sábado, 16 de diciembre de 2017

EL 21-D CATALÁN, UNA ENCRUCIJADA HISTÓRICA


Las elecciones del 21 de diciembre no van a ser unas elecciones de trámite sino justo todo lo contrario. El “procés” en origen fue un pulso entre la burguesía española representada por el PP y la burguesía catalana representada por CDC (hoy PDeCAT). La chulería de ambas representaciones políticas llevó a la situación actual, “yo no te doy el control sobre la financiación”, dijo Mariano Rajoy a lo que Artur Mas le contestó, “bueno, pues yo te pongo la independencia encima de la mesa”.
Tanto Rajoy como Mas representan a la misma clase de bandidos sociales pero a diferentes fracciones nacionales de ella. Tanto el uno como el otro sólo están interesados en que su clase obtenga beneficios de la clase trabajadora vía salario directo o vía prestaciones. Así, bajar el salario todo lo que puedan y no invertir en prestaciones sociales más allá de lo imprescindible forma parte de su guía espiritual.
Ahora bien, si toda fracción nacional de una burguesía cualquiera tiene como modus operandi obtener el máximo beneficio posible de la clase trabajadora en un país dado, también es ley histórica que entre fracciones de la burguesía nunca hay la más mínima solidaridad. Sólo se solidarizan en caso de enfrentar una revolución social, dese esta donde se dé.
Recuérdese que la I Guerra Mundial y la II Guerra Mundial, para poner los dos ejemplos más claros que nos da la Historia, vinieron por enfrentamientos entre diversas fracciones de la burguesía planetaria. Así, cada fracción quiere todo el pastel y sólo lo comparte obligada por la relación de fuerzas.
Lo que ha ocurrido en esta guerra política entre fracciones burguesas es que el “derecho a decidir” del pueblo catalán va más allá de las fronteras políticas y sociales de la burguesía catalana y española, hermanadas en bandidaje social, por lo que en su pugilato sobre el mayor o menor control de la financiación en Catalunya se ha colado el derecho del pueblo catalán a decidir qué tipo de Estado quiere.
Ni el PP ni el PDeCAT y ERC quieren un República que esté al servicios de las necesidades de la mayoría social. El PP ni tan siquiera quiere oír la palabra “República” porque eso llevaría a desmontar el Régimen del 78 que posibilitó que la burguesía española blanquease lo rapiñado en la Guerra Civil y que hoy está sosteniendo contra viento y marea con la ayuda imprescindible del PSOE y Ciudadanos.
PDeCAT y ERC quieren controlar las finanzas de Catalunya pero no conquistar una República verdaderamente democrática por la sencilla razón que su construcción llevaría aparejado derechos en prestaciones sociales que no quieren dar porque mermarían los beneficios de la clase a la que sirven.
El tira y afloja entre ambas fracciones políticas ha llevado a que la fracción más débil se vea obligada a radicalizar su mensaje para defenderse del poder del Estado español, que ya ha demostrado que no sólo ha implementado el 155 para llamar a la cordura a la fracción burguesa catalana sino que la quiere derrotar en toda la línea con cárcel y factura económica incluidas.
Y esta reacción ha traído la candidatura electoral de Junts per Catalunya que el president Carles Puigdemont, cesado por el 155, presenta como una lista nacional y no de partido. Esta lista ha revitalizado al PDeCAT que estaba prácticamente desahuciado como representante político de la burguesía catalana por la brutal caída electoral que se le pronosticaba, razón por la cual, un pequeño-burgués como Puigdemont, elegido circunstancialmente para sustituir a Mas, se ha encontrado con un rol político dirigente.
La implementación del artículo 155 también informa que la gran burguesía catalana no tiene la necesidad de la independencia de Catalunya, como bien han demostrado las fugas de las sedes sociales de grandes empresas. Hace ya muchos decenios que el Estado nacional le queda pequeño a la gran burguesía, sea en origen de la nacionalidad que sea, por lo que salirse de un marco más amplio político-económico como es la Unión Europea para quedarse en uno mucho más reducido va en contra de sus intereses materiales.
Esta es la razón por lo cual hoy PDeCAT y ERC representan en los hechos a la pequeña-burguesía catalana y no a la grande. Pero aún hay más, Junts per Catalunya ha tenido que radicalizar su lenguaje criticando inclusive a la UE por obsoleta, algo que le produce pánico a la burguesía catalana ya que tiene en ella un escudo y una lanza para combatir comercialmente contra otras fracciones de la burguesía planetaria.
Toda esta dinámica ha conducido a que las elecciones del 21-D no sea un plato de gusto para la gran burguesía catalana ni para la española ya que se puede “desestabilizar” Catalunya. Esa “desestabilización” para los intereses del Capital vendría si ERC, Junts per Catalunya y la CUP obtienen la mayoría en el Parlament. “Desestabilización” que se aceleraría si la lista nacional pequeño-burguesa de Puigdemont obtiene un apoyo que obligue a ERC a reelegir al propio Puigdemont como president de la Generalitat.
Este es el escenario en el que no desean verse inmersas las fuerzas “constitucionalistas” –españolistas- porque encarcelar a un reelegido president de la Generalitat no le saldría gratis al Régimen del 78 ya que podría desatar grandes movilizaciones sociales porque es más que previsible que el incremento de la acción represiva del Estado llevaría a activar mecanismos  de defensa sociales como los ya existentes Comités de Defensa de la República y eso incrementaría la participación directa del pueblo catalán en la lucha socio-política lo que pondría en el orden del día catalán no sólo otro régimen político sino también otro régimen social, con las implicaciones que traería en el conjunto del Estado español.
El escenario que firmaría ahora mismo toda la gran burguesía y sus partidos es que los “independentistas” no obtuvieran la mayoría en el Parlament y que quedase en las manos de los “constitucionalistas” el Govern.
Las diversas encuestas están a caballo de una u otra opción y a pesar de que ya sabemos que han dado en otras ocasiones pronósticos que no se cumplieron estas elecciones tienen una radicalidad mayor que en pasadas ocasiones lo que polariza los campos y dificulta prever el desenlace del choque político-electoral. No obstante, los medios de comunicación españoles están volcados en que los sectores apáticos del españolismo en Catalunya vayan a las urnas. Después podrán seguir en el sofá de su casa ya que de la política ya se encargarían “sus” políticos porque, como tantas veces repiten los políticos de la derecha españolista, “la política no se hace en la calle”.
El 21-D no sólo va a determinar el inmediato camino en Catalunya sino que va a influir en la lucha social y política en todo el Estado español. Una victoria del “independentismo” reactivaría la necesidad del cambio de régimen y su derrota traería el fortalecimiento del PP y Ciudadanos.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

