sábado, 23 de noviembre de 2013

EDUCACIÓN PARA LA PEDERASTIA

Un país puede permitirse tener a un zombie de presidente. A un vago de ministro de trabajo. A un hippie en la cartera de defensa. A un ludópata de responsable de economía. A un pirómano en el ministerio de medio ambiente. Aun así, el país funciona. Lo que no puede permitirse ninguna patria es tener como ministro de educación y cultura a un zafio ignorante. Por suerte, nosotros le hemos otorgado tal dignidad a nuestro bienhadado José Ignacio Wert. 

José Ignacio Wert ha salido tan listo que hasta le sobran 20.000  profesores. Ya era hora de que alguien nos cantara las verdades del barquero, pues hasta la llegada de Wert el único barquero que te decía la verdad era Caronte. 

No es la primera vez que este país está en crisis por exceso de sabiduría. Y la experiencia nos sirve ahora para adoptar medidas como la que acaba de anunciar nuestro ministro. Hay que cargarse a 20.000 educadores, que a Wert y a España le sobran. 

Ya en 1936, un exceso de cultura estaba pudriendo España, y nuestros militares, en defensa de la patria, tomaron las medidas oportunas. Con enorme educación, los soldados de Franco invitaron a miles de maestros, catedráticos, intelectuales, creadores y poetas a dar un delicioso paseo mientras los convencían de que debían reciclarse.  

Estas conversaciones dieron sus frutos, aquellos pensadores hicieron apostasía de su error y muchos de ellos optaron por el negocio de la jardinería. Aun hoy, las malvas que adornan muchas cunetas españolas son herencia de aquellos reconvertidos educadores, que comprendieron que España necesitaba sus cerebros para hacer la fotosíntesis y criar flores. Honremos su patriótica feracidad craneal. 

Los maestros actuales también deben entender que van sobrando en España, dado que uno ya siente cierto hartazgo de hablar de Schopenhauer en los campos de fútbol cada vez que echa a rodar el balón. Y es que, con tanta cultura, en España no se habla más que de Schopenhauer. 

Eso de que la cultura nos hará libres es una falacia, como lo demuestran los miles de intelectuales justamente encarcelados tanto en países fashion-liberales como en otros fascio-comunistas. La cultura es solo una disculpa que se inventan los cobardes para no ir a la guerra.

-Hijo, vente conmigo a enterrar unas bombitas de racimo en el jardín de los vecinos, que hacen ruido y tengo que airear la mala uva.

-No puedo, que estoy leyendo a Eurípides.
 

-¿El vástago de Klitonis y Mnesarco? ¡Serás maricón!

Dejaciones así las sufrimos los padres españoles a diario: la tragedia de ver a tus hijos enganchados a un libro, y por eso se hace necesario y urgente cargarse a 20.000 educadores, tirando a poco, y fomentar los valores que siempre han distinguido a nuestro país, cual son la superchería y la brutalidad. Si elimináramos de nuestra historia la superchería y la brutalidad, España casi no tendría historia. Y eso sería muy trágico. Un país sin historia es como un muerto de muerte natural. Insípido.

        ¿Por qué salir en el Lancet cuando se puede ser portada del ¡Hola!, que se lee más?

        ¿Para qué enseñar filosofía si pagan más por enseñar el culo?
 
        ¿Para qué sirven 20.000 maestros teniendo a un Wert?
 

La cultura, en España, se estaba poniendo incomodísima. De hecho, ahora mis novias jóvenes me abandonan en no menos de cuatro idiomas, y eso internacionaliza mi dolor hasta límites transfronterizos y catastróficos. Culpa de la cultura. 
 
        Y las niñas ya no quieren ser princesas, sino bioquímicas. Culpa de la cultura. ¿Adónde vamos a parar?

       Con todos los músculos de los 20.000 maestros de Wert no se construirían ni dos policías antidisturbios para proteger el Congreso. Con eso lo digo todo.

La ventaja que tenemos los fascistas, y se lo voy a confesar a usted en privado, es que la belleza es mucho más fácil de destruir que la fealdad. Pruebe usted a destrozar un AK-47 golpeándolo con el Gernika. Y pruebe la viceversa. Quizá sea verdad que la cultura nos puede hacer libres, pero estoy seguro de que la ignorancia nos hará ricos. Y esto es más importante. Ya lo estamos viendo. 

Se me acaban las ideas porque no les deja sitio mi ideología. Ahora a mi admirado Wert le queda sustituir a los 20.000 maestros por 20.000 curitas babeantes para salvar España. Y trasformar la Educación para la Ciudadanía en Educación para la Pederastia, disciplina en la que nuestra iglesia es una potencia científica mundial. ¿No querías educación sexual para tus niños, rojo de mierda? Pues toma.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

REQUIEM POR LA INESTABLE PAZ SOCIAL


Los principios éticos que inspiraron los movimientos sociales del pasado siglo, y que figuran en la memoria colectiva como un tiempo irrepetible de luces solidarias y de sombras políticas, adquieren protagonismo en esta fatigada época que nos ha tocado vivir, tan cargada de incertidumbres políticas, de tensiones sociales y de crisis económica.
La contracultura hippie podría ser implantada, sin riesgo de rechazo, en esta sociedad anatematizada por el latrocinio financiero y la especulación de los mercados, y sus reivindicaciones ser asumidas por una mayoría ciudadana cansada de saqueos, despilfarro y engaños.
A los jóvenes melenudos les preocupaba el medio ambiente, el pacifismo, la revolución sexual, la liberación femenina y la discriminación racial. ¿Quién no firmaría en la época actual todos estos principios de libro ético?
Los hippies supusieron un punto de inflexión contestataria en el devenir bélico de una sociedad que encontraba un placer intenso en la consecución de objetivos pragmáticos, asociados a la producción industrial en masa o al trabajo en cadena que, inspirados en las teorías de Keynes, serían clave para el desarrollo del estado del bienestar.
En la década de los 60, los jóvenes se rebelaron contra su adoctrinamiento social y se negaron a ser esclavos de la cultura del consumo de masas, que enriquecía a unos pocos en detrimento de una mayoría que se dejaba su salud por un exiguo salario.
El paralelismo con la época actual es evidente, de tal modo que el mundo, en su devenir pendular, parece haber vuelto al sitio desde donde partimos hace 50 años. Aunque quizás el máximo legado de aquel tiempo memorable sea la búsqueda de un mundo espiritual y el amor por la naturaleza, que tanto bien nos haría ahora, y todo sin descartar el enorme legado literario y musical de una época de autores y canciones pacifistas irrepetibles: Joplis, Pink Floyd, Hendrix, The mamas & The papas, Baez.......
 
