miércoles, 22 de marzo de 2023

HIPOCRESÍA DEL P.S.O.E. ANTE LA LEY MORDAZA

  


En política cuando se marea la perdiz es porque se quieren dejar las cosas como están. De ello puede dar buena cuenta el PSOE que es un experto en esas lides, y lo acabamos de ver con el fracaso para la derogación de la Ley Mordaza. Se ha tirado alrededor de tres años alargando unas negociaciones en las que desde el primer momento se percibía su falta de voluntad política para derogar las cuestiones más escabrosas de la norma que aprobó el PP durante el gobierno de Rajoy, y a pocos meses para el final de la legislatura, sin haberla consensuado con los grupos que sustentan este gobierno, deciden que se vote en la Comisión de Interior del Congreso sabiendo que no iba a pasar el trámite, porque no tenía los apoyos necesarios.

Hay varios detalles que no se pueden dejar pasar por alto y que corroboran la nula predisposición del PSOE para derogar la Ley Mordaza. El más importante es que este proyecto de ley no ha sido impulsado por el Gobierno, por contrario, es producto de una proposición de ley que presentó en 2020 uno de los partidos que facilitaron la investidura, el PNV. El Ministerio del Interior en ningún momento ha tenido voluntad política para elaborar un proyecto de ley para derogarla, algo lógico conociendo a quién dirige Interior, Grande-Marlaska. Solo hay que recordar que la Ley Mordaza fue aplicada con total arbitrariedad durante el periodo de pandemia, a excepción de los barrios pudientes, como el barrio de Salamanca de Madrid, que eran el oasis del incumplimiento.


La proposición de ley presentada por el PNV fue aprobada, faltaría más, puesto que al PSOE no le quedaba más remedio que votar sí, pero con el bagaje parlamentario que posee a sus espaldas, supo utilizar todo tipo de argucias parlamentarias para que la proposición de ley fuera dando tumbos por los pasillos del Congreso, en algunos momentos durmiera el sueño de los justos y en otras ocasiones estuviera sumida en un proceso de negociaciones interminables en las que no se desatascarían las cuestiones más importantes, y así lograr el objetivo de empantanar este tema. El PSOE, que cuando es necesario se alía con quién haga falta, no le hubiera hecho ascos a recibir algún apoyo de la bancada ultra para lograr sus pretensiones.

Conociendo todo esto, y con un PSOE enrocado, plantear votarla en comisión era la antesala del fracaso, puesto que era conocido que con ese texto en la mano habría partidos que no apoyarían su tramitación y visto lo sucedido, no parece que este final le haya disgustado mucho.

Una vez que ha sido rechazado el texto votado, era el turno de la maquinaria de propaganda para buscar culpables, en vez de centrarse en las causas de su rechazo. Para ello la prensa progre de Madrid no ha perdido la ocasión de encontrar chivos expiatorios, señalando a ERC y EH Bildu. Lo mismo que sucedió con la reforma laboral, que llegó cocinada al Congreso, no se podía tocar una coma porque eso podía importunar a la CEOE, aunque estos no tuvieran representación parlamentaria, y para ello no hicieron ascos al apoyo de Ciudadanos y a pactar con UPN, pero esto último les salió el tiro por la culata. Y aunque salió adelante por el error del diputado Casero (PP) en la votación, en esa ocasión arreciaron una cascada de críticas a los partidos aliados del gobierno que votaron en contra. Parece que es un sacrilegio no seguir los dictados del gobierno.

No es nuevo este modus operandi del PSOE, por un lado, en actos públicos habla de derogar la Ley Mordaza, pero, por ello utiliza todo tipo de argucias, abriéndose a procesos negociadores interminables. Este gobierno ha tenido tiempo más que suficiente para haber derogado la Ley Mordaza, pero esto parece que pasa de largo. Los diferentes análisis, editoriales y comentarios en tertulias, acerca de lo que ha sucedido con la Ley Mordaza y la polvareda que ha levantado el voto en contra de EH Bildu y ERC en la Comisión del Congreso han obviado buscar las causas para ceñirse al único argumento ventajista: si alguien sufre los efectos de la Ley Mordaza, ello se debe única y exclusivamente a EH Bildu y ERC que han votado en contra. Curioso argumento, cuando el gobierno actual ha aplicado esta ley a destajo, y qué decir del PNV, que le ha faltado tiempo para acusar a EH Bildu y ERC de este fracaso, pero desde el Departamento de Interior del Gobierno Vasco se aplica la Ley Mordaza como una apisonadora, ignorando el mandato del Parlamento Vasco en el que le instaba que no sea aplicada.


