jueves, 17 de marzo de 2016

FELIPE VI, LETICIA Y LA GRAN MIERDA

          Es de Perogrullo -a pesar de los malabarismos mediáticos para encajarlo en los límites de la lógica- que monarquía y democracia son términos autoexcluyentes. ¿Cómo puede digerirse esa estúpida idea de que al frente de un supuesto gobierno del pueblo puede estar un jefe de estado elegido a dedo, por la gracia de dios, del ADN o de un dictador, y que vive sin dar palo al agua a costa de sus subditos? Se trata, claramente, de una pregunta retórica de respuesta clara: no se puede digerir; en todo caso, hay que tragárselo sin masticar con la "ayuda" de la propaganda de los medios de comunicación al servicio del régimen.

Pero que los oprimidos y los dominados lo crean no significa que los monarcas y adláteres lo hagan también; al contrario, la monarquía y la clase dominante, es decir, todos esos delincuentes que viven a costa del trabajo ajeno, saben bien cómo funciona el negocio en el que sustentan sus privilegios y, por ello, también conocen la necesidad del constante bombardeo propagandístico que anule lo más posible todo vestigio racional en sus siervos.
También sucede que esos "elegidos" que normalmente son reyes, o por la endogamia histórica o por su vida llena de juergas y caprichos sin necesidad de esforzarse un ápice para lograr su supervivencia y bienestar, no están dotados, ni mucho menos, de una perspicacia significativa. Y mucho menos aquellos que han pasado por carros y carretas para auparse a su nivel, como la actual reina Letizia, antigua casquivana, además de republicana, cuyo único mérito, en su caso, para vivir, nunca mejor dicho, a cuerpo de rey, es irse a la cama de vez en cuando con el nieto ideológico de Franco y parir su descendencia.
La actúal pareja real, como decíamos, sabe muy bien en que se sustenta su vida fácil y sobre que espaldas se sostienen sus privilegios; chupar constantemente del bote no es totalmente gratis, aunque lo parezca, hay que saber mentir y calmar y callar vicios, dispendios y delitos ante los que, pisoteados, siguen increiblemente respetando y soportando la monarquía, so pena de que un día se den cuenta de que tipo de parásitos chupan su sangre. Sin embargo, por sus limitaciones y retrasos físicos, psiquicos y éticos, tanto familares como de clase, que les hacen, como pasaba con su padre Juan Carlos con las mujeres, el vino y los elefantes, entre otras aficiones en las que no dudaba en despilfarrar la asignación presupuestaria, no controlarse en ocasiones, dando a conocer su verdadera forma de ser y pensar ante sus vasallos de la pantomima democrática "prostitucional".
Como dice el refrán, de casta le viene al galgo. Así, han sido hecho públicos algunos mensajes telefónicos enviados por los reyes a alguno de sus amigos, ya reconocidos delincuentes estafadores, como Javier López Madrid, yerno del mafioso corrupto Juan Miguel Villar Mir, dueño de una de las grandes constructoras españolas, que ha pertenecido al círculo más íntimo de Felipe de Borbón desde que compartieron pupitre en el colegio Los Rosales de Madrid. El amiguete de los reyes, que forma parte del grupo de delincuentes que, como el ex Jefe de la Casa de Su Majestad, Rafael Spottorno, figura también entre los 86 directivos de Cajamadrid que utilizaron las polémicas tarjetas 'black' para gastos privados, no solo no fue recriminado por los monarcas que, democráticamente hablando, deberían tener mucho más respeto hacia los ciudadanos que hacia los colegas de juerga y cachondeo, sino que, al contrario, recibió un sms dándole su apoyo en el que, como pocas otras cosas, queda clara cuales son las verdaderas prioridades y su concreta concepción de la sociedad: por un lado, están sus colegas de vicio y de clase y, el resto, es "merde" (en francés para que quede más fino y más propio de los Borbones).
Esa "merde" (lo que los posmodernos llaman "pueblo" y que en realidad es la clase trabajadora, es decir, los que aportan y crean la riqueza que los reyes y sus amigos se reparten) define como ninguna otra lo que los actuales reyes (y los de siempre), opinan de los trabajadores, de los ciudadanos que no forman parte de su clase, y ante los que, si bien tienen que fingir públicamente para asegurar que acepte la antirracional, inmoral y injustificable situación de que unos cuantos vivan a la espalda de la mayoría, en realidad los desprecian y, llevados por el miedo a que algún día se organicen y acaben con sus privilegios inmerecidos, sabiendo de que por mucho que se esfuercen su futuro depende de ellos, los ven con un rencor insano y criminal.