Del tronco de la cultura hippie, surgieron otros movimientos ciudadanos emblemáticos, entre los que se encuentra el mitificado mayo del 68, cuyas coincidencias sociales y laborales con las circunstancias históricas que en este momento vive España, no pueden más que propiciar una profunda y desoladora reflexión. Como en el caso español, la mayor revuelta estudiantil y la huelga más numerosa de la historia, ocurrió después de una década de expansión económica y de desconocida prosperidad en Francia. ¿Les suena?
Como ha ocurrido aquí, aunque por factores no coincidentes en cuanto a corrupción, despilfarro y burbujas, el paro en Francia subió en poco tiempo como la espuma, en especial el juvenil, y millones de trabajadores vieron mutilados sus sueldos, desvaneciéndose para ellos la posibilidad de acceder al estado del bienestar. La precariedad laboral avanzaba y las protestas sociales eran abortadas por una policía antidisturbios que, por sus métodos expeditivos, no gozaba del aprecio ni de la indulgencia popular.
Esta era la situación en Francia, en los años previos al estallido estudiantil, pero podría estar haciendo una perfecta radiografía social y laboral de la España actual, cuyo reflejo se acentúa si le añadimos la desconfianza en las instituciones públicas, sobre todo las políticas y sindicales.
Así se llega en Paris al recordado 10 de  mayo, la mítica noche de las barricadas en el Barrio Latino, las graves revueltas y la respuesta institucional del General de Gaulle, que ordena sacar los carros blindados a las calles, al día siguiente. El resto de la historia es bien conocido.
El Mayo del 68, en Francia y en el resto del mundo, está dentro del contexto de una época en la que la balanza ideológica encontraba un punto de equilibrio entre distintas corrientes políticas, como el marxismo, el maoismo, el socialismo y el capitalismo y, en esta lucha hercúlea entre sociedades antagónicas, hasta el ciudadano más extremista podía encontrar una bandera en la que envolver sus sueños pacifistas, burgueses o revolucionarios.
Mucho ha llovido desde el festival hippie de "Woodstock", tanto que el hombre ha vuelto a perder el faro ideológico que iluminó su identidad política y que posibilitó los grandes avances sociales y la consolidación de un estado del bienestar que ahora es dinamitado por la oligarquía financiera.
 
Y otra vez, como cuando surgió en EE.UU. la contracultura hippie o explotó el mayo del 68, los ciudadanos europeos, cansados del expolio político y desengañados de la dependencia cómplice de sus desacreditadas instituciones, de nuevo buscan enarbolar una bandera o un credo ideológico cuyos principios reivindicativos y éticos den consistencia y sentido a una lucha social que se hace cada día más necesaria.
Es imprescindible contrarrestar la silenciosa e intensa involución de los derechos sociales que la élite financiera y empresarial está provocando en las clases medias y en los ciudadanos más débiles. La oligarquía trata de recoger el resultado de las exitosas prácticas globalizadoras de las últimas décadas, y de las convenidas uniones de sangre política y de mercados aduaneros.
Mientras tanto, surgen grupos dispares, heterogéneos y con reivindicaciones confusas, como el 15 M, o de estética transgresora, como los antisistema, cuyo perfil violento enlazan con los manifestantes más radicales de las huelgas salvajes de mayo del 68.
Unos y otros, parecen funcionar sin orientación ni afinidad política y sin liderazgo ideológico. Pero, sin duda, estamos otra vez ante la historia girando sobre sí misma y colocándonos frente al espejo del tiempo, confirmando que por mucho que avance la sociedad en lo económico y en lo técnico, explotadores y explotados, estamos siempre en el mismo sitio. Unos frente a otros, y con los cuchillos afilados.

viernes, 30 de agosto de 2013

BALADA TRISTE DE LOS ESCLAVOS


         Vienen de la tierra de los pastos regados con sangre de diamantes o petróleo, son los herederos de los blues melancólicos que todavía resuenan por los húmedos esteros del Mississippi y por los interminables campos de algodón de Louisiana. Vienen del otro lado del Atlántico, son descendientes de los hombres y mujeres que pescaban con las manos desnudas en el lago Titicaca y de quienes cantaban al Rey Sol en las montañas peladas de Cuzco, mientras le rendían tributo de sangre al cóndor y a la llama.
 
Vienen de raza altiva, la de quienes entregaron entre lágrimas las llaves de sus mejores recuerdos y se fueron cargados de nostalgia de las fértiles huertas de rosas y naranjos que bañaban las limpias aguas del Darro, en la Andalucía almohade, hace poco más de siete siglos.
Las cosas apenas han cambiado, desde entonces, para los hombres que fueron esclavos del egoísmo del amo blanco en las plantaciones de algodón, o de los crueles conquistadores de conciencias y riquezas ajenas en una América de selvas e indígenas. Hace unos siglos, a los mandingas los atrapaban con redes en las orillas de las interminables playas del Senegal, los encadenaban por el cuello y los metían en las bodegas de un barco negrero para venderlos como esclavos, en subasta pública, al mejor postor.
Hoy, viven igualmente hacinados y con frecuencia se vulneran sus derechos más elementales. La diferencia más evidente es que, encima, se tienen que pagar ellos el viaje  suicida al falso paraíso occidental.
El mundo ha evolucionado mucho en las formas, pero el fondo permanece inalterable como un estanque  helado. Persiste el derecho a la explotación del débil, de quienes no tienen los recursos necesarios o no saben usar las herramientas legales para defenderse. Están atados al duro remo de la galera laboral con grilletes de egoísmo, que es el sentimiento más generalizado entre la clase dominante, justo el que permite que en el mundo siga existiendo el hambre, la miseria, las enfermedades infecciosas y las guerras de exterminio.

