lunes, 12 de octubre de 2015

12 DE OCTUBRE: NADA QUE CELEBRAR, MUCHO QUE LAMENTAR

El 12 de Octubre no es sólo la "Fiesta del Pilar" o el "Día de las Fuerzas Armadas" como muchos españoles creen. El desfile de las fuerzas armadas no tiene únicamente el contenido militarista que tanto se ridiculiza: las fuerzas armadas desfilan el 12 de Octubre porque la Constitución adoptada por el régimen del 78 determinó que el Día de la Fiesta Nacional fuera el aniversario de la llegada de Colón a América.

Hace exactamente un siglo se denominó al 12 de octubre "Día de la Raza"; entonces resultaba más evidente el carácter racial de esta fiesta imperialista que conmemoraba la misión "descubridora y civilizadora". Desde 1958 las autoridades prefirieron darle el nombre de "Día de la Hispanidad". La fiesta nacional de los franceses el 14 de julio recuerda la toma de la Bastilla y la revolución democrática frente al absolutismo; la fiesta nacional española conmemora el inicio de la conquista, el expolio y la colonización de un continente.

"Es una fecha bonita porque representa el 'encuentro de dos mundos' ", dicen algunos. Pero no fue tanto un "encuentro" como la destrucción de un mundo por otro. El historiador estadounidense H. F. Dobyns ha estimado que el 95 por ciento de la población indígena del continente había desaparecido 130 años después de la conquista, no sólo por las guerras y las enfermedades sino sobre todo por los trabajos forzados en las haciendas y en las minas.

Otros remachan que en el pasado no existían los derechos humanos y no tiene sentido ver hechos del pasado con las lentes del presente, que todos los pueblos han estado en guerra, han tratado de conquistar a otros pueblos y han cometido masacres. Pero el que otros pueblos también hayan cometido genocidios y masacres no significa que eso esté bien y sea algo que celebrar.

Por otro lado, la escala de destrucción que supuso la conquista de América no se compara con las masacres cometidas, por ejemplo, por los aztecas. Celebrar eso quinientos años después como un orgullo nacional es como celebrar la barbarie.

Una celebración, cualquier celebración, es una forma de atribuir significado a hechos del pasado, y eso sólo se puede hacer desde los valores del presente. Visto con perspectiva histórica, la conquista de América dio paso a la colonización de un continente, el establecimiento de un régimen opresivo en el que se redujo a la esclavitud o a la servidumbre a la población nativa, se desarrolló de forma masiva el comercio trasatlántico de esclavos africanos que produjo millones de muertos, y en general se consolidaron y cristalizaron estructuras de poder profundamente desiguales.

La riqueza expoliada permitió la acumulación originaria de capital en la Europa atlántica que dio nacimiento al capitalismo. Y los países antiguamente colonizados siguen conformando hoy lo que se denomina a menudo "Tercer Mundo". Sólo las colonias de poblamiento donde los europeos prácticamente exterminaron a los nativos se llegaron a convertir en pequeñas europas que integran hoy el Primer Mundo, como es el caso de EEUU, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.

Por último, muchas personas insisten en que "lo importante no es lo que ocurrió, lo importante es ahora". Las ex colonias latinoamericanas conforman hoy en día la región con mayor desigualdad del globo. Las multinacionales europeas y de los países de población de origen europeo expolian hoy en día sus recursos naturales, financian grupos paramilitares para asesinar sindicalistas y controlan gobiernos nacionales impidiendo el avance de la democracia en muchos países de América Latina.

Las sociedades latinoamericanas han mantenido patrones de racismo que provienen directamente de la época colonial, y siguen atribuyendo mayor o menor dignidad a los humanos según el tono más o menos oscuro de su piel. El racismo, producto de las colonizaciones europeas, se ha convertido en Europa en un arma de la ultraderecha y los partidos mayoritarios para dividir y desactivar las luchas de los trabajadores.