Según los reyes, España es un país difícil y LOC (La Otra Crónica, de El Mundo) es una “mierda”. Este país es difícil para la Reina Leticia porque Javier López Madrid, yerno de Villar Mir, salió en varios medios de comunicación involucrado en asuntos tan poco claros como las tarjetas black, el supuesto acoso sexual a una doctora o la trama Púnica. En esto de la mierda, de lo escatológico, la reina y yo tenemos gustos muy diferentes.
La gran mierda de España no es la publicación de LOC, sino tener unos reyes que en lugar de reprochar su actitud a Javier López Madrid, en lugar de escribir un mensaje lamentando tener que romper su relación de amistad por los escándalos producidos y la conducta inapropiada, lo que hicieron fue animarle. Al compi yogui le mandaron besos, le dijeron que sabían quién era y quienes eran, le dijeron que se conocen, se quieren y se respetan, le dijeron que no pasaba nada por el artículo de las tarjetas en la mierda de LOC y el rey Felipe VI le invitó a comer.
El compi yogui se había gastado más de 34.000 euros en tarjetas black, está siendo investigado por la donación de 1,8 millones de euros al Partido Popular y sabemos que se apoyó en el rey Juan Carlos para realizar negocios en Arabia.
Por tanto, la gran mierda de este país es descubrir en menos de dos años de reinado que el rey Felipe VI se parece mucho a sus antecesores. Es cierto que, al menos que sepamos, no parece ser tan bebedor, juerguista o mujeriego como otros Borbones, pero por lo visto hasta ahora es muy del gusto de relacionarse con personas turbias (su amigo López Madrid, su secretario Rafael Spottorno, su hermana Cristina y Urdangarín,…) y con las violentas monarquías del Golfo. Igual que su padre.
La gran mierda de España es que el rey no sea un ciudadano como los demás y pueda ser llamado a declarar en cualquier tribunal o imputado (investigado se dice ahora) por cualquier delito que cometiese, sino que su figura sea inviolable. Es tan inviolable que si matase a alguien sería declarado inmune dado que no existe ninguna herramienta que permita eliminar los privilegios jurídicos de los que goza.
La gran mierda que la mayoría de los medios de comunicación lo hayan comentado sin darle la relevancia que merece o lo hayan intentado minimizar. Tanto es así que El Mundo tuvo en su poder los mensajes y no los publicó. Entre los atemorizados debido a la incesante sangría de despidos de directores y periodistas en los grandes medios, aquellos otros que son marionetas de los bancos a los que pertenecen sus medios (El País, por ejemplo) o los que se sitúan en posiciones fanáticas, nos encontramos que un asunto de esta gravedad no es tratado como debiera. No solo eso, El Mundo y otros medios se han dedicado a intentar minimizar el asunto argumentando que la relación entre los reyes y López Madrid se rompió poco después (octubre de 2014). Como la mayoría de informaciones por encargo, poco tiempo ha bastado para recibir, como se dice ahora, un zasca en la boca: los reyes y López Madrid se vieron el 17 de enero de 2015 después de coincidir en el cine.
La gran mierda es tener unos reyes a los que les importa más el compi yogui de las tarjetas black que los recortes en educación, sanidad, derechos y libertades sean cada vez más salvajes, que la corrupción se haya apoderado de todo país y lo esté carcomiendo por dentro, que estemos dejando morir a más de dos millones de refugiados y que a los reyes todo esto (y mucho más que no tengo espacio para contar) no les parezca una gran mierda.
La gran mierda es comprobar que tenemos unos reyes que siguen haciendo negocio y manteniendo excelentes relaciones con Arabia Saudí, que lo hacen a la vez que este país está bombardeando Yemen (con más de 6.000 civiles muertos) o sigue pisoteando los derechos humanos al decapitar a sus ciudadanos por delitos como la homosexualidad, el adulterio o el ateísmo (casi 200 en algo más de un año).
La gran mierda, por tanto, es tener unos reyes que se preocupan, y mucho, de su compi yogui, pero muy poco de todo el daño que este ha causado, de la extrema gravedad de acontecimientos en las que se encontraba involucrado o de la situación del país. Si los reyes se preocupasen tanto de sus ciudadanos como del investigado López Madrid o, mejor aún, si no hubiese reyes o si, por lo menos, estos fueran jurídicamente como el resto de ciudadanos, a todos nos iría mejor.
La gran mierda de todo esto, Felipe VI y Leticia, es que os parezca una mierda lo que no es y lo que es una mierda no os lo parezca. Esa es la gran mierda.
No obstante, el preclaro Robespierre dijo aquello de que no hay que probar que el Rey haya cometido ningún delito; su mera existencia es en sí misma un crimen ¿De qué nos asombramos, pues, cuando se rodean de criminales?

 

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