En la última década, a España han llegado muchos más inmigrantes de los que este País puede integrar  sin traumas laborales. Pero de eso nadie quiere debatir, es políticamente incorrecto hacerlo. Llegaron no por un efecto llamada, sino por un efecto huida de las míseras condiciones de vida que existían y que existen en sus países de origen. Se la jugaron en una ruta suicida en la que muchos encontraron el sufrimiento y la muerte.
Es probable que hoy haya en España siete millones de emigrantes que rebuscan, entre los excedentes del sistema, pan, trabajo y libertad. Es una pugna extrema entre pobres extranjeros y nacionales que no tienen  otro recurso que sus manos. Los desheredados del mundo y los desheredados de aquí unidos por una misma desgracia fatal: la falta de trabajo.
Los poderes públicos han creado una situación de tremenda y explosiva fragilidad, en la que estallidos xenófobos, propiciados por el hambre, pueden aparecer en cualquier momento. La inmigración masiva no fue una necesidad del sistema productivo español en un momento determinado, sino que vino propiciada por la expansión de las multinacionales españolas a países de Sudamérica y de África. Era cuestión de equilibrio de balanzas de pago y de atar con intereses recíprocos lo que en realidad era el negocio de unos pocos miles de accionistas.

En España siempre ha habido un 12% de paro estructural. O lo que es lo mismo, una fuerza pasiva de más de dos millones de personas, sin cualificación profesional, que andaban a salto de mata, viviendo del turismo en verano y de las cosechas cíclicas en el sector agrario.
Ahora hay un excedente multitudinario en todos los sectores, para mayor gloria empresarial, que no sólo puede elegir a los trabajadores, sino reducir los salarios a conveniencia a quienes no tienen más remedio que aceptar estas ofertas a la baja. Eso sin tener en cuenta lo que supone integrar en el sistema sanitario, educativo y de prestaciones no contributivas a siete millones de personas.
Una verdadera debacle económica de la que nadie habla ni escribe por hipócrita conveniencia, o por temor a ser tachados de xenófobos. Todo esto ha sido propiciado por los dos partidos políticos dominantes, Partido Popular y PSOE., dos lastres para nuestro sistema democrático, que hace agua por todos sitios por culpa de las decisiones irresponsables de sus representantes políticos.

jueves, 8 de agosto de 2013

LA IGLESIA BAJO EL SIGNO DEL POPULISMO CONSERVADOR


“Como sucedió durante el viaje a Brasil, y como viene haciéndolo desde hace cuatro meses, el papa que encabeza esta primavera de la Iglesia no avanza con cambios de fondo en la doctrina católica.” (Mariano De Vedia) “Es la misma iglesia de Juan Pablo II y Benedicto XVI, sólo que tiene otro ropaje.” (Rubén Dri, ex sacerdote del Tercer Mundo, teólogo y profesor universitario)
          Hay que reconocer que Francisco I ha tenido la capacidad de confundir a más de uno… especialmente a los que están en la tarea de confundir al resto de la humanidad, como es el caso de la mayor parte de los periodistas y medios del sistema.

Pero incluso hasta allí hay gente seria, como el “vaticanólogo” Mariano de Vedia que citamos, que subraya el carácter profundamente conservador de esta movida: “el papa… no avanza con cambios de fondo en la doctrina”.
Lo que hay de nuevo, entonces, no es ese “fondo” sino la forma en que se presenta. Por millonésima vez, lo de Il Gattopardo: “todo debe cambiar para que nada cambie”. Y este cambio en las “formas”, como ya señalamos, está en sintonía con la crisis de la Iglesia, por un lado, y con la presente etapa de rebeliones juveniles y populares, que naturalmente tienen su flanco de confusión programática… por el cual se cuela Francisco.
Analicemos dos ejemplos de esto, quizás los que más retumbaron mundialmente como “revolucionarios”: la exhortación a los jóvenes de que “hagan lío” y la piadosa benevolencia hacia las personas homosexuales: "¿Quién soy yo para juzgar a un gay?" Son como los contratos que nos presentan para estafarnos: hay que leer cuidadosamente la “letra pequeña” antes de ponerle la firma.
¿”Hagan lío”… ¿pero qué clase de “lío”?
"Les pido que hagan lío": esta frase difundida mundialmente, fue la más resonante de su discurso a los jóvenes frente a la Catedral de Rio de Janeiro. Teniendo en cuenta que hace pocas semanas cientos de miles de jóvenes brasileños estuvieron haciendo grandes líos, la exhortación del Papa parece inicialmente un llamamiento a retomar la movilización: “Los jóvenes en las calles quieren ser protagonistas del cambio. Por favor no dejen que otros sean protagonistas del cambio…”
Si se tratase del papa anterior, Ratzinger, con su cara de guardián de campo de concentración estreñido, hubiese gritado: “¡No hagan lío!”… y pocos le hubiesen hecho caso. Francisco es muchísimo más vivo: se toma del actual impulso mundial de la juventud a “hacer líos”… para sacarlos de las protestas… y llevarlos a “activar” por la Iglesia.
En el resto de ése y otros discursos, si leemos con atención, aparece al final la “letra chica”. Su “lío” consiste en que los jóvenes “salgan a evangelizar sin miedo”, que “la Iglesia salga a las calles” pero no a protestar por nada: ¡Que salgan a ganar fieles y recuperar la cuota perdida ante el secularismo y sobre todo en América Latina frente a los pentecostales y evangélicos, incomparablemente más activistas que los católicos!
Efectivamente, el “gran giro” de Francisco es sacar a la Iglesia hacía afuera, sacudirse la modorra burocrática y ponerse a “militar” (diríamos nosotros). ¡Para eso, sí o sí, debe ganar jóvenes. Pero el contenido, el programa de esa militancia, no cambia un pelo de la archi-reaccionaria doctrina católica.
¿Francisco “gay-friendly”?
Otro petardo que resonó mundialmente fue lo de: "¿Quién soy yo para juzgar a los gays?" Pero aquí también hay leer cuidadosamente la “letra chica”. Nos enteramos, entonces, que: “el problema no es tener esa tendencia (textual)… El problema es hacer un lobby”.
¿En estas palabras hay algún cambio de contenido de la doctrina católica? Ninguno. Lo de la homosexualidad como “tendencia” es textualmente lo que define el catecismo… para condenarla acto seguido como un pecado mortal si no se combate y reprime esa supuesta “tendencia”. “Las personas homosexuales –establece el Catecismo– están llamadas a la castidad, mediante virtudes de dominio de sí mismo.” (Catecismo de la Iglesia Católica, "Castidad y homosexualidad", 2357 y ss)
Al sexo sólo tienen derecho los heterosexuales… por supuesto dentro del matrimonio católico. Las personas homosexuales que no renuncien a su sexualidad, siguen cometiendo el “pecado nefando”, por el cual se las asaba al espetón en los buenos tiempos de la Iglesia. Ahora no puede hacer hogueras, pero la doctrina se conserva tal cual.
Por último, las declaraciones de Francisco tienen también su “letra pequeña”: las personas homosexuales no deben hacer lobbies. ¿Y por qué no pueden agruparse, como hacen otros sectores de la sociedad, para defender sus derechos, por ejemplo, el matrimonio igualitario?
Bergoglio en su momento fue su adversario rabioso y el gran organizador de la oposición. Denunciaba que era "la pretensión destructiva del plan de Dios, la envidia del Demonio por la que entró el pecado en el mundo.”. El papa Francisco es menos apocalíptico, pero sólo ha cambiado la forma no el contenido. Exige que los gays no hagan lobbies.
En resumen, Bergoglio ha sido y es un archiconservador pero que busca expresarse con un cierto "tono popular", como forma de recuperar legitimidad para una institución que venía de mal en peor. La "fumata blanca" ha sido la cortina de humo de un "cambio" que no cambia nada de fondo.
En ese sentido, no es comparable a lo que fue en su momento la “Teología de Liberación”. Aunque es difícil prever adónde irá a parar la crisis de la Iglesia si la situación mundial se va radicalizando, hasta ahora no se ven corrientes significativas en ese sentido.
La invocación del nuevo papa a los “pobres” y los “más débiles”, no es para ponerlos de pie para que luchen sino de rodillas para que reciban limosnas. Y su llamados a los jóvenes no es para movilizarse ni siquiera por reformas, sino para que sean la vanguardia de la competencia Católica con las sectas que le están cortando la hierba bajo los pies a la Iglesia y contra la secularización que la carcome por el otro costado.
En eso, han sido astutos los cardenales, al designar un papa latinoamericano: Bergoglio repite a nivel eclesiástico el repertorio teatral del político latinoamericano populista de derecha.
Estamos ante un “clásico” de la política latinoamericana, pero vestido con sotana. Las lágrimas por los pobres son una cara de la moneda. La otra, es oponerse a cualquier lucha para cambiar desde abajo las relaciones de dominación y de propiedad.