¿REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN?. NADA POR AQUÍ. NADA POR ALLÁ


En plenas emociones desatadas por la posible declaración unilateral de independencia de Cataluña el pasado octubre, Pedro Sánchez propuso a Mariano Rajoy crear una comisión del Congreso para reformar la Constitución y así prever y evitar otras crisis como la catalana.
De entrada parece buena noticia, pero… Siempre hay un pero. O más. Resulta que Rajoy y Pedro Sánchez han acordado señalar límites a la futura reforma constitucional en la comisión del Congreso de los Diputados. ¿Qué reforma es ésa que se recorta antes de empezar a hablar, antes incluso de constituirse esa comisión?
¿Esa comisión solo abordará reformas que afecten a la organización territorial? ¿Y hasta dónde? Lo peor es que Rajoy y Sánchez están de acuerdo en que de ningún modo la reforma constitucional pueda convertirse en un proceso constituyente. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
En cuanto a la posibilidad de referendos pactados en las comunidades autónomas (núcleo de la actual crisis política con Cataluña) no será abordada en esa comisión presuntamente reformista de la Constitución. Porque lo impedirán los votos de PP y PSOE.
¿Reforma constitucional? Sinceramente, está por ver incluso en la postura más optimista. Aunque, vistas las declaraciones de dirigentes del Partido Popular y algunas de la vieja y rancia guardia del PSOE, parece que todo quedará en juegos de espejos y sesiones de maquillaje. Como decía Giuseppe di Lampedusa, se cambia para que todo siga igual.
Qué poco le ha durado a Pedro Sánchez y a ‘su’ PSOE la voluntad de ser y actuar como gente de izquierdas de verdad. Aunque no dejen de adornar sus actos y mítines con la frase de que son la izquierda.
Un viejo refrán en latín macarrónico asegura que excusatio non petita, accusatio manifesta;  cuando te excusas mucho, en realidad te acusas. Cuando repites mucho algo es que no estás muy seguro de que sea.
El bipartidismo ha vuelto, aunque más complicado y retorcido que en el pasado. Ahí están Rajoy y Sánchez que ahora se entienden como ‘hombres de Estado’. A ver si alguien me define de una puñetera vez que quieren decir cuando dicen ‘hombre de Estado’.
En fin, nos toca sufrir una situación política mucho más peliaguda que hace unos meses para cambiar las cosas para bien. Algo que hemos de agradecer a la estupidez política de los dirigentes independentistas catalanes que sin la menor duda han contribuido a fortalecer el más rancio e irracional españolismo cuando parecía haber retrocedido. ¿Cómo pueden marcarse el farol de proclamar la independencia, luego envainarla, aceptar la aplicación del artículo 155 y añadir que la independencia no es la única vía para resolver los problemas de Cataluña?
Un servidor nunca ha sido nacionalista y mucho menos independentista, sobre todo si la independencia la ha de conseguir la burguesía catalana (una de las más peligrosas de Iberia, vista la historia del siglo XX). Y aún menos si esa independencia pretendía lograrse con la participación de la CUP, que se define anticapitalista, pero va de la manita del PdeCat que si algo es sin dudarlo es precisamente muy partidario del capitalismo. Una CUP que participa en las elecciones del 21 de diciembre, aunque las considera ilegítimas.
Seamos serios, participa en las elecciones porque no van a renunciar a los privilegios (incluidos los económicos) que supone lograr unos cuantos diputados. Por mucho que lo disfracen con frases rimbombantes de responsabilidad política.
Volviendo al Reino de España, ¿va a haber una reforma constitucional que merezca tal nombre? ¿Una reforma que abra un horizonte diferente en este reino que debería dejar de serlo? Harto difícil cuando la misma Constitución impone que “cuando se propusiere la revisión total de la Constitución o una parcial que afecte al Título preliminar, al Capítulo segundo, Sección primera del Título I, o al Título II, se procederá a la aprobación del principio por mayoría de dos tercios de cada Cámara, y a la disolución inmediata de las Cortes”. Y el nuevo texto constitucional que se redactara también deberá ser aprobado por dos tercios de ambas Cámaras. Lo que, vistas las correlaciones de fuerzas y las vigentes (e injustas) leyes electorales, convierte en misión imposible reformar de verdad la Constitución de 1978. Especialmente visto el escaso entusiasmo del PSOE. No olviden que reformar significa ‘cambiar algo para innovarlo y mejorarlo’.
Lo que podemos esperar son juegos de ilusionismo: nada por aquí, nada por allá. ¡Ale hop!