La postura del PSOE va más allá de un hipotético miedo a los sindicatos policiales, como se ha llegado a decir, cosa que no niego. La cuestión es que hay que tener presente que nunca han cuestionado el modelo policial, ni los modos de actuación. Si por algo ha destacado este partido desde que llegó al gobierno por primera vez, en 1982, es por el perfil que han tenido sus ministros del Interior y sus modos, personajes como Barrionuevo, Corcuera, Belloch, Rubalcaba, Grande-Marlaska no los voy a descubrir ahora. Han aprobado todo tipo de leyes que han vulnerado los derechos y libertades: leyes antiterroristas, la de la patada en la puerta, etc….

En lo sustancial, no hay diferencias entre el modelo de seguridad del PSOE y del PP, varían los matices, porque no deja de ser uno de los pilares del régimen del 78, por ello había preceptos de la Ley Mordaza con los que se sienten muy cómodos. Y otro tanto le ocurre al PNV.

Los motivos por los que los aliados del gobierno no han apoyado el texto en comisión se centran en tres temas que son los pilares de la ley que se pretendía derogar y que salían de rositas. La prohibición de las pelotas de goma, que en ningún momento entraba en los planes del PSOE y el PNV, pues solo hay que ver como los dos partidos que están coaligados en el Gobierno Vasco han actuado en el caso de Iñigo Cabacas, muerto a consecuencia del disparo de una pelota de goma por parte de la Ertzaintza.

El caso de la negativa a derogar las entregas en caliente de inmigrantes, una vulneración de los derechos humanos, hecho que ha sido denunciado por diversas ONGs, y que a uno le hace pensar que es la coartada perfecta para que vuelvan ocurrir casos como el de la valla de Melilla.

Finalmente, el dejar vigente las faltas de respeto a la autoridad e infracciones por desobediencia es otro de los motivos que han propiciado ese rechazo, que es de gran importancia si se quiere blindar los derechos y libertades. Es algo que vemos continuamente cuando se produce un desahucio, una concentración, etc…, en el que se aplican de forma arbitraria estas infracciones, con el agravante que supone el valor que se da a la versión policial en detrimento de la que aporte el denunciado, algo que hemos visto en diferentes procesos judiciales.


Estos días muchos de los comentarios se fundamentaban en que al menos era una derogación parcial, aunque los apartados más importantes quedasen inmaculados. Esa teoría del mal menor, que nos lleva a renunciar a nuestros planteamientos para aceptar que las cosas queden igual, pero con un barniz más atrayente, en vez de poner el foco en aquellos que no han cumplido con su compromiso, que en este caso era la derogación de la Ley Mordaza, y no su reforma.

Si hubiese voluntad política en el PSOE, cosa que dudo, esta ley se puede derogar en menos de 15 días, tan sencillo como volver a presentar una proposición de ley y que sea tramitada por vía de urgencia de la siguiente forma: “Artículo único: Quedan derogados todos los artículos de Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de protección de la seguridad. Vuelven a entrar en vigor toda legislación que quedó derogada con esta ley”. Dicho esto, no nos dejemos engañar, y partir de aquí todo lo que quieran decir es volver a marear la perdiz.

lunes, 6 de febrero de 2023

EN EL NOMBRE DE DIOS: ¡MUERTE A LOS REPUBLICANOS!