viernes, 5 de julio de 2013

LA VERDADERA HISTORIA DE LA CRISIS

Dios creó el mundo… y pensó que era bueno, porque el obrero era feliz yendo a trabajar en alpargatas. Laborando cual abejilla, para que los ricos se comieran la miel.

Pero el obrero, que tenía el corazón perverso, y la mirada sucia, en lugar de agradecer con reverencias a los ricachones que le dieran una vida feliz trabajando para ellos, se reveló y quiso comer también la rica miel. Y cometió el pecado original.

Los ricachones, viendo que el obrero pecaba, que los hijos de los trabajadores estudiaban con los suyos, que querían rivalizar con ellos, traspasando las leyes no escritas de la decencia y la moral... ¡Montaron en cólera! Decidiendo terminar de una vez por todas con su maldad, tramaron un elaborado plan para que el obrero no tuviera más remedio que volver al redil amansado y CREARON SIETE PLAGAS DE PODER INIGUALABLE.

A la primera de ellas le pusieron el nombre de “HIPOTECA”. Y animaron a todos los trabajadores a comprar pisos y coches y blackberrys y más pisos y más coches...

Mientras, se frotaban las manos esperando el momento idóneo, vendiendo productos bancarios como las participaciones preferentes o las hipotecas sin límite de subida de intereses, pero con suelo en el caso de bajada de estos. La ley del embudo, lo ancho para ellos y lo estrecho para los ciudadanos a quienes nadie protegía. Confiados ciudadanos que pensaban que el director de la sucursal de su barrio era un amigo y no un esbirro de la empresa para la que trabaja, que muchas veces no sabe ni lo que está vendiendo o aconsejando y solo se guía por la comisión que le dan por adjudicar determinado producto.

En medio de toda la vorágine económica generada gracias a la primera plaga, decidieron enviar la segunda. “CORRUPCIÓN” la llamaron y por todo el país se extendió como epidemia incontrolada y empezaron a aparecer políticos corruptos e ineptos que construían aeropuertos sin pasajeros, auditorios sin oyentes, macro bibliotecas, estaciones de ave sin trenes y todo tipo de construcciones inútiles de las que poder trincar suculentas comisiones.

Entonces cuando ya tenían al obrero en la trampa, con la ayuda de opulentos banqueros de ambición insaciable y ansiosos empresarios de pacotilla, porque los de verdad valoran lo que es trabajar, decidieron soltar la tercera plaga, y quisieron nombrarla “CRISIS”.

Y empezamos a oír hablar de la prima de riesgo, hipotecas subprime, deuda pública, rescates a países, test de estrés bancario y otro montón de palabrejas, que a los simples trabajadores nos sonaban muy lejanas en nuestro mundo casi perfecto.

Pero un buen día, cuando el obrero pecador estuvo bien pillado de los güevos, y solo entonces, cuando ya no podíamos pagar, ni vender, ni alquilar, ni trabajar siquiera, los ricachos pusieron en funcionamiento la cuarta plaga “EMBARGO”.
Ahora tocaba devolver todo lo que nos habían prestado, eso sí, multiplicado por mil. Como no puedes pagar tu piso, te lo quito, lo revendo y lo vuelvo a hipotecar, pero lejos de saldar tu deuda, te obligo a seguir pagando al tiempo que cobro al nuevo pringao otros cincuenta años por el mismo bien. Otro negocio niquelao.

El gobierno se debilita, se acogota, se desconcierta. Ya lo tienen donde querían. Es el momento de apretar un poco más. Soltemos la quinta plaga piensan.

“CONTROL DEL DÉFICIT PÚBLICO” hay que poner techo al gasto, modificar la constitución, reducir las inversiones públicas. El gobierno mira a Grecia y Portugal de reojo y cede como un pardillo. Se acabó la soberanía nacional. Y pasó a la primera reforma laboral. La Merkel se desternilla viva de la risa.

Se necesita liquidez en los bancos dicen, para que fluya el crédito y por tanto empiezan a través del banco central europeo, que pagamos entre todos, a prestar dinero a los bancos a un interés del 1.5%, pero el crédito no fluye, se queda retenido en las garras de los banqueros, porque es más rentable para los bancos invertir en deuda pública que te devuelve el 5% de interés y no se corre el riesgo de prestar a las empresas y que no te devuelvan el dinero. El negocio es redondo 3.5% de beneficio limpio. El gobierno vampiro de los ricos, recauda el dinero de los ciudadanos, les chupa la sangre sin escrúpulo alguno, se lo da al banco central y este se lo presta a los bancos para que hagan negocio con él.