lunes, 30 de octubre de 2017

DE PATRIAS Y BANDERAS


"Madre de todas las gominas y pulseritas en muñecas, de todas las coderas de cuero en jerseys de pijo, de todos los crucifijos al cuello, mientras nos roban, mean y recortan en nombre de la Patria: ¡Ruega por nosotros!"
(Lucas León Simón)
Quizá tenga España desde siempre una clara facilidad para caricaturizarse a sí misma, como nos muestran claramente algunos períodos de nuestra historia. Y dicha facilidad caricaturesca se aplica a todas las facetas: a la política, al arte, a la ciencia, etc. Ocurrió por ejemplo con el Flamenco y la imagen que se exportó del mismo y que se consumió internamente durante la terrible etapa del nacionalflamenquismo franquista: se desvirtuó el carácter originario del mismo, se llevaron al cine y al teatro estampas de un tipismo andaluz rancio y exagerado, y se cultivaron los géneros menores de este arte gitano-andaluz de gran hondura y belleza expresiva. Pues bien, el caso que nos ocupa vuelve a ser, en mi humilde criterio, un ejemplo más de caricatura de lo español, expresada en esa abundante exposición de banderas rojigualdas, que se exhiben desde los balcones y ventanas de casas y pisos por doquier, y que se pueden comprobar en cualquier ciudad de España. Esa explosión banderil ha ocurrido en cuanto el pueblo de Cataluña ha expresado su deseo de convocar un referéndum para decidir su emancipación (o no) del pueblo español.
Parece que la cosa no va por barrios, sino que es una expresión transversal de nuestra sociedad, lo cual resulta aún, si cabe, más preocupante. Pensamos que el fenómeno corresponde a otra manifestación más de la enorme alienación social que nos invade, fruto de nuestra adhesión inquebrantable al pensamiento dominante, ese que nos venden enlatado en los diarios de mayor tirada nacional, y cuyos dueños son los grandes grupos empresariales, los mismos que mientras instan a poner banderas en los balcones, ahuyentan empresas para que se vayan de los pueblos que desean ejercer la democracia participativa, y quieren decidir libremente sobre los grandes asuntos que les conciernen.
Así que la estampa es bien sencilla, y suele concordar con los típicos aficionados al fútbol que también colocan la bandera ante una victoria de España contra cualquier país extranjero, con los típicos exhibidores de banderitas en pulseras (sin llegar a las estridencias variopintas de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, que cada año nos regala un modelito españolista distinto para el "Día de la Fiesta Nacional"), de los que argumentan que "todos los políticos son iguales", de los que se apuntan al carro de "esto lo arreglaba yo en tres días", los que afirman que "todos los nacionalismos son iguales", "ni machismo ni feminismo", "ni izquierda ni derecha", "ni pacifismo ni guerras", y otros cuantos vacíos e insulsos eslóganes comprados en el baratillo ideológico. Y sobre todo, de los que nunca han puesto las banderas colgadas en sus balcones cuando se han destapado los casos de corrupción, o se han tomado desde el indecente Gobierno del PP (y también del PSOE) las tremendas medidas de recortes sociales, laborales, y en derechos humanos en general, que han provocado el atropello de las vidas de cientos de miles de españoles.
Unos españoles ante cuyo atropello no se ha colocado ninguna bandera en ningún balcón de éste, su país. Un gesto, el de colocar la bandera en el balcón, normalmente auspiciado por los mismos que vitorean al Rey cuando se desplaza a alguna ciudad de nuestra sempiterna España, o que son instigados por los mismos a los cuales luego se les descubren cuentas bancarias fuera del país al que corresponde esa bandera colgada en el balcón. Porque en efecto, esos mismos que cantan en las manifestaciones "por la unidad de España", entonando el ya clásico "Yo soy español, español, español", también suelen ser los mismos que vitorean "¡Que les jodan!" cuando aplican leyes que endurecen las prestaciones para los desempleados y desempleadas de nuestro país, o que entienden que hay que dar ayudas sociales "a los españoles primero".
Creo que el origen de tal alienación patriotera de pantufla y chirigota responde, básicamente, al enfoque equivocado que poseen en su imaginario colectivo (naturalmente, inculcado desde nuestros poderes públicos, comenzando por el propio sistema educativo) sobre el concepto de "patria".
 La bandera en el balcón en sí mismo no tiene por qué ser un gesto a reprochar, pero sí lo es cuando deja de ser coherente con el resto de pensamientos y actitudes de esas mismas personas que las cuelgan. La patria entendida como el "territorio", como el dominio terrestre donde llegan nuestras fronteras, es justo lo que está detrás de ese concepto. Un concepto que nos llega procedente del mismo concepto imperial que poseían los Reyes del pasado, enfrascados siempre en nuevas conquistas para su Imperio. Pero la patria no es esto. Más bien deberíamos adherirnos al concepto más auténtico y revolucionario de patria que expresara el libertador cubano José Martí: "Patria es Humanidad".
Sí, porque la patria tiene que saber al pueblo, a los vecinos, a las personas, a la comunidad. La patria son los habitantes de la nación, las personas que la habitan, las que se levantan cada mañana para trabajar, para dar lo mejor de sí mismos a su patria, para engrandecer a la tierra que los vio nacer. Patria es Humanidad significa que nos debe importar la gente, la sociedad, la comunidad, los derechos humanos en general, la vida, la realización y la felicidad de las personas. Ese es el concepto de patria por el que abogamos. Patria es democracia, es participación, es respeto a todos los colectivos, especialmente a los más desfavorecidos. Patria es luchar para conseguir un modelo social de más igualdad, de más justicia social, de más redistribución de la riqueza, de más progreso y de más libertad. Seguro que si todos entendiéramos así la patria, colgaríamos la bandera española en nuestro balcón para reivindicar otras circunstancias, o para protestar ante otras medidas.
Ahora resulta que los que están por su patria se llaman "constitucionalistas", y los que los apoyan, ponen banderas en los balcones. ¿Es que sólo ellos aman a su patria? A toda esa tropa de nacionalistas españolistas (porque lo de "constitucionalistas" es un eufemismo para suavizar y esconder su ideario) habría que decirles que somos muchos los que entendemos la patria, la nación y el pueblo de forma muy distinta a ellos.
No es que no amemos a nuestra patria, es que entendemos la patria de otra forma. No es que reneguemos de nuestra bandera, es que nos abrazamos a ella por otras causas. Es que anteponemos la democracia, la fraternidad y la cooperación entre los pueblos, antes que la unión forzada (vestigio de la cruzada de los Reyes Católicos) de los distintos pueblos de España. No es que menospreciemos a nuestro país, es que entendemos que este solar patrio que llamamos España siempre fue un crisol de pueblos y diferentes culturas, que deben seguir siendo respetadas. No es que queramos que España se rompa, es que apostamos por una federación voluntaria y plurinacional entre los diferentes pueblos del Estado. No es que estemos contra las leyes, es que entendemos que las leyes deben estar al servicio de la democracia, y no la democracia al servicio de las leyes.
Precisamente porque queremos que nuestra patria sea una buena patria para sus habitantes, estamos en contra de esos que se autodenominan "constitucionalistas", pero que se ponen de acuerdo en precarizar la vida de la gente, en arruinar la vida de las personas, mientras agrandan las cuentas de resultados de las empresas, ésas a las que una bandera española les importa un pimiento en adobo. Estamos de acuerdo con Raúl Solís cuando afirma en su artículo para el medio Paralelo36: "Los que ondean la bandera nacionalista española son los mismos que tributan en Panamá o en Suiza, que rescataron a los bancos por valor de 50.000 millones de euros para salvar España, y que mandan a la policía a dar palizas a abuelas indefensas por el bien de España".
Colguemos pues banderas en los balcones por otros motivos, para protestar por otras circunstancias y por otras medidas. Exhibamos la enseña nacional, entre otras muchas situaciones, ante los reiterados intentos de acabar con las conquistas de la lucha obrera, ante las crueles y despiadadas medidas que nos hunden en la miseria y en la exclusión social, ante la desmesurada y demencial riqueza de unos pocos frente a la mísera pobreza de muchos, ante el indecente e inhumano trato que se les da a los refugiados, ante los recortes y la privatización en los servicios públicos, ante el desmantelamiento de nuestro Estado del Bienestar, ante la perversión de nuestro sistema educativo, ante la progresiva pérdida de poder adquisitivo de los pensionistas, ante el inmenso exilio juvenil por falta de expectativas, ante los escandalosos privilegios de la Iglesia Católica, ante la presencia de un Rey impuesto sin consulta ciudadana, que nos viene desde la negra noche del franquismo, ante el preocupante incremento de nuestro presupuesto de Defensa y nuestra participación en guerras irracionales (que luego causan los terribles atentados terroristas que padecemos), ante la precarización laboral, ante los nuevos trabajadores pobres, ante los incesantes desahucios que dejan en la calle a miles de familias sin hogar, ante la crudeza de los crímenes machistas, ante la galopante desigualdad social, ante el deterioro de nuestro medio ambiente (fiel reflejo de la ausencia de medidas para atajar los graves efectos del cambio climático), y ante cientos de causas más que día a día contribuyen a hacer de nuestra patria un sitio peor donde vivir.
Por cada causa injusta a nuestra patria, a nuestra gente, a nuestra ciudadanía, una bandera en un balcón. Nos van a faltar balcones. ¡Y banderas!