 


Ante la acción deplorable de un joven marroquí residente dicen que de manera ilegal en Algeciras, al atacar el miércoles 25 de enero de 2023, con un gran machete a feligreses catolicorromanos de tres templos, causó la muerte de un sacristán y heridas a cuatro personas, entre ellas el párroco de una de las iglesias, se han sucedido las naturales muestras de condena por parte de catolicorromanos y mahometanos, evitando las alusiones a las cruzadas medievales ordenadas por los papas catolicorromanos contra los seguidores de Mahoma. Fueron una expresión del fanatismo catolicorromano, que al grito de “¡Dios lo quiere!” pretendió exterminar a los considerados infieles adoradores de Alá.

Entre las condenas del triste suceso destaca la pronunciada por Alberto Núñez Feijóo, presidente del partido político que dice ser Popular. Intervino en un coloquio celebrado en el decadente Círculo Ecuestre de Barcelona, en sus horas bajas, ya que ha sustituido los caballos por saunas y masajes. Entre otras afirmaciones, recogidas por las agencias de Prensa, dijo:

“Hay personas que matan en nombre de un dios o de una religión. Sin embargo, nosotros desde hace muchos siglos, no ve usted a un católico o a un cristiano matar en nombre de su religión o de sus creencias.”


Olvida o ignora que la jerarquía catolicorromana predicó una cruzada contra los republicanos españoles, durante la guerra organizada por los militares monárquicos sublevados contra la República legal y legítimamente implantada en 1931. Son innumerables las declaraciones de los jerarcas catolicorromanos, empezando por los papas Pío XI y Pío XII, justificando la rebelión militar y la muerte de los republicanos fieles a la legalidad constitucional.

Repasemos solamente la actividad del cardenal Isidro Gomá, arzobispo de Toledo y primado de las Españas, a favor de los militares sublevados, a los que incitaba a exterminar a los republicanos calificados con epítetos violento. El 30 de enero de 1937 publicó un alegato en favor de la guerra y de quienes la iniciaron. Titulado “La cuaresma de España. Carta pastoral sobre el sentido cristiano–español de la guerra”, se encuentra en el órgano de adoctrinamiento político-religioso a su servicio, el Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Toledo con fecha del 28 de febrero. El título advierte sobre sus intenciones propagandísticas, al encontrar en la guerra un “sentido cristiano-español”.

El 3 de febrero fechó el prólogo escrito para presentar el folleto Le Glorieux Mouvement Rédempteur d’Espagne appuyé avec enthousiasme par la Hiérarchie Ecclésiastique Espagnole, recopilación de cartas pastorales de obispos hispanos a favor de la rebelión militar. Este folleto demostrativo de la beligerancia de la Iglesia catolicorromana a favor de los militares rebeldes, fue difundido internacionalmente con enorme profusión, como arma propagandística de los sublevados. En su escrito Gomá llamó a toda Europa a combatir junto a ellos contra el comunismo.

Veinte días después el infatigable cardenal escribió a los obispos, arzobispos y cardenales españoles, proponiéndoles redactar una carta colectiva dirigida a los catolicorromanos de todo el mundo, con un apoyo inequívoco a los militares monárquicos rebeldes. La idea se la había susurrado el cardenal secretario de Estado del supuesto Estado Vaticano, el filonazi Eugenio Pacelli, que sería el siguiente papa con el nombre de Pío XII.

Durante la reunión mantenida el 3 de marzo con el exgeneral Franco le reclamó Gomá la derogación urgente de las “leyes sectarias” de la República, por parecerle escasas las normas dictadas ya ordenando el restablecimiento de los privilegios eclesiásticos en el territorio conquistado. Volvieron a entrevistarse el 10 de mayo en Burgos, y de esa conversación derivó la redacción de un documento muy importante, la conocida como Carta colectiva del Episcopado español, con la que el catolicismo romano en España se convirtió en beligerante declarado en la guerra. Ya tenía bien demostrada su simpatía con los militares sublevados, pero con ese documento se convirtió en beligerante activo. Por serlo no podía lamentarse de sufrir bajas entre sus filas de obispos, curas y frailes, como sucede en todas las guerras.

