Las
elecciones del 21 de diciembre no van a ser unas elecciones de trámite sino
justo todo lo contrario. El “procés” en origen fue un pulso entre la burguesía
española representada por el PP y la burguesía catalana representada por CDC
(hoy PDeCAT). La chulería de ambas representaciones políticas llevó a la
situación actual, “yo no te doy el control sobre la financiación”, dijo Mariano
Rajoy a lo que Artur Mas le contestó, “bueno, pues yo te pongo la independencia
encima de la mesa”.
Tanto
Rajoy como Mas representan a la misma clase de bandidos sociales pero a
diferentes fracciones nacionales de ella. Tanto el uno como el otro sólo están
interesados en que su clase obtenga beneficios de la clase trabajadora vía
salario directo o vía prestaciones. Así, bajar el salario todo lo que puedan y
no invertir en prestaciones sociales más allá de lo imprescindible forma parte
de su guía espiritual.
Ahora
bien, si toda fracción nacional de una burguesía cualquiera tiene como modus
operandi obtener el máximo beneficio posible de la clase trabajadora en un país
dado, también es ley histórica que entre fracciones de la burguesía nunca hay
la más mínima solidaridad. Sólo se solidarizan en caso de enfrentar una
revolución social, dese esta donde se dé.
Recuérdese
que la I Guerra Mundial y la II Guerra Mundial, para poner los dos ejemplos más
claros que nos da la Historia, vinieron por enfrentamientos entre diversas
fracciones de la burguesía planetaria. Así, cada fracción quiere todo el pastel
y sólo lo comparte obligada por la relación de fuerzas.
Lo
que ha ocurrido en esta guerra política entre fracciones burguesas es que el
“derecho a decidir” del pueblo catalán va más allá de las fronteras políticas y
sociales de la burguesía catalana y española, hermanadas en bandidaje social,
por lo que en su pugilato sobre el mayor o menor control de la financiación en
Catalunya se ha colado el derecho del pueblo catalán a decidir qué tipo de
Estado quiere.
Ni
el PP ni el PDeCAT y ERC quieren un República que esté al servicios de las
necesidades de la mayoría social. El PP ni tan siquiera quiere oír la palabra
“República” porque eso llevaría a desmontar el Régimen del 78 que posibilitó
que la burguesía española blanquease lo rapiñado en la Guerra Civil y que hoy
está sosteniendo contra viento y marea con la ayuda imprescindible del PSOE y
Ciudadanos.
PDeCAT
y ERC quieren controlar las finanzas de Catalunya pero no conquistar una
República verdaderamente democrática por la sencilla razón que su construcción
llevaría aparejado derechos en prestaciones sociales que no quieren dar porque
mermarían los beneficios de la clase a la que sirven.
El
tira y afloja entre ambas fracciones políticas ha llevado a que la fracción más
débil se vea obligada a radicalizar su mensaje para defenderse del poder del
Estado español, que ya ha demostrado que no sólo ha implementado el 155 para
llamar a la cordura a la fracción burguesa catalana sino que la quiere derrotar
en toda la línea con cárcel y factura económica incluidas.
Y
esta reacción ha traído la candidatura electoral de Junts per Catalunya que el
president Carles Puigdemont, cesado por el 155, presenta como una lista
nacional y no de partido. Esta lista ha revitalizado al PDeCAT que estaba
prácticamente desahuciado como representante político de la burguesía catalana
por la brutal caída electoral que se le pronosticaba, razón por la cual, un
pequeño-burgués como Puigdemont, elegido circunstancialmente para sustituir a
Mas, se ha encontrado con un rol político dirigente.
La
implementación del artículo 155 también informa que la gran burguesía catalana
no tiene la necesidad de la independencia de Catalunya, como bien han
demostrado las fugas de las sedes sociales de grandes empresas. Hace ya muchos
decenios que el Estado nacional le queda pequeño a la gran burguesía, sea en
origen de la nacionalidad que sea, por lo que salirse de un marco más amplio
político-económico como es la Unión Europea para quedarse en uno mucho más
reducido va en contra de sus intereses materiales.
Esta
es la razón por lo cual hoy PDeCAT y ERC representan en los hechos a la
pequeña-burguesía catalana y no a la grande. Pero aún hay más, Junts per
Catalunya ha tenido que radicalizar su lenguaje criticando inclusive a la UE
por obsoleta, algo que le produce pánico a la burguesía catalana ya que tiene
en ella un escudo y una lanza para combatir comercialmente contra otras
fracciones de la burguesía planetaria.
Toda
esta dinámica ha conducido a que las elecciones del 21-D no sea un plato de
gusto para la gran burguesía catalana ni para la española ya que se puede
“desestabilizar” Catalunya. Esa “desestabilización” para los intereses del
Capital vendría si ERC, Junts per Catalunya y la CUP obtienen la mayoría en el
Parlament. “Desestabilización” que se aceleraría si la lista nacional pequeño-burguesa
de Puigdemont obtiene un apoyo que obligue a ERC a reelegir al propio
Puigdemont como president de la Generalitat.
Este
es el escenario en el que no desean verse inmersas las fuerzas
“constitucionalistas” –españolistas- porque encarcelar a un reelegido president
de la Generalitat no le saldría gratis al Régimen del 78 ya que podría desatar
grandes movilizaciones sociales porque es más que previsible que el incremento
de la acción represiva del Estado llevaría a activar mecanismos de defensa sociales como los ya existentes
Comités de Defensa de la República y eso incrementaría la participación directa
del pueblo catalán en la lucha socio-política lo que pondría en el orden del
día catalán no sólo otro régimen político sino también otro régimen social, con
las implicaciones que traería en el conjunto del Estado español.
El
escenario que firmaría ahora mismo toda la gran burguesía y sus partidos es que
los “independentistas” no obtuvieran la mayoría en el Parlament y que quedase
en las manos de los “constitucionalistas” el Govern.
Las
diversas encuestas están a caballo de una u otra opción y a pesar de que ya sabemos
que han dado en otras ocasiones pronósticos que no se cumplieron estas
elecciones tienen una radicalidad mayor que en pasadas ocasiones lo que
polariza los campos y dificulta prever el desenlace del choque
político-electoral. No obstante, los medios de comunicación españoles están
volcados en que los sectores apáticos del españolismo en Catalunya vayan a las
urnas. Después podrán seguir en el sofá de su casa ya que de la política ya se
encargarían “sus” políticos porque, como tantas veces repiten los políticos de
la derecha españolista, “la política no se hace en la calle”.
El
21-D no sólo va a determinar el inmediato camino en Catalunya sino que va a
influir en la lucha social y política en todo el Estado español. Una victoria
del “independentismo” reactivaría la necesidad del cambio de régimen y su
derrota traería el fortalecimiento del PP y Ciudadanos.
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