El fenómeno de
los fascistas manifestándose delante de las clínicas de interrupción voluntaria
del embarazo es algo que trasciende nuestras fronteras, por desgracia. Algunas
veces adopta la forma de manifestaciones, otras se tumban en el suelo para
impedir el paso, en otras ocasiones abordan a las pacientes con rezos,
estadísticas o peticiones (incluso con furgoneta de ecografías) y, si nadie les
hace caso, ya pasan a las pintadas o a los atentados.
Por supuesto,
la sociedad tiende a rechazar esta clase de actitudes. Así que en varios
municipios han aparecido carteles que las promueven. «Rezar frente a una
clínica abortista está genial. Este mensaje podría ser cancelado por la
inminente reforma de la Ley del Aborto». Algunas ciudades ya han retirado esta publicidad;
en otras, como en Madrid, la oposición lo está pidiendo, aunque supongo que su
dilecto alcalde hará el caso acostumbrado.
De esta
campaña me llaman la atención dos cosas. La primera es que está hecha, según
sus promotores, para «combatir la corrección política dando voz a las
posiciones silenciadas por el pensamiento único». Pero la cosa es que dichos
promotores son la Asociación Católica de Propagandistas (ACP), una asociación
privada que tiene como objetivo promover el ideal católico en todos los ámbitos
de la vida: tienen editoriales, periódicos, sociedades de caridad y hasta
universidades.
Claro, desde
la dictadura han pasado ya unas cuantas décadas, pero hay manchas que son para
siempre. La ACP es gente que durante veinte años se encargó de la educación del
régimen franquista, que representa a una Iglesia que ha sido religión de Estado
en este país hasta hace cuatro días y religión predominante hasta hace dos y
que tiene una política activa de propaganda de conversiones. Es muy curioso que
vengan ahora con que si pensamiento único y no sé qué.
Tenemos el
quién, vamos al cómo, que es la segunda cuestión que me interesa. Y el cómo es:
grupos de fuerzapartos rezando delante de clínicas de interrupción del
embarazo. Claro, aquí la palabra «rezar» es importante. Rezar es una actividad
pacífica, la comunión del ser humano con su dios. ¿Cómo va a estar mal rezar,
sea ante clínicas o sea en iglesias? ¿Qué clase de Gobierno comunista puede
prohibir los rezos? ¡Rezar es parte de la libertad religiosa, así que claro que
puedo decir que hacerlo «está genial»!
Los famosos
rezos delante de clínicas son manifestaciones políticas. Tienen motivaciones
políticas (llamar la atención sobre lo que para ellos es un genocidio y
avergonzar o hacer reflexionar a quienes los cometen), aunque dichas
motivaciones tengan base religiosa. La política y la religión no son compartimentos
estancos, sino que pueden retroalimentarse. Que unos posicionamientos políticos
tengan base religiosa no los hace menos políticos.
Como tales
manifestaciones, están amparadas por el derecho de reunión, pero tienen que
cumplir las normas que regulan este derecho. Deben ser comunicadas (y estoy
seguro de que no lo son, porque son recurrentes), so pena de que sus promotores
sean sancionados. ¿Se están instruyendo estas sanciones? Yo supongo que no,
porque la autoridad puede prohibir o modificar las circunstancias de la
manifestación si las propuestas por sus promotores ponen en peligro a personas
o bienes. Aquí la autoridad no parece que esté modificando nada, ya que estas
reuniones se celebran en las mismas puertas de las clínicas de interrupción voluntaria
del embarazo, en horario de apertura . Es decir, en las horas y lugares donde
más peligro de acoso ofrecen. Y si la autoridad no garantiza los derechos de
las pacientes y los trabajadores, menos creo que sancione a quienes los
vulneran.
En todo caso,
sea o no delito, está claro que son actos que atentan contra la libertad de las
personas que acuden a abortar o a trabajar en una clínica de IVE, conductas
ambas plenamente legales. Por supuesto, está muy bien que los fuerzapartos
tengan sus ideas y las expresen, pero hay que armonizar los derechos de todo el
mundo. En ese sentido, la regulación de esta clase de manifestaciones es
lógica: como mínimo, debe obligarse a que cumplan con todos los trámites del
derecho de reunión y debe impedirse que sean en la misma puerta de los centros.
Unos pocos metros más abajo o en la acera de enfrente cumplen con su objetivo
pero no resultan tan perturbadoras.
Aunque, por
supuesto, todos sabemos que esta regulación, por muy bienintencionada que sea,
es un parche al estilo que nos tiene ya acostumbrados el Gobierno más
progresista de la Historia. Porque lo suyo sería acabar de una vez con la
objeción de conciencia del personal sanitario y que los abortos se hagan en los
hospitales públicos y no en clínicas especializadas. A ver si estos listos son
capaces de distinguir, en la puerta del Gregorio Marañón, a la mujer que va a
abortar de la que va a operarse de apendicitis, y al médico que practica
abortos del que hace neurocirugías.
Así se
acabaría con el problema de raíz. Pero claro, los médicos llorarían, y el
Gobierno más progresista de la historia no puede permitirse eso.
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