Se recurre a la sexta plaga: “RECORTES”. Se tritura a los empleados públicos, se machaca a los trabajadores, mientras los directivos bancarios y los políticos se hinchan a comisiones millonarias. Y miles de millones se defraudan a la hacienda pública sin que nadie se atreva a hacer una ley de verdad para evitarlo.

Comienza el merme y el hurgue, el saqueo de derechos a la clase media española. La ley de agilización de la justicia, que convierte a ésta en un lujo solo al alcance de los ricos. Los recortes en ley de dependencia, la moderación salarial mientras todos los bienes de primera necesidad se incrementan.

“PARO” séptima plaga. Lo que antes era malo, después de la primera reforma laboral se vuelve trágico. Esta plaga llega sola. Generada por la inutilidad de algunos políticos a los que hemos pagado ingentes cantidades de dinero para gestionar nuestros impuestos y protegernos y en lugar de cumplir con su trabajo, se han convertido en la nueva aristocracia, marqueses, condes y duques tan lesivos para el obrero, como lo fueran antes de la revolución francesa sus predecesores en privilegios y prebendas.

Y cuando ya el obrero se desangra por el suelo acosado por el paro, los ricachos, Europa, los políticos ineptos, los recortes, el déficit público... y está ya medio muerto. En ese instante, solo en ese preciso momento, en España…

DIOS VA Y NOS ENVÍA A RAJOY, SU ÁNGEL EXTERMINADOR, LA IRA DE DIOS.
          Nos lo envía a los trabajadores porque habíamos pecado mucho al parecer y albañiles, fontaneros, vendedores y representantes que conducían Audis y Mercedes y tenían Chalets como los de los ricos. Y eso no era bueno debió pensar dios por el tema de que es más difícil que un rico entre en el cielo a que un camello pase por el agujero de una aguja. Pero ¡coño! ¡qué necesidad tenemos todos de ir al cielo!. Digo yo, nos podía haber dejado como estábamos y "ca uno" que eligiera.

Rajoy, "El Exterminador", llegó con su espada flameante y dio un plazo a los sindicatos para que negociaran y llegaran a un acuerdo con la patronal, pensando que estos no iban a entenderse ni de coña.

Pero estos solo por tocarle los co….. fueron y llegaron a un acuerdo. A pesar de los exaltados que quieren mandar a los parados a Laponia a por trabajo y cuya mejor receta contra la crisis es que trabajemos con los sueldos de los chinos. Aunque imagino que no habrán caído en que entonces no podremos consumir como europeos y tendremos que abastecernos en los comercios de los trabajadores asiáticos a los que tanto parecen admirar y ellos no van a vender ni un rosco.

Y pensó Rajoy... "Me han jodido la excusa de decir que hago una reforma laboral salvaje porque patronal y sindicatos no llegan a acuerdos. No ha colao. Esto no es suficiente, los trabajadores han pecado mucho y se merecen un castigo ejemplar ¡como dios manda!"

PORQUE ES JUSTO Y NECESARIO...

Y CUAL DILUVIO UNIVERSAL,

SOLTÓ LA SEGUNDA REFORMA LABORAL,

LA DEL PARTIDO POPULAR,

EL PARTIDO DE LOS TRABAJADORES,

SEGÚN LA COSPEDAL.

Y tanto Rajoy reformó que hasta a los empresarios asustó. Organiza por vez primera el despido a los empleados públicos laborales, poniendo en manos del mismo político que ha arruinado la Administración Pública, la solución a su mala gestión para aligerar las cuentas sacrificando las plantillas. Contratos con periodo de prueba de 365 días, despidos por ponerse enfermo y faltar al trabajo 9 días, rebaja las indemnizaciones, autoriza bajadas de sueldo, movilidad funcional, geográfica, cambios de horarios, jornadas y todo lo que el empresario quiera.

EL APOCALIPSIS CONTRA LOS TRABAJADORES. UNA REFORMA LABORAL INUTIL, porque solo favorece a los empresarios especuladores, ya que los empresarios honrados no quieren despedir trabajadores, quieren trabajo y créditos para poder mantener a los que tienen y conservar la empresa que tanto esfuerzo los ha costado crear.

INJUSTA porque se ceba en los de siempre, en los trabajadores.

INNECESARIA porque ya se había hecho una reforma el año anterior que solo generó más paro y se había firmado ya un acuerdo entre patronal y sindicatos que no se ha respetado.

Más en viendo que los sindicatos una huelga general pensaban convocar, Rajoy, El Exterminador, no paraba de quejarse "¿acaso ni los cien días me vais a dar malandrines?". "Mire uste, decían los sindicatos..."

ESTE ES EL FUTURO QUE NOS AGUARDA: más paro, más recortes -> menos consumo, menos consumo -> menos ingresos de impuestos, menos ingresos de impuestos -> más recortes, más recortes -> más parados, mas parados -> menos consumo... y vuelta a empezar.

¿QUE VA A PASAR? No hay suficientes recursos para todos. ¿Qué plantea el gobierno del PP?. La ley de la evolución de las especies: Los fuertes sobreviven, los débiles se extinguen. La clase media española ha sido sentenciada.

El que pueda pagar por la sanidad, será sanado, el que pueda pagar por la educación, será educado. El que tenga dinero tendrá justicia, seguridad, vivienda, lujo; en definitiva calidad de vida estupenda.

Los que no podamos pagar, vamos a comer chinas del rio y nos vamos a calentar haciendo astillas. Nos van a volver a subir el IVA. Y todos los impuestos, tasas y demás. Copago sanitario, nuestros hijos no van a poder ir a la universidad, los salarios de mil euros van a ser los más altos del mercado laboral, porque el resto de trabajadores se pretende que cobren poco más del salario mínimo interprofesional.

Vamos a volver al siglo XIX.

POR PRIMERA VEZ EN DÉCADAS, NUESTROS HIJOS VAN A HEREDAR UNA SOCIEDAD MUCHO PEOR DE LA QUE NOSOTROS HEREDAMOS DE NUESTROS PADRES. VAN A TENER MUCHOS MENOS DERECHOS LABORALES Y SOCIALES.