Una nueva demostración de la actitud del Vaticano ante la guerra librada en España se produjo el 19 de marzo. Es la fecha de la encíclica papal Divini redemptoris, en la que Pío XI se refirió a los motivos religiosos que impulsaron a los rebeldes a sublevarse para combatir al comunismo ateo. Es una invitación a destruir todo cuanto representaba la República Española, incluidos sus seguidores. Además de monárquicos los militares eran frailes consagrados.


El 15 de mayo el primado volvió a escribir a sus colegas del Episcopado, para exponerles la conveniencia de redactar esa carta colectiva, preguntándoles su opinión al respecto. El 7 de junio les escribió de nuevo, para contarles que las respuestas habían sido afirmativas, por lo que les enviaba pruebas de imprenta de la declaración conjunta que debían firmar todos en apoyo de la causa rebelde, nueva demostración de beligerancia en la guerra.

Aunque la carta, fechada el 1 de julio de 1937, fue firmada colectivamente, en realidad tuvo un único redactor en su integridad, el mismo cardenal Gomá, y un único corrector de estilo, Leopoldo Eijo y Garay, obispo de Madrid, apodado El Obispo Azul después de la guerra, por el color de la camisa falangista, debido a su identificación con los vencedores, que le premiaron su fervor fascista con innumerables cargos políticos bien remunerados.

Esta Carta colectiva del Episcopado español constituyó un decisivo apoyo a los miliares sublevados. Impresa en Pamplona por Gráficas Bescansa, en un folleto de 32 páginas, fue inmediatamente traducida y editada en los idiomas más hablados del planeta, por lo que alcanzó una tirada que debió ser enorme: solamente en 1937 llegaron a imprimirse 36 ediciones. Fue el arma propagandística más poderosa a favor de la rebelión entre los seguidores del catolicismo romano.

Aparece firmada por dos cardenales, Isidro Gomá y Eustaquio Ilundain; seis arzobispos, treinta y cinco obispos, y cinco vicarios capitulares. Negaron su firma el cardenal Francesc Vidal i Barraquer, arzobispo de Tarragona, y Mateo Múgica, obispo de Vitoria–Gasteiz, exiliados en Italia, por no estar conformes con la letra del escrito ni juzgarlo oportuno. Al parecer no se tuvo en cuenta al también exiliado cardenal Pedro Segura, por ostentar un cargo en la Curia vaticana y no estar adscrito a una diócesis española; sin embargo, Múgica había “renunciado” también a su diócesis obligado por las amenazas de muerte hechas por los rebeldes.

De modo que la práctica totalidad de la jerarquía catolicorromana aprobó el golpe de Estado militar, con el que se hallaba conforme y en buena parte había estado alentando desde antes incluso de proclamarse la República. Temían el recorte del poder dejado en sus manos por la monarquía, desde luego en materia religiosa, como única confesión permitida, pero también en el dominio de la enseñanza en todos sus grados. La Carta justificaba la rebelión, y animaba a los fieles de su secta en todo el mundo a colaborar con los rebeldes, para destruir a los republicanos. Su redacción es hedionda. Se empieza por justificar la guerra cuando es

“el remedio heroico, único, para centrar las cosas en el quicio de la justicia y volverlas al reinado de la paz. Por esto la Iglesia [catolicorromana], aun siendo hija del Príncipe de la Paz, bendice los emblemas de la guerra, ha fundado las Órdenes Militares y ha organizado Cruzadas contra los enemigos de la fe.”

Se les olvidó citar la condena a morir en la hoguera hecha por el sarcásticamente llamado Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición contra judíos, mahometanos, reformadores eclesiásticos, traductores o lectores de la Biblia, científicos bien informados, escritores con ideas propias, homosexuales, brujos, y demás víctimas inocentes de su fanatismo. La Iglesia catolicorromana es la institución más criminal habida en la historia de la humanidad, que unas veces asesinó por sus manos y otras condenó a muerte ejecutada por seglares, siempre en nombre de un dios implacable.