domingo, 15 de octubre de 2017

12 DE OCTUBRE, UNA “INOLVIDABLE EPOPEYA”


Sostienen los más ilustres historiadores que los reyes Católicos, Isabel y Fernando, son los fundadores de la nación española. Algo que se consumó en el preciso instante en el que las tropas cristianas toman Granada el 2 de enero de 1492 culminando de este modo la llamada “reconquista”. En el preciso momento en que el emir Boabdil  entregó las llaves de la ciudad al conde de Tendilla, Iñigo López de Mendoza se inicia uno de los periodos más tétricos que jamás haya vivido la humanidad.
Meses después en el campamento de Santa Fe el día 17 de abril de 1492 se firmaron las Capitulaciones entre los Reyes Católicos y el aventurero Cristóbal Colón en las que se estipulaba cuáles iban a ser las normas por las que se tenía que regir este “contrato mercantil”. Colón se llevaría el 10% del botín además de ser nombrado Virrey, Almirante de la mar océana y gobernador general de las denominadas posteriormente como las “Indias”. Además sus descendientes heredarían sus bienes, sus títulos y tierras descubiertas. Ambiciones desmedidas y delirios de grandeza más propias de un lunático o de un iluminado.
Podríamos decir que el descubrimiento del Nuevo Mundo fue un artero acto de piratería muy bien planificado al que incluso el Papa de Roma Alejandro VI con su bula Inter Caetera le brindó su bendición urbi et orbi. La autoridad de Dios omnipotente y omnipresente otorgó el dominio exclusivo y perpetuo de los territorios donde se clavó el pendón castellano con la condición que los evangelizaran.
De este modo se justificó la rapiña, el expolio y las masacres cometidas contra los “gentiles” en un afán por imponer la autoridad de los nuevos amos y señores. Este decreto papal puede considerarse el detonante de la crueldad que caracterizó a todos los imperios coloniales que surgieron posteriormente. Es el génesis de la globalización que en el siglo XXI se manifiesta como la máxima expresión del imperialismo político y económico.
En ese entonces y tras finiquitar la guerra contra los musulmanes España iniciaba la aventura Imperial que la llevaría a expandirse por los cinco continentes. Las ansias de conquista material y espiritual marcarán los siguientes siglos plagados de gestas épicas y epopeyas en el nombre de Dios y su majestad el rey. Era necesario engrandecer la gloria de España para hacer frente a sus directos competidores  Inglaterra, Francia y Portugal que pretendían hacerle sombra.
Se inicia así una desquiciada carrera por conquistar tierras, naciones, riquezas, súbditos, siervos y esclavos. Como bien queda descrito en el tratado de Tordesillas donde España y Portugal -representados por Isabel y Fernando y el rey Juan II- se repartieron las zonas de navegación y conquista del océano Atlántico y el Nuevo Mundo. Se despojó sin ningún remordimiento de sus tierras a los nativos que fueron considerados por derecho real como menores de edad y, por lo tanto, sujetos a la tutela de los españoles en las mitas, resguardos o encomiendas.
Pero no se nos puede olvidar que uno de los motivos prioritarios de esta magna empresa del descubrimiento fue la evangelización de los herejes blasfemos. Es decir, la redención de las razas inferiores, indígenas sin alma, salvajes antropófagos que había que domar y domesticar por la gracia de Dios. ¿Civilización o barbarie? Este es el dilema que se planteaba y con la espada y la cruz supieron dar una respuesta contundente a tamaño desafío. Dios le brindó este inmenso privilegio a la estirpe española porque Dios se consideraba español.
Para sublimar la identidad hispana se precisaba imperiosamente construir una narrativa en la que intervinieran los más preclaros exponentes de las letras, las artes, la pintura, la escultura o la música. Inventar mitos y leyendas, forjar los superhéroes de una raza invicta y por siempre victoriosa. Al fin y al cabo ellos fueron los que llevaron la luz al Nuevo Mundo apartando las tinieblas del averno. Todo es válido con tal de santificar a villanos y bellacos para transformarlos en insignes paladines.
Las Indias era el mejor reclamo para despertar las ambiciones de los buscadores de fortuna, de los aventureros que ansiaban someter reinos ignotos, adueñarse de incalculables riquezas del Dorado, Cipango y Catay, ciudades de oro y ríos de esmeralda, obsesionados por obtener títulos nobiliarios, fama, poseer tierras, saquear, esclavizar indígenas o africanos, mano de obra obligada a levantar los delirios imperiales para gloria del padre eterno y nuestro señor Jesucristo.
El imperio Español con arrogancia se creía el ombligo del mundo y el centro del universo. La lengua española y la religión católica se impusieron a la fuerza como vehículo vertebrador de los territorios conquistados en los que regía el pensamiento único e indivisible. Por riguroso mandato del monarca  cualquier disidencia o rebelión se reprimía sanguinariamente y sin contemplaciones. Al verdugo no le temblaba la mano a la hora de cortar cabezas en el cadalso. En los casos más extremos se aplicó el exterminio para  que reinara la paz y el orden.
Tal es el culto que se le rinde al supuesto descubridor de América Cristóbal Colón que son cientos y cientos los monumentos que existen en su honor a lo largo y ancho del mundo. Entre los altares y santuarios más soberbios hay que destacar el erigido en Barcelona con motivo del IV centenario del descubrimiento de América en 1892. 
        