ESTA ES LA HERENCIA QUE LES VAMOS A DEJAR SI NO LUCHAMOS Y NOS DEFENDEMOS DE ESTA POLÍTICA Y DE ESTA MENTIRA QUE NOS ESTÁN HACIENDO CREER. EL PROBLEMA DE FONDO NO ES LA CRISIS ECONÓMICA. EL PROBLEMA DE FONDO ES UNA LUCHA DE LOS RICOS POR DESHACERSE DE LA CLASE MEDIA QUE EMPEZABA A SERLES TREMENDAMENTE MOLESTA.

jueves, 27 de junio de 2013

SOBRE LA RESPONSABILIDAD POR LA INJUSTICIA

Hace poco tiempo, el cardenal Bergoglio, ya elegido Papa Francisco, decía que le gustaría una iglesia católica para los pobres. No es una frase nueva en la tradición católica, ni tampoco en otras tradiciones confesionales, políticas y éticas. Aunque pareciera que este lenguaje había pasado de moda.

Las primeras entrevistas a personas que conocían al cardenal argentino hablaban de sus obras de caridad, de sus visitas a los suburbios, de su opción por los pobres… Quienes se han tomado alguna vez en serio esta cuestión político-práctica que son las desigualdades, y, en concreto, las estructuras que generan desigualdades, saben que una cosa son las palabras, o los gestos (por importantes que sean), y otra los fundamentos de estas palabras y las implicaciones que se está dispuesto a aceptar al llevar a la práctica las palabras. Para que se entienda: hay quien ha sido asesinado, torturado, vejado… por comprometerse en lucha contra las causas flagrantes de las desigualdades y de sus consecuencias sobre las personas.

La pregunta importante es qué significa “la opción por los pobres”. Distintas alternativas políticas, morales y teológicas coinciden en las palabras, pero no en lo que quieren decir con ellas y en las transformaciones que aceptarían como deseables. No se ha de olvidar que dentro de la tradición católica la teología de la liberación ha tenido como prioridad fundamental la opción por los pobres. Opción compartida en parte por movimientos sociales y políticos que plantean como prioridad poner remedio a las desigualdades económicas.

Sin embargo, la teología de la liberación (es decir, sus fundamentos y sus implicaciones prácticas) ha sido intensamente rechazada por buena parte de la jerarquía católica y por los sectores más conservadores. Pero estos sectores conservadores también han rechazado, cuando no perseguido y asesinado, a otra gente que sin saber si se guiaban por teologías, ideales políticos o por pura vergüenza ante la injusticia, denunciaban los abusos y se posicionaban contra ellos.

Como decía, la frase “la opción por los pobres” puede significar cosas muy distintas. Para unos, la “opción por los pobres” convertida en campaña publicitaria se asemeja al eslogan “ponga un pobre en su mesa” que Berlanga retrató en Plácido. Como recordarán, la película satiriza esta concepción y práctica de la beneficencia: el pobre sería un presente en la mesa de los privilegiados. Como buen pobre, no se le permitiría protestar, enojarse, rebelarse o proponer y buscar estructuras sociales, políticas y económicas más equitativas. En este modelo, el pobre ha de ser un pobre sumisamente agradecido: un buen pobre.
Para otros, la beneficencia es una opción deseable ya que estimula la generosidad de los particulares. Este modelo está en auge. La destrucción de los sistemas de protección social, el debilitamiento del contenido social de las fuerzas políticas de izquierdas asentadas en las estructuras formales y la expansión de la ideología que se resume en el “que cada palo aguante su vela”, han contribuido al auge de una beneficencia conservadora.

Esta beneficencia se caracteriza por preservar las desigualdades y, por ello, los privilegios existentes. Es lo contrario a tomarse en serio los contenidos sociales y democráticos del estado y las condiciones de materialización de los mismos. La beneficencia es esencialmente anti-igualitaria, atenta en muchas ocasiones contra la dignidad de la persona que ha sido colocada en situación de pobreza y es perfectamente compatible con estructuras económicas, políticas y jurídicas generadoras de desigualdades.

La “opción por los pobres” puede significar esto: proteger el modelo y sus injusticas, pero buscar paliativos que en las situaciones extremas eviten el desagradable espectáculo de la pobreza de solemnidad. En este modelo se extiende un discurso de los valores que bajo la expresión “faltan valores” omite que los valores se entroncan con las estructuras económicas e ideológicas.

Este uso de la noción de los valores, no se plantea políticamente que estos tienen una relación simbiótica con las estructuras económicas y materiales que condicionan la vida de la gente.

Cuando se plantea en serio la cuestión de responsabilidad personal y colectiva en relación a las desigualdades, hay que plantear, como señalaba con fuerza Thomas Merton hace ya bastante tiempo (monje trapense fallecido en 1968): “No basta con una ética de las buenas intenciones subjetivas. Esta ética ha sido juzgada y hallada en falta. ¡Tenemos que volver a enfocar la mirada hacia los resultados objetivos de nuestras decisiones!”, (En Conjeturas de un espectador culpable, Sal Terrae, 2011).

La responsabilidad personal, en ocasiones pensada y vivida como compromiso, no debería desligarse de la proyección de la acción política colectiva. Desde hace unos años, potentados como Bill Gates y Warren Buffet, dos de las mayores fortunas del mundo, impulsan el proyecto Giving Pledge. Con esta iniciativa se pretende que personas y familias multimillonarias destinen una parte de su fortuna a acciones filantrópicas, siendo posible hacer la donación en vida o al morir.

Esta iniciativa no dejaría de ser una anécdota si no fuera porque, tal como yo lo veo, abunda en la tendencia señalada: diluir y disimular el carácter político de las estructuras económicas, jurídicas y sociales que generan pobreza. Ideas como el Giving Pledge, ¿van a estar acompañadas por la exigencia a estas personas y familias de rechazar aquellos beneficios que provengan de la explotación de los trabajadores, de la destrucción del medio ambiente, de la vulneración de los estándares de los derechos humanos a nivel internacional, de la comercialización de armamento, de la evasión fiscal mediante actuaciones de ingeniería financiera o de la especulación financiera?

