martes, 21 de julio de 2015

BOICOT A LOS PRODUCTOS DE LA “ALEMANIA FAMILY”

Corría el año 1880 y hacía siglos que los británicos eran dueños de Irlanda. El capitán, Charles Boycott administraba las fincas de un terrateniente absentista inglés en el Condado de Mayo. Mr. Boycott vivía aquellos días con sorpresa e inquietud en su caserón de campo: Hacía semanas que era incapaz de conseguir que alguien trabajara sus tierras, además los comercios no le vendían comida y el cartero dejó de llevarle el correo.

Boycott había llegado a esta situación por su comportamiento abusivo y despótico. El viejo capitán se negaba a rebajar los alquileres que los paupérrimos jornaleros pagaban a su señor en Inglaterra, y la Liga Agraria Irlandesa emprendía esta serie de acciones de corte pacífico para hacerlo ceder en su tiranía.

El viejo capitán, que era tremendamente testarudo, contrató a jornaleros del Ulster y a un pequeño ejército de agentes de la policía real irlandesa que los protegiera, para recolectar sus cosechas; cosa que consiguió, pero el collar le costó más que el perro. El terrateniente absentista le retiró su confianza desde London y Boycott tuvo que volver a Inglaterra con la lección bien aprendida y su victoriano rabo entre las piernas.
          
El ya por entonces prestigioso periódico londinense The Times se hizo eco de la derrota de Boycott y usó su apellido para describir la novedosa medida de acción política.
El boicot, una pacífica forma de lucha, totalmente legal y como se demostró en la India de Gandhi o en la lucha contra el Apartheid surafricano, poderosamente efectiva.
   
Sin embargo, me resulta curioso observar cómo las izquierdas ni por asomo han considerado esta medida de presión, ante la fiebre neoliberal que nos asola. Sabemos que el núcleo duro de los países que abrazan la dichosa “austeridad” como forma de relación con el sur de Europa son: Austria, Finlandia y Holanda con Alemania al frente, como reina y capitana absoluta.

Porque es así amigos, nuestra antigua amiga teutona es ahora la del pacto socialista-conservador (SPD-CDU), una auténtica forofa de la austeridad hacia nosotros los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y Spain); de hecho, tres de cada cuatro miembros del Bundestag (el 80% de sus parlamentarios) nos quieren “austeros” y lejanos. Nuestra vieja amiga germana representa en la actualidad ese norte que nos ahoga económica y socialmente. A nosotros, pobres dependientes sureños que “reconvertimos” hace tiempo nuestra producción industrial, agraria y pesquera por amor a la UE.

Este núcleo duro europeo, esta Alemania family que interviene nuestras “inocentes” democracias meridionales, nos condena a la hostelería precaria (con suerte) y humilla despiadadamente a pueblos imprescindibles como el griego.

Resulta, cuando menos, chocante que la segunda balanza comercial más deficitaria que padece el estado español es la que afecta a nuestro comercio con Alemania, nuestro principal acreedor (-10.051,6 millones de euros en 2014); y esto es porque le compramos mucho, muchísimo, una barbaridad: Sólo en 2014 nos gastamos cerca de 36.000 millones de euros en productos alemanes. Imaginaos si a esto sumamos nuestros depósitos e hipotecas en el Deutsche Bank o en el fresquísimo banco holandés ING Direct.

 Este amor material por nuestros verdugos evidencia la falta de información de la ciudadanía y a mi entender, la admiración tradicional de la España diestra por la cosa teutona y el respeto ancestral de la zurda hispana a la Alemania sesuda, representa hoy en día por Merkel y su todopoderoso sanedrín.

El caso es que las izquierdas peninsulares difícilmente llamarán a boicotear la compra de productos provenientes de Austria, Holanda, Finlandia, Alemania... Me temo que, incluso después de lo sucedido en Grecia, seguirán basando sus acciones en timoratas políticas keynesianas recogidas en un programa de “gobierno desde la oposición”.

La izquierda no se atreve a contestar de manera contundente al foco neoliberal del terror impuesto. No esgrime las armas que aún permite a la gente de a pie combatir todo este despropósito, esta afrenta diaria al sentido del bien común.
  

Los neocons vienen pisando fuerte, deshumanizadamente y sin contemplaciones para con los ciudadanos del sur, que aún creen que eligen a sus gobiernos soberanamente. Pienso que es hora de apuntar al “nido de las águilas” de la austeridad y atacar dónde más les duele: sus productos, su cartera.

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