Se trata de un conjunto escultórico de proporciones ciclópeas cuyo autor es el arquitecto catalán Gaieta Buigas y Monrava. Una muestra irrefutable de que el egocentrismo y la megalomanía españolista no tienen límites. Al Almirante de la mar océana Cristóbal Colón, señor de los holocaustos, príncipe de los genocidios, se le ubica en lo alto de una columna o falo al estilo corintio de 57 metros de altura que reposa sobre un pedestal poligonal que lo custodian 8 leones de hierro en actitud vigilante. En las paredes de la base existen 8 bajorrelieves con los escudos de los reinos de España y otros 8 bajorrelieves en los que se narra la vida del almirante Cristóbal Colón – leyendas sacrosantas que están escritas a golpe de martillo y de cincel en el inconsciente colectivo hispano.
En esta vil escenografía los protagonistas son los distintos personajes que intervinieron en la gesta del descubrimiento de América a los que cuatro ángeles ciñen sobre sus sienes con coronas de laurel. En un segundo plano se representan a los indígenas como si se trataran de unos animales asustadizos y timoratos; ¿seres irracionales? desnudos o semidesnudos que se acogen sumisos al manto protector de su majestad el rey y de Dios nuestro señor.  ¿Se puede tolerar mayor ignominia y mayor  humillación? De rodillas un indígena emplumado besa la cruz salvadora que le ofrece un fraile doctrinero como símbolo de la conversión.
En otra  escena un conquistador posa su mano en la cabeza de un indígena en señal de sometimiento o de obediencia eterna a sus amos. Han sido redimidos por la gracia benefactora del imperio español y es necesario que la humanidad entera reconozca tan inigualable privilegio.
Este esplendoroso monumento de bronce, hierro y piedra caliza -con un peso de 205 toneladas- fue inaugurado el 1 de junio de 1888 por la reina regente María Cristina. Un monumento al odio, al racismo extremo, a la esclavitud y la tortura que veneran e idolatran sus más connotados devotos. Hace 525 años Isabel la Católica y Cristóbal Colón en su lecho nupcial incubaron el maligno virus del imperialismo que desde entonces  ha sembrado la muerte y la destrucción sobre la faz de la tierra.
Quizás el episodio más revelador de la historia de América ocurrió en el año 1563, en Chile.
El fortín de Arauco estaba sitiado por los indios, sin agua ni comida, pero el capitán Lorenzo Bernal se negó a rendirse. Desde la empalizada, gritó:
—¡Nosotros seremos cada vez más!
—¿Con qué mujeres? -preguntó el jefe indio.
—Con las vuestras. Nosotros les haremos hijos que serán vuestros amos.
Los invasores llamaron caníbales a los antiguos americanos, pero más caníbal era el Cerro Rico de Potosí, cuyas bocas comían carne de indios para alimentar el desarrollo capitalista de Europa. Y los llamaron idólatras, porque creían que la naturaleza es sagrada y que somos hermanos de todo lo que tiene piernas, patas, alas o raíces.
Y los llamaron salvajes. En eso, al menos, no se equivocaron. Tan brutos eran los indios que ignoraban que debían exigir visa, certificado de buena conducta y permiso de trabajo a Colón, Cabral, Cortés, Alvarado, Pizarro y los peregrinos del Mayflower"

 