Tras regodearse todo un capítulo en enumerar los considerados por los firmantes de la Carta colectiva graves daños causados por el comunismo, pasan a describir las dos tendencias políticas enfrentadas en la guerra española según su opinión muy parcial, basada en una interpretación maniquea de la historia, pese a estar condenado por ellos el maniqueísmo como doctrina herética. Así definieron las dos tendencias opuestas:

“la espiritual, del lado de los sublevados, que salió a la defensa del orden, la paz social, la civilización tradicional y la patria, y muy ostensiblemente, en un gran sector, para la defensa de la religión; y de la otra parte, la materialista, llámese marxista, comunista o anarquista, que quiso sustituir la vieja civilización de España, con todos sus factores, por la novísima “civilización” de los soviets rusos.”

La “vieja civilización de España” era la sometida al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición que durante siglos impidió el desarrollo de las ciencias en España, debido a tenerlas dominadas por las explicaciones de la Biblia. Los países en los que triunfó la Reforma de la Iglesia, como Alemania e Inglaterra, conocieron un gran avance tecnológico, imposible en las naciones sujetas a la autoridad incompetente del Vaticano. Siempre se pone como ejemplo de fanatismo iletrado la condena de Galileo, pero muchos otros científicos fueron quemados vivos por defender ideas condenadas por la ignorancia de los cardenales que no veían más allá de la Biblia, como si fuese un tratado de astronomía. Por eso condenaban a muerte a los traductores e impresores del texto, de modo que el pueblo no pudiera advertir las tergiversaciones de la manipulación vaticana.

Más adelante añaden los firmantes que el pronunciamiento militar tuvo un “sentido religioso, que lo consideró como la fuerza que debía reducir a la impotencia a los enemigos de Dios, y como la garantía de la continuidad de su fe y de la práctica de su religión”. Es decir, que era una cruzada de los píos cristianos contra los infieles, en el mismo sentido que las medievales bendecidas por los papas. La manera más completa de “reducir a la impotencia” a los considerados enemigos era matarlos.

Facilita unas cifras de templos destruidos y eclesiásticos muertos mediante violencia que son absolutamente imposibles, y narra historias delirantes cometidas por los “sin—Dios”. Por el contrario, disculpa los “excesos” cometidos por los sublevados, ya que “tiene toda guerra sus excesos”, y añade “que va una distancia enorme, infranqueable, entre los principios de justicia, de su administración y de la forma de aplicarla entre una y otra parte”. La distancia era debida a que en la España republicana los excesos fueron cometidos por elementos incontrolados furiosos por la actuación jerárquica de los militares rebeldes, mientras en la zona conquistada los excesos eran ordenados por los jerarcas militares y sus secuaces civiles, falangistas y requetés.

Y los firmantes rechazaban las objeciones puestas en alguna publicación catolicorromana europea sobre el comportamiento de los rebeldes, por considerarlas debidas a la mala información de los autores, nunca tenían una motivación justificada. Asimismo, reprobaron la acusación de que la Iglesia española se alineaba con los ricos e ignoraba a los pobres, lo que había provocado el anticlericalismo de los obreros.

El presidente del partido autoproclamado Popular miente al negar los crímenes cometidos por los militares rebeldes y sus auxiliares civiles, contra los ciudadanos fieles a la legalidad republicana. No ha pasado ni siquiera un siglo desde la abominable intervención de la Iglesia catolicorromana en lo que sus jerarcas denominaron cruzada religiosa contra el comunismo. La República Española era burguesa, como lo fueron sus presidentes, y ni siquiera mantenía relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Precisamente fue durante la guerra cuando se aproximó a la Unión Soviética, porque era uno de los dos países, junto con los Estados Unidos Mexicanos, que la protegieron, en contra del criminal Pacto de No Intervención firmado por los estados democráticos.

La Iglesia catolicorromana fue beligerante en el conflicto, alineada con la Alemania nazi, la Italia fascista y el Portugal salazarista, los estados totalitarios contrarios a las libertades públicas. Por eso los republicanos hemos de continuar en guerra con ella, el único régimen totalitario mantenido desde el final de la segunda guerra mundial.