Iris Marion Young murió antes de poder acabar su último libro: La responsabilidad por la justicia (Morata, 2011). Una amiga suya lo preparó para la edición. Young se planteó en este libro una pregunta clásica que ha recuperado su actualidad: ¿Cómo deberíamos pensar sobre nuestra propia responsabilidad en relación a la injusticia social? Young explica cómo desde los años 80 del siglo pasado se extendió la idea según la cual las causas de la pobreza había que buscarlas básicamente en la irresponsabilidad de los pobres. Young contradijo en profundidad esta teoría y llegó a conclusiones que son aplicables al momento actual:

-  Se ha instaurado una “irresponsabilidad privilegiada sistémica” que perjudica a millones de personas (por ejemplo, personas con poder en las grandes instituciones toman decisiones que afectan a millones de personas). La irresponsabilidad de unos se legaliza y determinadas instancias quedan desresponsabilizadas, mientras se tacha de irresponsables a los que quedan marginalizados.

-  Hemos perdido la convicción de que los problemas y desventajas sociales se pueden mejorar a través de la acción colectiva. Cuanto menos confianza tenemos en nuestro propio compromiso político y democrático, más exigimos a los demás.

          El sistema capitalista global produce injusticias estructurales de privación material de millones de personas con insuficientes o ningún medio de subsistencia, y somete a la mayor parte de estas personas a la dominación a través de la coacción económica: “Por cada injusticia estructural hay un alineamiento de entidades poderosas cuyos intereses están servidos por esas estructuras”.

En un momento en que se incrementan las desigualdades, la beneficencia no es la solución ya que conserva e incrementa las desigualdades, no les pone remedio. El compromiso personal ha de verse conjugado con la responsabilidad colectiva a favor de estructuras que favorezcan la igualdad entre las personas, sin que esto suponga la anulación de la responsabilidad personal por la propia vida

lunes, 17 de junio de 2013

LA GANGRENA DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA


La proliferación de escándalos en toda España, de casos de corrupción en empresas e instituciones, el descarado saqueo de entidades financieras como las cajas de ahorro, y de prácticas delictivas en los bancos, el espectáculo de la compra de la voluntad de diputados y concejales para conseguir leyes adecuadas para negocios turbios o para favorecer a grandes compañías, mientras los gobiernos imponen la austeridad forzosa, recortan derechos democráticos y ciudadanos, bajan salarios, y roban impunemente una parte de los sueldos de los funcionarios públicos, ponen de manifiesto que la situación en España ha alcanzado un punto crítico, hasta el extremo de que todas las instituciones del país amenazan quiebra. En una atmósfera de fin de época, el cinismo y la desvergüenza parecen haberse apoderado del país.

Sin embargo, la corrupción no es general: de hecho, la gran mayoría de los ciudadanos del país trabajan (si pueden), pagan sus impuestos, y contribuyen con su esfuerzo al sostenimiento de las estructuras sociales. Pero, buena parte de las élites sociales viven en un ambiente propicio a la picaresca, a la proliferación de cohechos, malversaciones, fraudes y evasiones de impuestos.

Viven en la exigencia de demandas particulares orientadas a favorecer sus negocios, al impulso de operaciones turbias, al aprovechamiento de los recursos públicos para enriquecimiento de unos pocos.

En los últimos años, la corrupción ha alcanzado a todas las instituciones, y el pasmo llega a Iñaki Urdangarín y a la monarquía, incluso al propio Juan Carlos de Borbón, mientras aparecen ministros bajo sospecha, añadidos a consejeros de autonomías, alcaldes, responsables de diputaciones, concejales, presidentes y consejeros de cajas de ahorro, bancos y empresas, en una ominosa sucesión de personajes que han aparecido vinculados a la vergonzosa lacra de la corrupción.

Los empresarios, con casos sonados como el del ex presidente de la CEOE, Díaz Ferrán, y el vicepresidente, Arturo Fernández, entre otros muchos; los negocios de dirigentes del PP, y de empresas que financiaron al partido de Rajoy, como ha puesto de manifiesto el “caso Bárcenas”, por no hablar de los escándalos de Valencia, Baleares y Madrid, todos ellos relacionados.

Pero también el PSOE está bajo sospecha, desde el ayuntamiento de Sabadell al “caso Pretoria”, y los ERE andaluces, y, en Cataluña, Convergència i Unió, donde la sombra de la corrupción convergente llevó al ex presidente Maragall, hace varios años, a acusar a Artur Mas del “problema del 3 %”, o las presuntas comisiones cobradas a muchas empresas por Convergència. Las vergüenzas proliferan: el “caso Palau”; la actuación del diputado convergente, Xavier Crespo, amigo de la mafia rusa; los pagos de Ferrovial, la sombra de las comisiones ocultas sobre la Ciudad de la Justícia y la línea 9 del metro, entre tantos otros escándalos menores, además de los episodios de espionaje político que afectan al PSC, PP y CiU, muestran la extensión de la gangrena.

Rajoy y el Partido Popular pretenden obviar esa evidencia de la corrupción rampante por el procedimiento de insistir en que la prioridad de su gobierno es afrontar la crisis económica, como si no fuera posible hacerlo y, al mismo tiempo, perseguir con dureza la corrupción.

Es la actitud de muchos responsables políticos, aunque no por ello dejan de simular preocupación: en Cataluña, Artur Mas y su gobierno presentaron un documento, en febrero, sobre “propuestas y reflexiones” para la “transparencia y regeneración democràtica”. Mas, responsable de un partido con numerosos (y presuntos, sí) responsables corruptos, propuso la creación de una comisión anticorrupción, iniciativa que llevó a un diputado catalán a definir con precisión su gesto: “Es como si la Camorra propusiera un pacto antimafia”.

Mientras todo eso ocurre, la pobreza aumenta en España, incluso entre las personas que disponen de trabajo, y las rebajas de salarios se han convertido en una moneda común entre los empresarios, de manera que junto al sacrificio de la población una legión de corruptos exprime y roba los recursos del país.
Esa corte de pícaros, comisionistas, empresarios sin escrúpulos, abogados que viven en el margen de la ley, cabilderos que median entre empresas y administración, políticos sin dignidad, son uno de los principales problemas del país, y aunque el capitalismo y la obsesión por el dinero fácil son los grandes corruptores, y la corrupción prospera de la mano de la derecha, esa evidencia no excluye que el olor nauseabundo de la corrupción haya alcanzado a algunos sectores de la izquierda, mostrando, una vez más, que la ideología y la ética siguen en ocasiones caminos divergentes.