viernes, 6 de octubre de 2017

ESTA GUERRA NO ES DE LOS TRABAJADORES


Lo siento. Tengo una deformación profesional. Me he formado profesionalmente en la economía e ideológicamente en el marxismo. No soy inmune a la asquerosa violencia desatada por el (des) gobierno español contra sus ciudadanos en Cataluña y confieso mi sentimiento de rabia y solidaridad por el abuso sufrido por tantos y tantas que querían ejercer su derecho a opinar, como supongo hoy comparten todos los catalanes y españoles con sentido común y humanidad. Pero si quiero sacar una conclusión no ofuscada por la emoción, tengo la mala costumbre de recurrir a mis melladas herramientas de análisis. Vamos por partes.
No he visto a ningún líder de Junts x Sí, de Omnium o de ANC, al frente de las masas populares que defendían colegios y urnas contra la brutalidad policial, con la excepción de los compañeros de las CUP. ¿Estaban preparando discursos? ¿En tertulias? ¿En los tableros de mando o de análisis? No lo sé. Solo he visto vecinos de todo género y edad y de toda condición social con una determinación gigantesca de defender su derecho a votar. No parece que los líderes hayan sido atendidos por balazos de goma o porrazos en ningún hospital. No están entre los más de ochocientos lesionados por la policía.
Me viene a la mente aquella frase de Valèry: “La guerra es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que si se conocen pero que no se masacran”. ¿Será así en este caso?
Porque si fuera así, podemos estar asistiendo a una guerra entre dos partitocracias -que se conocen-, posiblemente con la connivencia de una o varias facciones de las oligarquías que representan. Pero si hay hostias, la cara la siguen poniendo quienes no se conocen.
Me dice un amigo: “Esto va de un pueblo humillado que se levanta, no entiendes, dejas de lado el lado emocional”. Lo pienso dos veces y me sale lo mismo. Sí, el móvil es emocional, es el empuje tan profundamente humano que nos conduce en tantos actos de nuestra vida. Pero el pueblo que se ha levantado tampoco es un movimiento popular autogestionado. Es un pueblo en apoyo a su govern autonómico, que ha demostrado una capacidad organizativa, logística y propagandística muy potente. Tan fuerte como para plantarle cara al estado y vencerle, así lo creo, en el campo mediático. Le pregunto a mi amigo, “¿El movimiento soberanista tendría hoy la extensión y profundidad en la sociedad catalana sin la labor de TV3, Catalunya Radio, RAC1, la sección “indepe” de La Vanguardia, las organizaciones civiles subvencionadas, la iglesia monserratina, Mediapro, el Barça, y los engrasados aparatos culturales y mediáticos que hasta hace dos telediarios eran los pilares del pensamiento hegemónico de la oligarquía catalana?” Mi amigo me responde “No, pero hay un sentimiento profundo en el pueblo, esto va más allá de clases sociales”.
Entonces, si es un movimiento no creado pero si alimentado desde una parte del stablishment  español y catalán   ¿Que busca sacar esa oligarquía catalana o española en este conflicto? No tengo una respuesta fácil.
Podría entonces concluir que hay dos oligarquías que se enfrentan entre sí. Los latifundistas de Louisiana y los industriales de Nueva York tenían visiones muy diferentes sobre cómo debía ser el “corral” de la mano de obra esclava y les costó una guerra de secesión dilucidarlo hace ciento cincuenta y tantos años. ¿Es aplicable este análisis en el conflicto entre las oligarquías catalanas y españolas? ¿Se trata de una lucha entre los antediluvianos señoritos latifundistas de la Casa de Alba –y sus representantes en Madrid– y los modernos, progresistas y afanosos industriales catalanes? Tampoco me salen las cuentas. Menos cuando todos ellos están, desde hace tiempo, sometidos al diktat del gran capital financiero y las multinacionales. El govern catalán saliva como el perro de Pavlov cuando Amazon abre un almacén en Barcelona, cuando el Prat se llena de turistas o cuando un inversor mafioso quiere reeditar Las Vegas en Tarragona. Los tiempos de la industrialización se han ido. La tercierización y la precariedad vinieron para quedarse. Y el amor a la europa de Merkel, el Banco Central Europeo y su proceso de eliminación de las soberanías nacionales es común en los discursos de los cabestros enfrentados. ¿De qué se trata entonces?
Podría ser una parte del asunto, pero tampoco me cuadra. Sí, disponer de una mayor tajada de impuestos en años flacos no es mala cosa. Refuerza posiciones de poder. Pero tampoco creo que sea como para arriesgarlo todo en un conflicto, en apariencia, de tal calado. La mayoría de los impuestos de un estado ya están asignados en las partidas del menguante estado del bienestar (sanidad, educación, consellerias varias). Un Estado conlleva nuevos gastos y burocracias que alimentar. ¿Cuanto quedaría para repartir? ¿Suficiente capital para catapultar el aparato productivo catalán a competir con las viejas o las emergentes potencias mundiales? ¿Con un mercado “nacional” significativamente menor al actual? No lo sé, lo confieso, no he hecho los números. Pero no me parece una razón suficiente.
Entonces, ¿Que nos queda? ¿Qué ha pasado en los últimos diez años que haya movido el tablero de forma tan grave para que las oligarquías reformulen su pacto del 78?.
Y entonces llegó Fidel. Digo, Pablo Iglesias. O no, mejor digo Podemos. Pero no el Podemos “nuevo-chico-del-barrio” de la partitocracia (impulso Mediapro de por medio), sino como el resultado de la explosión del 15 M y la consolidación de una variopinta serie de fuerzas de izquierdas aún no domadas por el sistema y en sintonía entre sí. Muchos son los nombres: (los) Podemos, els Comuns, Compromís, las Mareas, las CUP, todas ellas floreciendo como respuesta a la brutal crisis económica del 2008 y a los entusiastas recortes sociales que las oligarquías españolas (incluyendo la catalana) dictaron a sus aparatos políticos. Y pienso entonces, ¿qué le da más miedo a los Artur Mas o a los Rajoy de turno? Que un president de la Generalitat tenga que salir por patas, digo por helicóptero, de su Parlament  rodeado de izquierdistas cabreados debe dar algo de miedo. Pero que las dos ciudades más populosas, las dos capitales de España, las gobiernen una ex-jueza comunista y la tía que humilló a la clase política consiguiendo un millón y medio de firmas contra los deshaucios de la banca... ostras, eso sí que da miedo.
Los pilló a todos con los calzoncillos abajo y cagados. Sí, los escándalos de corrupción. Ese maná de euros que cayó en la España (y Cataluña) del ladrillo desde los bancos alemanes y que convirtió a la clase política en una especie de Midas: con solo una recalificacioncita de terrenos, un erial o una reserva natural se convertía en oro. Una sociedad empobrecida ve pasar ante sus ojos la bárbara opulencia, la amoralidad más detestable y la certeza en su impunidad de esa clase política que permite que le bajen los salarios y les recorten derechos políticos y sociales. Y eso sí que es un peligro, personas tomando conciencia de la farsa.
¡Eureka! Me digo. Esto me parece más coherente. Imagino una conversación: “Oye Mariano te voy a armar un pollo soberanista que va durar décadas“. “Coño Artur II, que buena idea. Nos convertimos en defensores de nuestras esencias nacionales y ¡ale!, ¡a ganar elecciones, hasta que pase el temporal!”. ¿Demasiado ingenuo? ¿Demasiado Simple? Decía un franciscano allá por el siglo XIII que “En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable”. Este principio metodológico, llamado la “navaja de Ockham”, no implica que la explicación más sencilla sea la verdadera. Pero ¿Y si lo fuera? Sería una jugada genial: el procès,  definitivamente bajo la conducción tecnocrática del govern (podría haber sido de otra forma, sin duda) divide Cataluña en dos bandos. El PSC se declara unionista, se parte y se hunde en las elecciones. Sin los votos del PSC, el PSOE no puede gobernar España. Convergencia forma gobierno con ERC, la cual debe renunciar a cualquier futura alianza con los unionistas del PSC. ¡No más tripartitos¡. A la Colau la encerramos en sus contradicciones y convertimos a la CUP en su némesis. El escenario catalán es perfecto. La socialdemocracia de ERC forma un gobierno de unidad nacional con CDC (a lo Merkel-Schroeder) mientras se transita hacia un nuevo binómio partitocrático neoliberal por secula seculorum.
En España, el PSOE se convierte en el enemigo natural de Podemos, pescando en el mismo caladero los votos de la izquierda. El PP, sin un PSOE en disputa, vuelve crecer envuelto en la rojigualda (a veces con la constitucional y si es necesario con la del pollo negro y el “A por ellos, a por ellos...”). Y si hay descontentos o despistados, siempre nos quedará Ciudadanos. Y a vivir, que son dos días.
Podría parecer que un conflicto así pudiera ser contradictorio con la política de estabilidad del gran capital. Pero, seamos serios. Una Cataluña independiente en manos del nuevo binomio ERC-CDC, mas temprano que tarde, seguirá siendo parte de la UE. Y al capital multinacional le molan los Estados pequeños. Cuanto más pequeños, débiles y dependientes, mejor. Y a Alemania o a Francia se la sopla tener una Catalunya separada de España: seguirán viniendo de vacaciones a la Costa Brava, a Málaga o a Mallorca y tendrán un potencial competidor más débil del que dejaron con la “reconversión industrial” de los 80. No habrá grandes opositores a la separación de Cataluña o de cualquier otra nación de la España actual. En el mundo globalizado las multinacionales piensan de los estados lo que decía aquel título del libro de Schumacher: “lo pequeño es hermoso”.
Los fuegos a veces se encienden y después no se controlan. Y la represión desatada sobre un enorme colectivo de personas hoy agredidas por la brutalidad policial nos debería generar a todos un sentimiento profundo de solidaridad. Y de indignación. Y de crítica al pensamiento uniformizador que nos impone el poder. Posiblemente Cataluña acabará siendo una República Independiente, ganada a pulso por la determinación de esos compañeros y compañeras que el 1-O valientemente salieron a votar. Y posiblemente las clases trabajadoras catalanas sigan tan explotadas como hoy.
En estos momentos, aún con tanta rabia ante la injusticia desatada sobre esos hombres y mujeres que de forma pacífica defendían ideas en Cataluña, quiero pensar. Y pienso que debería hacernos reflexionar sobre las trampas que nos tienden los poderosos. Sobre su cada vez mayor capacidad de hegemonizar su pensamiento con altavoces mediáticos cada vez más potentes. Sobre la dificultad de las izquierdas en buscar caminos de unidad y elaborar discursos alternos. Desearía que el discurso de “los de abajo contra los de arriba” no se sustituya por “España contra Cataluña”, ambas patrias tan falsas como los politicastros que hoy dicen defenderlas.
E imagino otra conversación, hace un par de días: “Oye Mariano, esto parece que se nos va de las manos. Vamos a tener que declararnos independientes o la peña se va a cabrear mucho. Se nos jodió el plan del eterno conflicto” “Pues Artur II, no me queda más remedio que repartir unas hostias como panes” “Bueno, ya sabes aquello de que en la guerra se masacran los que no se conocen. Y tú y yo nos conocemos. ¿No?”.
Postdata: Y sí, yo también quiero votar. Quiero votar si quiero una República. Y quiero votar si con mis impuestos tengo que pagar colegios del Opus. Y quiero votar si los bancos nos deben devolver lo estafado. Y quiero votar si declaramos como principio constitucional la Soberanía Alimentaria en mi estado. Y quiero votar si acabamos con las privatizaciones de lo público, desde el agua hasta la sanidad. Y quiero votar si la Iglesia tiene derecho a inscribir propiedades públicas a su nombre. Y quiero votar si los pisos vacíos de los bancos deben ser expropiados sin indemnización para dedicarlos a viviendas sociales. Y quiero votar, y votar y votar hasta que la democracia ahogue a los que mandan aporrear ciudadanos indefensos y a los que buscan su impunidad entre las banderas.

