“Como
sucedió durante el viaje a Brasil, y como viene haciéndolo desde hace cuatro
meses, el papa que encabeza esta primavera de la Iglesia no avanza con cambios
de fondo en la doctrina católica.” (Mariano De Vedia) “Es la misma iglesia de
Juan Pablo II y Benedicto XVI, sólo que tiene otro ropaje.” (Rubén Dri, ex
sacerdote del Tercer Mundo, teólogo y profesor universitario)
Hay
que reconocer que Francisco I ha tenido la capacidad de confundir a más de uno…
especialmente a los que están en la tarea de confundir al resto de la
humanidad, como es el caso de la mayor parte de los periodistas y medios del
sistema.
Pero
incluso hasta allí hay gente seria, como el “vaticanólogo” Mariano de Vedia que
citamos, que subraya el carácter profundamente conservador de esta movida: “el
papa… no avanza con cambios de fondo en la doctrina”.
Lo
que hay de nuevo, entonces, no es ese “fondo” sino la forma en que se presenta.
Por millonésima vez, lo de Il Gattopardo: “todo debe cambiar para que nada
cambie”. Y este cambio en las “formas”, como ya señalamos, está en sintonía con
la crisis de la Iglesia, por un lado, y con la presente etapa de rebeliones
juveniles y populares, que naturalmente tienen su flanco de confusión
programática… por el cual se cuela Francisco.
Analicemos
dos ejemplos de esto, quizás los que más retumbaron mundialmente como
“revolucionarios”: la exhortación a los jóvenes de que “hagan lío” y la piadosa
benevolencia hacia las personas homosexuales: "¿Quién soy yo para juzgar a
un gay?" Son como los contratos que nos presentan para estafarnos: hay que
leer cuidadosamente la “letra pequeña” antes de ponerle la firma.
¿”Hagan
lío”… ¿pero qué clase de “lío”?
"Les
pido que hagan lío": esta frase difundida mundialmente, fue la más
resonante de su discurso a los jóvenes frente a la Catedral de Rio de Janeiro.
Teniendo en cuenta que hace pocas semanas cientos de miles de jóvenes
brasileños estuvieron haciendo grandes líos, la exhortación del Papa parece
inicialmente un llamamiento a retomar la movilización: “Los jóvenes en las calles
quieren ser protagonistas del cambio. Por favor no dejen que otros sean
protagonistas del cambio…”
Si
se tratase del papa anterior, Ratzinger, con su cara de guardián de campo de
concentración estreñido, hubiese gritado: “¡No hagan lío!”… y pocos le hubiesen
hecho caso. Francisco es muchísimo más vivo: se toma del actual impulso mundial
de la juventud a “hacer líos”… para sacarlos de las protestas… y llevarlos a
“activar” por la Iglesia.
En
el resto de ése y otros discursos, si leemos con atención, aparece al final la
“letra chica”. Su “lío” consiste en que los jóvenes “salgan a evangelizar sin
miedo”, que “la Iglesia salga a las calles” pero no a protestar por nada: ¡Que
salgan a ganar fieles y recuperar la cuota perdida ante el secularismo y sobre
todo en América Latina frente a los pentecostales y evangélicos,
incomparablemente más activistas que los católicos!
Efectivamente,
el “gran giro” de Francisco es sacar a la Iglesia hacía afuera, sacudirse la
modorra burocrática y ponerse a “militar” (diríamos nosotros). ¡Para eso, sí o
sí, debe ganar jóvenes. Pero el contenido, el programa de esa militancia, no
cambia un pelo de la archi-reaccionaria doctrina católica.
¿Francisco
“gay-friendly”?
Otro
petardo que resonó mundialmente fue lo de: "¿Quién soy yo para juzgar a
los gays?" Pero aquí también hay leer cuidadosamente la “letra chica”. Nos
enteramos, entonces, que: “el problema no es tener esa tendencia (textual)… El
problema es hacer un lobby”.
¿En
estas palabras hay algún cambio de contenido de la doctrina católica? Ninguno.
Lo de la homosexualidad como “tendencia” es textualmente lo que define el
catecismo… para condenarla acto seguido como un pecado mortal si no se combate
y reprime esa supuesta “tendencia”. “Las personas homosexuales –establece el
Catecismo– están llamadas a la castidad, mediante virtudes de dominio de sí
mismo.” (Catecismo de la Iglesia Católica, "Castidad y
homosexualidad", 2357 y ss)
Al
sexo sólo tienen derecho los heterosexuales… por supuesto dentro del matrimonio
católico. Las personas homosexuales que no renuncien a su sexualidad, siguen
cometiendo el “pecado nefando”, por el cual se las asaba al espetón en los
buenos tiempos de la Iglesia. Ahora no puede hacer hogueras, pero la doctrina
se conserva tal cual.
Por
último, las declaraciones de Francisco tienen también su “letra pequeña”: las
personas homosexuales no deben hacer lobbies. ¿Y por qué no pueden agruparse,
como hacen otros sectores de la sociedad, para defender sus derechos, por
ejemplo, el matrimonio igualitario?
Bergoglio
en su momento fue su adversario rabioso y el gran organizador de la oposición.
Denunciaba que era "la pretensión destructiva del plan de Dios, la envidia
del Demonio por la que entró el pecado en el mundo.”. El papa Francisco es
menos apocalíptico, pero sólo ha cambiado la forma no el contenido. Exige que
los gays no hagan lobbies.
En
resumen, Bergoglio ha sido y es un archiconservador pero que busca expresarse
con un cierto "tono popular", como forma de recuperar legitimidad
para una institución que venía de mal en peor. La "fumata blanca" ha
sido la cortina de humo de un "cambio" que no cambia nada de fondo.
En
ese sentido, no es comparable a lo que fue en su momento la “Teología de
Liberación”. Aunque es difícil prever adónde irá a parar la crisis de la
Iglesia si la situación mundial se va radicalizando, hasta ahora no se ven
corrientes significativas en ese sentido.
La
invocación del nuevo papa a los “pobres” y los “más débiles”, no es para
ponerlos de pie para que luchen sino de rodillas para que reciban limosnas. Y
su llamados a los jóvenes no es para movilizarse ni siquiera por reformas, sino
para que sean la vanguardia de la competencia Católica con las sectas que le
están cortando la hierba bajo los pies a la Iglesia y contra la secularización
que la carcome por el otro costado.
En
eso, han sido astutos los cardenales, al designar un papa latinoamericano:
Bergoglio repite a nivel eclesiástico el repertorio teatral del político
latinoamericano populista de derecha.
Estamos
ante un “clásico” de la política latinoamericana, pero vestido con sotana. Las
lágrimas por los pobres son una cara de la moneda. La otra, es oponerse a
cualquier lucha para cambiar desde abajo las relaciones de dominación y de
propiedad.
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