Los males de la sociedad española son evidentes: unos partidos políticos poco democráticos en sus estructuras internas, convertidos en gremios de cargos públicos y en agencias de empleo en la administración para sus miembros más destacados: el PP, el PSOE, Convergència i Unió, son claros ejemplos de ello; una creciente, y peligrosa, desafección democrática entre los ciudadanos, que dificulta la acumulación de energía para impulsar el cambio social, la connivencia con los malos usos de la corrupción y del clientelismo; una administración pública poco eficiente que permite la arbitrariedad y el abuso cometidos por las élites políticas, en alcaldías y ministerios, pasando por los gobiernos autonómicos, las empresas públicas y los organismos dependientes de la administración; y, en fin, una arquitectura democrática, fruto de la transición política tras el final del franquismo, que exige a gritos una regeneración… que sólo puede llegar de la mano de una república honesta.

La honradez, la transparencia en acuerdos y contratos en la administración pública y entre las empresas, la lucha activa contra la corrupción, la responsabilidad en el ejercicio de los cargos públicos, el control de las actividades y de las decisiones del gobierno, de los partidos políticos, sindicatos y empresas, junto a la persecución del fraude fiscal, al control bancario de los ingresos, han de ser la base de cualquier sistema democrático.

 Porque la corrupción gangrena la sociedad, siembra el veneno de la decepción y la indiferencia, destruye la conciencia democrática de los ciudadanos, corroe las convicciones éticas de la sociedad, y contribuye a configurar ciudadanos descreídos y cínicos, ajenos a la honestidad y a las buenas prácticas.

Los corruptos siempre aluden a que la corrupción es un mal presente en todas las sociedades y en todas las épocas, e incluso algunos medios neoliberales llegan a postular la idea de que puede ser beneficiosa para el desarrollo económico de los países, puesto que, hipotéticamente, genera movimiento económico y social.

Es el argumento de los cínicos, de los desencantados y de los cómplices. Si la izquierda no hace de la honradez y de la ética, los principios rectores de su actuación, no sirve para nada. No es nada nuevo: eso, y las tentaciones del poder, era conocido ya a principios del siglo XX, cuando los veteranos del movimiento obrero vasco decían que en las instituciones había que poner a los miembros más honrados… y vigilarlos como si fueran ladrones.

miércoles, 5 de junio de 2013

HISTORIA DE UN DESPROPÓSITO


      EL MUNDO en su devenir pendular nos ofrece, en estos días, una perspectiva que es casi una foto fija en la historia de España: La eterna lucha entre la élite empresarial o financiera y quienes no tienen otro capital que las rentas de trabajo.

En el fondo, no se trata sólo de una lucha por un modelo justo en el reparto de los beneficios, sino que en la actualidad trasciende el propio interés especulativo, y la lucha se centra en que las relaciones de poder y de dependencia han sido declaradas obsoletas, prescritas, por el capital.

En las relaciones laborales, el trabajador tiene sus manos y sus conocimientos y los grandes empresarios tiene las estructuras y el dinero. El árbitro de esta pugna, en apariencia, especulativa, es el gobierno de la nación, que establece las reglas de juego y ejerce de árbitro imparcial.

En teoría esto ha funcionado relativamente bien en las últimas décadas, hasta el punto de que el país ha disfrutado unos años de asombrosa prosperidad y de indudables avances sociales. Pero la dinámica de crecimiento propició un desbordamiento de la propia especulación financiera, fomentando la ambición ilimitada de  todos los agentes en juego: bancos, grandes empresarios, políticos, sindicatos....
Durante algunos años, las instituciones públicas y privadas cerraron los ojos y se dejaron llevar por el resplandor ascendente de la economía, pero era un fulgor falso, un destello de astro que palidece y se apaga en el mismo acto del brillo.

La cuentas del estropicio aún no han sido ofrecidas con toda claridad. A grandes rasgos, parece que muchísimas familias han vivido por encima de sus posibilidades, endeudándose por estrenar una casa más grande o por tener un coche mejor que el vecino.

Esto fue estimulado por la excesiva liquidez de una banca que creía que así aumentarían sus beneficios y, desde luego, las comisiones personales de quienes la dirigían con tanta arbitrariedad. Nadie le ha exigido a estos aficionados a  banqueros responsabilidades por ello; bien, al contrario ahora disfrutan de un retiro multimillonario pagado con los fondos de una recapitalización aportada por el Banco de España. Es decir, por todos nosotros.

Por otro lado, las grandes empresas españolas se lanzaron a la compra compulsiva de todo lo que se movía en el mercado, llámese  suelo, telefonía, banca, petróleo, gas...... Realizaron grandes inversiones en el exterior y se endeudaron mucho más de lo que sus balances, en época de crisis, pueden tolerar. Ahora necesitan financiar sus deudas y, o no encuentran cómo, o les prestan a un interés muy caro.

Y, por último, los sucesivos gobiernos de la nación, no han hecho otra cosa que mirarse el ombligo y decir que bien lo hago. Y donde digo gobierno de la nación, podría decir, perfectamente, reinos de taifas autonómicos. Han ido a la caza del voto, a cambio de inversiones en servicios innecesarios y de muy difícil financiación.

Si arrancamos con Aznar, liberalizó el suelo, y mal vendió todas las grandes empresas de la nación, que eran patrimonio de todos: Telefónica, Repsol, Endesa, BEE.... liberalizó los servicios y creó un germen especulativo que ha llevado a España a esta insostenible situación. Zapatero ha sido un político suicida en lo económico, creyó que la máquina de hacer dinero no se detendría jamás y, al amparo de un engañoso crecimiento, llegó a manifestar que superaríamos en PIB. a Francia e Italia. Creó múltiples servicios y regaló el dinero como si el déficit fuera un concepto puramente formal de los economistas. Rajoy ha aprovechado la debacle de las finanzas para hacer una política contraria a lo que había prometido en su programa electoral.
 Los trabajadores ven salvajemente recortados sus derechos. Con la excusa del déficit y de la deuda su poda del estado de bienestar no tiene otro límite que el que marca su imaginación. Y no parece que haya una salida fácil a la situación en la que el pueblo se ve inmerso. Los comedores  sociales están desbordados, el paro no deja de aumentar, las expectativas de los jóvenes son menos que cero, y Rajoy insiste en que no tiene más remedio que recortar aún más en pensiones, educación y sanidad. Tiene la excusa perfecta y tiene por delante el tiempo que necesita.

Lo que no parece que vaya a tener es la comprensión ni la colaboración de los españoles. Y lo que no sabemos todavía es si lo dejarán terminar su terrorífica obra en paz. O si antes le volarán los cimientos.