miércoles, 2 de agosto de 2017

“NUNCA TE METAS CON UN CAZADOR”


"NUNCA TE METAS CON UN CAZADOR".
“Conocemos (los cazadores) sitios donde nadie te encontrará”

Y no se trata de la frase de un enfermo mental con licencia de armas, como esos a los que Donald Trump, padre de cazadores y firme defensor de la caza, se las quiere conceder, ni de la advertencia de un cazador como aquel que en El Cabanyal (Valencia), después de provocar una explosión de gas en su casa se apostó en la terraza y con su escopeta y cartuchos para jabalíes mató en hora y media a una vecina, a dos policías y a un bombero. Explicaron que tenía sus facultades mentales perturbadas y que era alcohólico, pero a pesar de eso conservaba el permiso para utilizarla.
O ese otro cazador que más recientemente mató a tiros a su pareja y se suicidó en Sanlúcar, lo hizo estando bajo tratamiento psiquiátrico y, aun así, había renovado hacía poco la licencia para sus armas.
Esta no es el mensaje de ninguno de los anteriores sino de una página de caza, con seguidores, donde aparecen habitualmente rifles y escopetas, los que las usan y sus víctimas, y esa amalgama de violencia, sangre, muerte y orgullo la exhiben engalanada con un aura de diversión y heroísmo porque para muchos la tiene y lo es, como en otros tiempos, algunos no tan lejanos, la tenía y lo era la caza de hombres.
Es la “sugerencia” que acompaña a un producto a la venta detrás del que hay todo un equipo de trabajo. No son las palabras de un trastornado aislado, son las conscientes, razonadas y planeadas de miembros de un colectivo al que amparan las leyes y al que pertenecen desde parados hasta reyes, un colectivo que cada aňo deja en Espaňa millones de animales muertos, heridos y mutilados, y docenas de humanos sin vida por “accidentes cinegéticos”, que según ellos a cualquiera le puede pasar confundir a un conejo con un seňor de sesenta aňos, o apuntar a un corzo que está delante y darle a una mujer que paseaba por detrás. -Rebotaría –dicen-.
Esta camiseta está diseňada por cazadores, ellos la difunden y venden y cazadores son sus clientes potenciales. No contiene la reivindicación de un “ejercicio de la libertad”, aunque esa libertad sea matar a seres inocentes porque sí, porque sube la adrenalina y provoca morbo. Tampoco expresa lo que tantas veces quieren aparentar: que son los primeros y mayores amantes de la naturaleza y de los animales.
Ni siquiera es un grito de auxilio para los niños hambrientos de África, esos que sólo (y siempre) les vienen a la memoria y a la boca para recordarnos que existen cuando hablamos de sus víctimas.
En esta camiseta hay escrita una amenaza muy clara, un mensaje que advierte de la violencia con la que nos podemos encontrar quienes nos opongamos a ella.
Al más puro estilo matón no se detiene en sutilezas, dejan claro que si les buscas pueden acabar con tu vida y esconder tu cadáver en algún rincón donde no será encontrado. Al no haber cuerpo no habrá crimen y, por lo tanto, tampoco criminal.
El mundo de la caza vuelve a no asombrar pero sí a dar asco una vez más, y a quedar nuevamente retratado como lo que piensan, son y, parece que al menos algunos de sus miembros, serían capaces de hacer. Tanto es así y tan orgullosos se sienten de ello que hasta lo imprimen en su ropa, para que no lo olvidemos, por si acaso.
¿Tiene algo que decir la sociedad ante esto? ¿Y los responsables políticos y del poder judicial? ¿Alguien podría imaginarse una camiseta que pusiera: “Mujer, no me denuncies que sé dónde encontrarte sola”? Un estampado en tela no mata pero expresa intenciones. Es un aviso.

