mierda lo que no es y lo que es una mierda no os lo parezca. Esa es la gran mierda.
No obstante, el preclaro Robespierre dijo aquello de que no hay que probar que el Rey haya cometido ningún delito; su mera existencia es en sí misma un crimen ¿De qué nos asombramos, pues, cuando se rodean de criminales?

 

domingo, 28 de febrero de 2016

PEDRO SANCHEZ EL TRILERO


En los últimos días han corrido ríos de tinta entre los que intentaban entender las negociaciones y predecir sus resultados. Como muchas veces, acabamos de comprobar que en política los pronósticos rara vez se cumplen, y a falta de lo que pueda pasar en los próximos días, queda claro que la mayor parte de los análisis sobreestimaron a Sánchez.
Sobreestimaron su valentía para enfrentarse a los barones socialistas, su valentía para escuchar a las bases y su valentía para negociar con Podemos. Lo sobreestimamos también en la calle, todos los que pensábamos que esa valentía se explicaba por saber que estaba del lado de la justicia, y que aunque era evidente que se estaba jugando su futuro en el partido, estaba apostando por la dignidad de la izquierda.
Queríamos pensar que las negociaciones con Ciudadanos no eran más que una distracción para sus barones, un ganar tiempo para forjar un verdadero pacto de gobierno de izquierdas. Sin embargo, la letra del acuerdo firmado con Ciudadanos, parece echar por tierra estas suposiciones.
Las formas en política son fondo, por lo tanto, es inaceptable que Sánchez quiera vender esto como un pacto de izquierdas. Sería inaceptable en cualquier momento, pero menos ahora, donde la maldita-bendita hemeroteca nos recuerda que hace apenas dos meses era él mismo quien acuñaba a Ciudadanos como las derechas.
Pero si vamos al fondo, es aún menos justificable. Obviamente pactar es ceder, pero no es menos cierto que el pacto no puede ser un fin en sí mismo y que no puede pasar por encima de unas mínimas líneas programáticas y unos valores éticos y políticos.
La propia ordenación del texto da buena medida de sus preferencias, así, empresas y autónomos ocupan el primer lugar, cuestión de prioridades, debe ser, cuando dejan para el cuarto capítulo la emergencia social.
Bajando a las medidas concretas la incredulidad aumenta. Especialmente en lo referido a dos temas fundamentales del acuerdo: la reforma laboral, que ya no se eliminará, y la atención a la situación de emergencia social.
En lo que respecta a la reforma laboral, pese a que en la rueda de prensa inmediatamente posterior a la firma del acuerdo, Sánchez se apuró en decir que se iba a eliminar, en el texto no se explicita en ningún caso. En su lugar, sí que se hace evidente la adaptación de la propuesta de corte neoliberal del contrato único, convertido ahora en contrato estable y progresivo para la cobertura de puestos de trabajo de duración determinada, un eufemismo delicioso con el que se abre la puerta al contrato único.
Tal y como dice el propio texto, el despido de este contrato tendrá un coste de 12 días el primer año, que se transforman en 16 días el segundo, una cifra ligeramente inferior a los 20 que en la actualidad contempla el despido objetivo. Un modelo contractual que el PSOE nunca había contemplado y que sólo puede verse como un gran triunfo de las políticas neoliberales ansiadas por los mercados. Una medida que, en definitiva, no hace sino profundizar en la disminución de las garantías por despido establecidas en la actualidad que nos alejan, cada vez más, de los derechos que los trabajadores teníamos en España antes de la crisis.
Por el lado de las medidas sociales, más sorpresas, de manera que nos encontramos con que la cantidad que el PSOE pretendía destinar a una renta mínima vital, ahora tendrá que repartirse entre este concepto y el complemento salarial garantizado, otra de las medidas estrella de Ciudadanos y verdadera piedra de toque del ideario neoliberal.
Además de no saber el recorte que se asume para la renta mínima vital, meter ambos conceptos en el mismo apartado supone una especie de engaño a toda la ciudadanía. En ningún caso ambas medidas pueden considerarse equivalentes, sino que encarnan dos formas contrapuestas de entender la atención social: derechos y justicia vs beneficencia.
El complemento salarial garantizado, fuertemente criticado incluso por el PSOE en campaña, supone, de facto, cargar sobre el Estado un deber que corresponde al lado de los empresarios, el de pagar unos salarios dignos. La dignidad de los salarios es un derecho de los trabajadores que se debe garantizar a través del salario mínimo y no como un subsidio estatal, lo que sólo es un parche de consecuencias negativas indeseables, además del perjuicio que supone para los cálculos de la prestación por desempleo, jubilación, etc.
Pero no sólo se trata de su propia definición conceptual, la realidad de los países en los que funciona demuestra que esta medida, si no va vinculada a una subida real del salario mínimo como proponía Podemos, ni tiene efectos redistributivos ni de lucha contra la pobreza. Ni los tuvo en el siglo XIX en Inglaterra, cuando apareció esta propuesta por vez primera, ni en la actualidad de los Estados Unidos. Los datos de que disponemos, por el contrario, apuntan a una devaluación salarial continua, toda vez que se subvencionan y perpetúan, con dinero de todos, los empleos de bajos salarios.
De derogación de la Ley Mordaza o del artículo 135 ni rastro. Tampoco una verdadera reforma electoral, apenas un par de líneas generales y un ya lo estudiaremos.
Como descafeinada queda también la propuesta en materia de igualdad de permisos de maternidad y paternidad iguales e intransferibles o la prohibición de las puertas giratorias.
Sin embargo, la unidad de España y la oposición al referéndum catalán, bien alto y claro, un auténtico escudo del Partido Socialista contra Podemos pero que no oculta que eran otros los temas que le hicieron preferir un pacto con la derecha. La economía, siempre la economía.
Es cierto que Sánchez se encontraba en una situación difícil y que el pacto con Podemos incluía un peligro cierto para el futuro del PSOE toda vez que ambos compiten por el mismo electorado. Que estuviera buscando un pacto con Rivera era comprensible, por lo tanto, como una forma de contrapeso a las aspiraciones del partido morado. Intentar vender como de izquierdas un pacto con quien él mismo acuñó como las derechas es, simplemente, una tomadura de pelo.
Intentar cargar sobre los hombros de Podemos tener que ir a unas nuevas elecciones parece menospreciar la inteligencia del electorado. Del mismo modo, la ambigua redacción de la pregunta que el PSOE ha hecho a su militancia para que apoyen sus acuerdos, sin concretar el que ni los quien, resulta una burda jugada de trileros.