jueves, 19 de noviembre de 2015

DAESH, HIJO PUTATIVO DEL CAPITALISMO

Los atentados de París del viernes 13 han venido precedidos por atentados en Turquía, Líbano y en el avión ruso A321. Todos han sido cometidos por el Estado Islámico (Daesh o ISIS). El dolor por estos crímenes salvajes que han segado la vida de cientos de personas no nos puede hacer olvidar que veneradas “democracias” occidentales son responsables del clima social que ha generado el bárbaro horror del Estado Islámico.

No se puede entender el Daesh sin la invasión del Irak de Sadam Hussein por los EEUU en 2003 y los juegos estratégicos de los EUU contra Rusia en el Oriente Medio. La invasión de Irak con el pretexto de que el régimen de Sadam Hussein tenía “armas de destrucción masiva” –que nunca se encontraron- convirtió a Irak en una bomba social.

La coalición internacional liderada por los EEUU de George Bush y la Gran Bretaña de Tony Blair, con títeres como el líder del PP y presidente del gobierno español José María Aznar, no sólo no trajeron la tan cacareada “democracia” sino que sumieron al país mesopotámico en un caos extremo.

El régimen de Sadam Hussein se apoyaba en la rama musulmana de los suníes y estos al perder el poder se convertirán en la base humana del Estado Islámico en suelo iraquí. No obstante, el desarrollo del ISIS no sería posible sin los juegos estratégicos que los EEUU de Obama han ejecutado en el Oriente Próximo contra la Rusia de Putin.

En el contexto de la Primavera Árabe se dieron movilizaciones en la Siria de Bachar el Asad que los EEUU intentaron canalizar en su propio beneficio estratégico para derribar a este régimen que era –es-  un aliado vital de la Rusia de Putin en Oriente Medio, ya que en el puerto sirio de Tartus estaba –y está- la única base naval de la marina de guerra rusa en el Mediterráneo.

Para enfrentar al régimen de Bachar el Asad los EEUU conjuraron al Estado Islámico a través de sus aliados en la zona, Turquía, Qatar y Arabia Saudí. Van a ser los gobiernos de estos Estados los que faciliten o permitan que el Daesh se equipe con armamento bélico y vehículos que no producen sus fábricas por la sencilla razón de que no las tienen.

La venta del petróleo que está en las manos del Estado islámico –los propios medios de comunicación de masas estiman que factura 2 o 3 mil millones de dólares anuales- vale para pagar  estas importaciones de armas lo que redunda en un suculento beneficio para las industrias de guerra y las compañías petrolíferas y sus intermediarios.

Así, el juego estratégico de armar a los yihadistas del Daesh se combina con jugosos beneficios para las empresas occidentales y sus intermediarios pero, una vez más, como ya ocurrió en tiempos pretéritos con los talibanes que pasaron de combatir a la URSS armados y entrenados por los EEUU a convertirse en Al Qaeda, el conjuro de llamar a participar en su juego estratégico a los bárbaros del ISIS se le ha ido de las manos al gobierno estadounidense ya que los bárbaros se han dejado armar y ya persiguen sus propios objetivos estratégicos, un Estado propio, el Califato.

La estrategia de los EUU de Obama para sacar del Próximo Oriente a la Rusia de Putin ha sido todo un fracaso ya que Rusia ha salido reforzada en la zona por defender a Siria en la guerra y a Irán en la mesa de negociaciones.

Ahora bien, los efectos colaterales de esta estrategia fallida son los más de 220.000 muertos en la guerra de Siria, los millones de desplazados y refugiados y los atentados del Daesh.
Los muertos no le causan problemas a las democracias occidentales ya que su moralidad está a salvo de bagatelas humanistas pero los refugiados y los atentados sí. Los refugiados porque pone al desnudo la verdadera cara de la UE y de los EEUU. La Unión Europea no sólo permite que el tráfico de refugiados lo controlen mafias que obtienen beneficios a base de rebajar costes en los medios de transporte que han llevado ya a la muerte de miles de refugiados –muchos de ellos niños y mujeres- sino que, aún por encima, valla sus fronteras para canalizar el tráfico de refugiados como si estos fueran ganado.

También queda al desnudo el proceder solidario de los EEUU con los refugiados sirios ya que buena parte de los gobernadores estadounidenses no los quieren recibir en sus estados.

Por otra parte, los atentados en el propio suelo de los países de Unión Europea acrecienta la islamofobia como parte de una ola de derechización brutal nacida al calor de la crisis económica y que puede traer escenarios que desestabilicen el entramado comunitario liderado por la burguesía alemana.

Ahora, después de los atentados de París, el presidente Hollande le declara la guerra al Estado islámico y bombardea Raqqa y llama a la colaboración a Obama y a Putin. Este cambio de estrategia de Hollande, de pasar de aliado incondicional de los EEUU a pedir el entendimiento de los propios EEUU y Rusia para bombardear las posiciones del Daesh, es debido exclusivamente a la presión política que suponen los atentados en su propio país.

 No obstante, no son los bombardeos al Califato los que van a terminar con las levas del Estado islámico en la Unión Europea. Si sigue la exclusión social en la civilizada Europa con los sectores más desfavorecidos de la comunidad musulmana, vía trabajos más que precarios y desprecio cultural, no sólo no se frenará el flujo de reclutas del Daesh sino que se incrementará.

Si la UE no le da un horizonte laboral y cultural digno a la mayoría de la comunidad musulmana sus sectores más radicalizados por la exclusión social buscarán  un horizonte en el ISIS, bárbaro pero horizonte al fin y al cabo.

Así, el desarrollo del Daesh no se puede terminar de entender sin la marginación laboral y social que sufre una gran parte de la comunidad musulmana en la UE. Sin el desprecio empresarial y cultural con el que se trata a la mayoría de la comunidad musulmana no se podría comprender que de barrios de la civilizada Europa comunitaria, como es el caso de Molenbeek en Bruselas, salgan cientos de reclutas para el Estado islámico.

La guerra que ahora declara Hollande, como la que declaró en su día Bush, no es la guerra de la clase trabajadora. Nuestra guerra es contra la explotación, contra la exclusión social, contra el racismo, contra la violencia de género, contra la islamofobia porque tod@s somos la misma clase obrera, sea nativa o extranjera, cristiana, musulmana o atea.

Luchamos por un mundo donde la raza, la nacionalidad, el género y la religión no tengan la más mínima importancia, por una sociedad donde la socialización de la economía y la cultura nos catapulten a un futuro de hermandad.


Por ello, el dolor por las muertes no nos va a llevar a comer del árbol del capitalismo la fruta de la islamofobia como no comemos sus otros envenenados manjares: la explotación, la corrupción, la violencia de género, el racismo y la guerra de conquista.

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