miércoles, 12 de julio de 2017

TAUROMAQUIA E INFANCIA


Si hay algo que repetimos incansablemente en el mundo adulto cuando hablamos de educación, es que las niñas y los niños aprenden de nuestro ejemplo.
En las últimas décadas, desde la educación infantil hasta la secundaria no obligatoria, las instituciones educativas han tomado conciencia de su papel en la educación moral. Ya no hay nadie que no haya escuchado hablar de educación en valores, de educación moral o de inteligencia emocional. Desde la prensa, de forma continuada nos mandan mensajes para educar en positivo, fomentando la autoestima y la empatía de nuestras niñas y niños.
¿Y para qué? ¿De qué sirve la empatía? Pues básicamente para dos cosas complementarias. La primera, para ser más felices; la segunda para crear sociedades cooperativas, respetuosas de la diversidad y no violentas. O sea, sociedades más felices. Ser empáticos nos hace madurar, salir del mundo de la primera infancia donde somos el centro y descubrir que no somos los únicos seres capaces de tener sentimientos y emociones. Por eso, las personas empáticas se relacionan mejor con los demás, y eso sucede porque las personas empáticas son capaces de escuchar sin juzgar.
El Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas, que es el máximo órgano para la protección de la infancia, nos insta a preservar la natural sensibilidad infantil protegiendo a los niños y niñas de la violencia física y mental. España es uno de esos países que han firmado la Convención de los Derechos del Niño; y, sin embargo, una y otra vez nos encontramos con iniciativas que contradicen esa firma. Como estos días en la ciudad de Badajoz, donde nos anuncian un palco infantil con monitoras especializadas para explicar lo que está pasando en el ruedo a niños y niñas de 7 a 12 años. O en Coria, donde promueven “encierros didácticos” para menores de 16 años.
Desde el comité de Derechos del Niño han llamado a los países donde se permite la tauromaquia a “proteger a la infancia de la violencia física y mental de la tauromaquia”. Países como nuestro vecino Portugal, o Colombia, México, Francia y Perú han recibido comunicaciones al respecto, instando a los gobiernos de estos países a respetar esta convención y limitar la presencia y participación de menores en eventos de tauromaquia.
Presenciar violencia real hacia los animales, como una forma de entretenimiento, es deseducar la empatía y normalizar la violencia. Una sociedad emocionalmente sana no puede querer eso.
Vemos cada día cómo los valores de la violencia y la dominación nos pasan una grave factura, la violencia hacia las mujeres está enraizada en la falta de empatía, en la falta de respeto por las emociones y los sentimientos de las otras personas, que empiezan por romper nuestro vínculo con nuestras propias emociones. Considerar cosas a las otras personas, comienza por considerar cosas a los animales.
Quien me lee puede pensar que no me gusta la tauromaquia porque no fui educado en el ambiente correcto; sin embargo, yo estuve en Las Ventas cuando tenía 15 años. Y casi 50 años después aún recuerdo el olor a sangre y arena, la emoción de la gente cuando el toro era castigado, mi incomprensión al sentir la alegría de la gente a mi alrededor. Y quien me lea puede pensar que soy excepcionalmente raro, pero en realidad era un niño absolutamente normal.
Porque incluso los toreros reconocen que han llorado o se han entristecido al matar a su primer toro. El niño Michelito, que comenzó a torear muy chiquitito, cuenta que su madre tuvo que consolarlo la primera vez que mato a un becerro porque no podía dejar de llorar.
Lo normal, en cualquier persona, en cualquier niña o niño, es sentir compasión ante el sufrimiento. Silenciar esa emoción, negarla, es negarnos el derecho a crecer equilibradamente, negarnos el derecho a disfrutar de un entorno seguro y armonioso, donde sean los cuentos y no la realidad quien nos prepare para afrontar las dificultades de la vida, cuando llegue el momento.
Exponer a las niñas y a los niños a la violencia real, a la tortura y muerte en directo, es ejercer violencia psicológica sobre ellos. Les dice a las claras que la sensibilidad, el cuidado y la empatía no son valores reales de nuestra sociedad.
Decir que un torero es valiente, es mantener un esquema patriarcal de dominación de unas personas sobre otras a través de la violencia. El valor no tiene nada que ver con la dominación, ni con el maltrato, ni con sentirnos por encima de los demás. El verdadero valor es el de abrir fronteras, el valor del amor sin poseer, el valor de cuidar.
Y todo eso para “salvar” un negocio que va en declive en todo el Estado, para festejos a los que el 90% de los españoles jamás ha ido, pero se subvenciona y promociona con dinero público. Afortunadamente, el maltrato ya no es atrayente para la mayoría de nosotros, sin embargo, guardar silencio ante la manipulación que se está promoviendo hacia la infancia nos hace cómplices.