Cuando el 12 de Octubre de 1492, Cristóbal Colón y sus acompañantes fueron recibidos por los hospitalarios aborígenes de la Isla La Española (actual Haití y República Dominicana), aquellos no se presentaron como españoles, sino como cristianos, emisarios de los reyes católicos. Es decir, no tenían conciencia de España como una comunidad o proyecto político
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No podía ser de otra manera. Las circunstancias del siglo XV hicieron que musulmanes y judíos “abandonasen” la Iberia para que los reyes católicos se aventurasen al mundo “desconocido” (sin ningún proyecto, ni para adentro, ni para las colonias), en busca de la ruta comercial alterna hacia el Oriente, provistos únicamente de una supersticiosa fe en el Dios desconocido.

Pasaron ya más de 500 años de aquel histórico matrimonio real (entre Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, ambos primos) que daría origen a España (como proyecto político). Pero, la realidad nos muestra que dicho “proyecto”, aparte de haber dado origen al idioma castellano (confundido como español), no pudo cuajar ni como nación, ni como Estado de Derecho.

Los catalanes, al igual que los vascos, emprenden sus rutas independentista porque jamás se sintieron parte del proyecto de la nación española, al igual que otras nacionalidades. Mucho más, ahora, cuando emerge con brutalidad lo bárbaro del Estado español que diluye todos los derechos, de los suyos y de los visitantes.

Los reyes católicos y sus súbditos fundamentaron sus proyectos de vida y aventuras coloniales en la fe, en la creencia, y postergaron (censuraron) la razón y la ciencia como “herejías”.

Fueron los únicos reyes en la historia occidental que recurrieron a la “Santa Inquisición” para aniquilar la inteligencia-ciencia creativa. Así, promovieron e importaron (hacia las colonias) súbditos creyentes, más no ciudadanos pensantes/creativos.

Esta postergación de la razón, de la ciencia, impidió que España aprovechase su histórica hegemonía política de entonces para modernizarse y constituirse en un actor determinante en la geopolítica europea y mundial. España derrochó riquezas saqueadas de pueblos enteros en suntuosidades religiosas.

Si bien muchos/as españolas ya no creen en el Dios desconocido de antaño que trajeron sus abuelos “cristianos” hacia las colonias, sin embargo, continúan creyendo/asumiendo el cuento de “ser superiores” cultural y genéticamente sobre los latinoamericanos, africanos y asiáticos.

Siguen creyendo en su Monarca, y por eso lo mantienen allí, más allá de su retórica de “demócratas”. No se atreven a abandonar o desafiar al Euro (moneda) por más que este tótem fue pensado como herramienta para hipotecarlos. Sus abuelos fueron apologetas/misioneros del Dios desconocido (en cuyo nombre trasquilaron pueblos enteros). Ahora, ellos son creyentes/súbditos del Euro, en cuyo nombre los trasquilan.

La élite política y económica de este país sureño de Europa, al igual que en Italia, hizo que los “súbditos” españoles se ilusionasen con el proyecto de la Unión Europea como la panacea para dar el salto del burro al avión (sin pasar por el automóvil), y así convertirse en el soñado país moderno europeo. Pero, no hubo suficientes “herejes” que se percatasen que Francia, Alemania y los otros de más arriba estaban convirtiendo a España en gendarme (vigilante) mal pagado de las fronteras del sur (para que africanos migrantes indeseados no inundasen la eurofiesta).

La eurofiesta terminó, aunque la eurocracia aún tiene oxígeno mientras no haya suficientes “mentes inquietas”. Y la historia se repite: los comensales se retiran a la siesta, mientras la servidumbre de creyentes asea la casa, sin derechos, ni oportunidades. No es la primera vez que España es colonizada, ni es por vez primera que colonizados sueñan con ser partícipes en el banquete de sus amos.


El 12 de octubre, más allá de denunciar el holocausto cristiano de nuestros abuelos, y la subsiguiente institucionalización del racismo en el Occidente, tiene que ser un momento para reflexionar sobre las condiciones de colonialidad que padecen incluso los pueblos colonizadores de otrora. Un momento para sumar esfuerzos y emprender los caminos libertarios del Sur insurgente.

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