El
sorpasso de Pablo Casado en las primarias del Partido Popular (PP) frente a
Soraya Sáenz de Santamaría (58%-42%) significa la vuelta del revés. Gana la
caverna a caballo del dirigente más joven del tablero político. Resucita el
aznarismo insepulto, el de la guerra de Irak por las fake news de las “armas de
destrucción masiva”. Regresa el nacionalcatolicismo y la recentralización de
España “una, grande y libre”.
Y
con él toda la carcundía que arrastraba aquella Alianza Popular (AP) inscrita
genéticamente bajo palio del franquismo. La “reconquista” de Casado (Dios,
Patria y Rey), gracias al impulso del aparato del partido, y contra el
escrutinio de las bases en el envite inicial (37%-34%), deja la era Rajoy como
la de un líder moderado.
Llega
la nueva derecha camisa vieja, y Ciudadanos hereda como trofeo el cetro del
centro derecha. Mientras, el PSOE de Pedro Sánchez, el otro beneficiado en la
rifa, ya puede reivindicarse como exponente de la izquierda sin haber hecho
nada para merecerlo.
Porque
ni geometría asimétrica ni mandangas: el centro siempre depende de donde se
sitúen los extremos. La elección de Casado implicará una redistribución de
espacios, habida cuenta de que la primera fuerza de la oposición se ha movido
hacia atrás y a la derecha. Temas como las autonomías, la seguridad ciudadana,
la educación concertada, el feminismo, los derechos de la familia, la
eutanasia, el aborto, la confesionalidad, la política penitenciaria, la memoria
histórica y los guiños a la policía y a la monarquía militarán a partir de
ahora en el devocionario de sus ancestros.
Pero
por encima de todo, la llegada de Casado a la cúpula del PP tiene que
contemplarse como una prueba del miedo generado en la Marca España por el reto
del soberanismo democrático. Ha
sido la expectativa de desestabilización del statu quo provocado por el auge
del procés y el estrepitoso fracaso de las políticas de represión, policiales y
jurídicas, lo que ha armado el botón del pánico para esta renovación del
pasado.
Solo hay que ver la rara unanimidad de muchos medios de comunicación a
favor del pretendiente, inoculando una percepción de la realidad a su favor que
anulara la primitiva decisión de la afiliación popular por el continuismo
marianista en la persona de la ex vicepresidenta del gobierno.
Es
posible que el trabucazo político e ideológico que ya ha avanzado Casado
consiga detraer para Génova 13 efectivos de Ciudadanos y de Vox, sus sangrías
más evidentes en los últimos años, dando una impresión de reagrupamiento.
Otra
cosa es que esas nuevas señas de identidad resulten atractivas a un electorado
moderno poco dado a comprometerse con ideales que exhiben la fragancia a
naftalina característica del tardofranquismo. También existe el país movilizado
del 15-M, del 8-M, de los jóvenes del Erasmus, del activismo ciudadano contra
los gobiernos que perpetraron los ajustes y recortes que han provocado la
actual precariedad vital mientras la corrupción institucional campaba a sus
anchas.
Dos
legitimidades, una anclada en el pasado, “la España de las banderas”, y la otra
mirando al futuro por elevación, sin consenso posible.
Y
es precisamente de esa incompatibilidad innata de donde puede surgir la
oportunidad para abrir una alternativa constituyente. Porque “el alzamiento”
que pronostica la derecha sin complejos que pilota Casado supone una clara
amenaza por las fuerzas políticas y sociales situadas a su izquierda y
especialmente para los grupos nacionalistas proclives al derecho a decidir. O
sea, esa jeringonza a la española que hizo posible con vascos, gallegos,
catalanes, la moción de censura “de perdedores” que tumbó al PP sin necesidad
de pasar por las urnas.
Si
esa alianza de circunstancias responde coherentemente a la ofensiva unionista
del PP del ¡a por ellos!, afirmándose como una confluencia en el terreno de los
hechos, podría configurarse una suerte de Pacto de San Sebastián como el que en
1930 se coordinó para desalojar a la corte de Alfonso XIII. Algo que, solo y
exclusivamente, dependerá de la que desde ahora en adelante haga el PSOE de Pedro
Sánchez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario