jueves, 8 de agosto de 2013

LA IGLESIA BAJO EL SIGNO DEL POPULISMO CONSERVADOR


“Como sucedió durante el viaje a Brasil, y como viene haciéndolo desde hace cuatro meses, el papa que encabeza esta primavera de la Iglesia no avanza con cambios de fondo en la doctrina católica.” (Mariano De Vedia) “Es la misma iglesia de Juan Pablo II y Benedicto XVI, sólo que tiene otro ropaje.” (Rubén Dri, ex sacerdote del Tercer Mundo, teólogo y profesor universitario)
          Hay que reconocer que Francisco I ha tenido la capacidad de confundir a más de uno… especialmente a los que están en la tarea de confundir al resto de la humanidad, como es el caso de la mayor parte de los periodistas y medios del sistema.

Pero incluso hasta allí hay gente seria, como el “vaticanólogo” Mariano de Vedia que citamos, que subraya el carácter profundamente conservador de esta movida: “el papa… no avanza con cambios de fondo en la doctrina”.
Lo que hay de nuevo, entonces, no es ese “fondo” sino la forma en que se presenta. Por millonésima vez, lo de Il Gattopardo: “todo debe cambiar para que nada cambie”. Y este cambio en las “formas”, como ya señalamos, está en sintonía con la crisis de la Iglesia, por un lado, y con la presente etapa de rebeliones juveniles y populares, que naturalmente tienen su flanco de confusión programática… por el cual se cuela Francisco.
Analicemos dos ejemplos de esto, quizás los que más retumbaron mundialmente como “revolucionarios”: la exhortación a los jóvenes de que “hagan lío” y la piadosa benevolencia hacia las personas homosexuales: "¿Quién soy yo para juzgar a un gay?" Son como los contratos que nos presentan para estafarnos: hay que leer cuidadosamente la “letra pequeña” antes de ponerle la firma.
¿”Hagan lío”… ¿pero qué clase de “lío”?
"Les pido que hagan lío": esta frase difundida mundialmente, fue la más resonante de su discurso a los jóvenes frente a la Catedral de Rio de Janeiro. Teniendo en cuenta que hace pocas semanas cientos de miles de jóvenes brasileños estuvieron haciendo grandes líos, la exhortación del Papa parece inicialmente un llamamiento a retomar la movilización: “Los jóvenes en las calles quieren ser protagonistas del cambio. Por favor no dejen que otros sean protagonistas del cambio…”
Si se tratase del papa anterior, Ratzinger, con su cara de guardián de campo de concentración estreñido, hubiese gritado: “¡No hagan lío!”… y pocos le hubiesen hecho caso. Francisco es muchísimo más vivo: se toma del actual impulso mundial de la juventud a “hacer líos”… para sacarlos de las protestas… y llevarlos a “activar” por la Iglesia.
En el resto de ése y otros discursos, si leemos con atención, aparece al final la “letra chica”. Su “lío” consiste en que los jóvenes “salgan a evangelizar sin miedo”, que “la Iglesia salga a las calles” pero no a protestar por nada: ¡Que salgan a ganar fieles y recuperar la cuota perdida ante el secularismo y sobre todo en América Latina frente a los pentecostales y evangélicos, incomparablemente más activistas que los católicos!
Efectivamente, el “gran giro” de Francisco es sacar a la Iglesia hacía afuera, sacudirse la modorra burocrática y ponerse a “militar” (diríamos nosotros). ¡Para eso, sí o sí, debe ganar jóvenes. Pero el contenido, el programa de esa militancia, no cambia un pelo de la archi-reaccionaria doctrina católica.
¿Francisco “gay-friendly”?
Otro petardo que resonó mundialmente fue lo de: "¿Quién soy yo para juzgar a los gays?" Pero aquí también hay leer cuidadosamente la “letra chica”. Nos enteramos, entonces, que: “el problema no es tener esa tendencia (textual)… El problema es hacer un lobby”.
¿En estas palabras hay algún cambio de contenido de la doctrina católica? Ninguno. Lo de la homosexualidad como “tendencia” es textualmente lo que define el catecismo… para condenarla acto seguido como un pecado mortal si no se combate y reprime esa supuesta “tendencia”. “Las personas homosexuales –establece el Catecismo– están llamadas a la castidad, mediante virtudes de dominio de sí mismo.” (Catecismo de la Iglesia Católica, "Castidad y homosexualidad", 2357 y ss)
Al sexo sólo tienen derecho los heterosexuales… por supuesto dentro del matrimonio católico. Las personas homosexuales que no renuncien a su sexualidad, siguen cometiendo el “pecado nefando”, por el cual se las asaba al espetón en los buenos tiempos de la Iglesia. Ahora no puede hacer hogueras, pero la doctrina se conserva tal cual.
Por último, las declaraciones de Francisco tienen también su “letra pequeña”: las personas homosexuales no deben hacer lobbies. ¿Y por qué no pueden agruparse, como hacen otros sectores de la sociedad, para defender sus derechos, por ejemplo, el matrimonio igualitario?
Bergoglio en su momento fue su adversario rabioso y el gran organizador de la oposición. Denunciaba que era "la pretensión destructiva del plan de Dios, la envidia del Demonio por la que entró el pecado en el mundo.”. El papa Francisco es menos apocalíptico, pero sólo ha cambiado la forma no el contenido. Exige que los gays no hagan lobbies.
En resumen, Bergoglio ha sido y es un archiconservador pero que busca expresarse con un cierto "tono popular", como forma de recuperar legitimidad para una institución que venía de mal en peor. La "fumata blanca" ha sido la cortina de humo de un "cambio" que no cambia nada de fondo.
En ese sentido, no es comparable a lo que fue en su momento la “Teología de Liberación”. Aunque es difícil prever adónde irá a parar la crisis de la Iglesia si la situación mundial se va radicalizando, hasta ahora no se ven corrientes significativas en ese sentido.
La invocación del nuevo papa a los “pobres” y los “más débiles”, no es para ponerlos de pie para que luchen sino de rodillas para que reciban limosnas. Y su llamados a los jóvenes no es para movilizarse ni siquiera por reformas, sino para que sean la vanguardia de la competencia Católica con las sectas que le están cortando la hierba bajo los pies a la Iglesia y contra la secularización que la carcome por el otro costado.
En eso, han sido astutos los cardenales, al designar un papa latinoamericano: Bergoglio repite a nivel eclesiástico el repertorio teatral del político latinoamericano populista de derecha.
Estamos ante un “clásico” de la política latinoamericana, pero vestido con sotana. Las lágrimas por los pobres son una cara de la moneda. La otra, es oponerse a cualquier lucha para cambiar desde abajo las relaciones de dominación y de propiedad.

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